Existes?
Fue la chispa de su mirada, penetró en sus sombras,
avivó sus cenizas y palpitó el amor.
Esa chispa hizo renacer lo que aseguraban: estaba muerto.
Se habían pertenecido siempre.
Ese encuentro postergado era la culminación en
sus líneas de vida, líneas paralelas, al final,
mágicamente, se unían.
En cada amor sólo miraron a un extraño,
era pasado doloroso, fue pasajero y olvidado.
Ya se espiaban, ya había complicidad.
No existía nada que no les deleitara de ambos.
La chispa de amor desató un fractal de sensaciones,
les invadían, no se contenían, no era necesario.
Se ansiaban, se extrañaban, se habían elegido y
al reconocerse, surgió una tormenta de fuego.
La única certeza era que: "Perderían todo",
ya no quedaba mucho tiempo para vaciar sus emociones,
prefirieron arder y culminar su amor infinito.
Se sonreían entre bruma, se tocaban en el aire.
El deseo eterno expresado a las estrellas,
ahora, era concedido y, las estrellas, ardían entre ellos,
en su locura, las podían oler, saborear y tomar entre sus manos.
Sólo había espacio para deleitarse,
sin culpas, sin arrepentimientos,
era justo el tiempo para su fuego, el fuego nuevo,
surgido de su eterna espera, de aquellas pesadillas y de la nada.
Ese retoño de pasión crecía sin medida,
ahí en el vacío mutuo, se enlazaban sus almas,
sus manos, sus suspiros, sus miradas, ya no se soltarían.
Su beso libre, puro, dulce, infinito, era su talla.
La caricia cálida, de confianza, también les quemaba.
Ese cariño ofrecía sin límites, no exigía, es inocente, puro.
Sin importar sucumbir en esa maraña de flamas,
podrían hacerlo, ya estaban listos,
se les había permitido amarse, son bendecidos,
es un premio, lo mejor de sí mismos.
No existía anhelo alguno, la bendición de esa chispa,
de esa mirada, de ese fuego, les llenaba, les recorría en la sangre.
Gracias, gracias chispa divina que, aún entre ese enojo,
sin ser bien recibido, no te extinguiste,
por el contrario: "Diste vida".
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