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viernes, 4 de octubre de 2019

Ebrio por la Sirena (Capítulo XV)

Soñé con mi prometida olvidada, es rubia, de gran sonrisa, ojos enmielados, apoyada entre las espinas que sostienen esas flores olorosas, en ese enorme jardín de su mansión; me abrazaba y me atraía hacia las espinas, hasta que mi novia sangró de todo el cuerpo, pese a ello, musitó a mi oído cuanto me amaba y nos besamos tiernamente; la Sirena nos enroscó y bebió de nuestras heridas ante el grito aterrorizado de Tanian, mi dulce novia.


Será que hay árboles que no se balancean al susurro del viento, pues esta espera inerte pasma hasta mi aliento, codiciando a ese ser alucinante. Es tan terrible el vivir de mi espíritu sin el roce de tu tibieza, mi ser se agrieta, amada Sirena, ten piedad de mí. Hastío nebuloso, así mi vivir, los días sólo pasan, sin detenerse siquiera a respirar este aire espinoso que destila el sol calcinante. Suspendido en este mar, se me seca el alma, ebrio por la Sirena, por siempre.

El firmamento azul está lleno de algodones, algunos más iluminados que otros, brisa ligera, las olas besan la roca, tímidamente y a lo lejos diviso una embarcación, un pendón, ondula un color rojizo, bandera que desaparece, como si el mar se la hubiera tragado y con ese desvanecimiento, se esfumó la esperanza de recobrar una vida ordinaria y patética, llena de gente y de mayor soledad; envenenando la atmósfera, la Sirena, mustia, fijaba sus ojillos hirientes en nosotros, la dama prensaba mi mano con las suyas, al grado de  clavar sus uñas en mi palma, la sed de sangre se reflejaba en sus ojos centelleantes y su lengua filosa, la Sirena nunca nos dejaría partir, estaba seguro de eso, sólo somos su fuente de alimento, mi pensar estúpido acerca de que ese ser belicoso tuviera un sentimiento por nosotros, es irreal, el amor no existe, lo afirmo, cada ser que he conocido devora lo mejor del otro a su conveniencia propia, sin arrepentimiento y cuando el otro ya no es de utilidad... 

La Sirena volvió a tomar de nosotros lo que quiso, cedemos a los instintos, aunque la ventaja no es de nosotros, simples humanos, ese ser siniestro fue más ardiente que nunca, reviviría hasta a un muerto, ya casi lo estamos; quizás la idea de haber sido rescatados por aquella embarcación volátil, la hizo concentrar con más fiereza sus pasiones y las nuestras, su magia negra hechiza con lujuria estos cuerpos que yacen al borde del precipicio de la muerte, también bebimos de su sangre, la dama recorrió con su lengua desde mis labios hasta mi barbilla, limpiando la hebra de sangre que delataba mi pecado.

Suavidad en el mar, mi roca es palpada con ligereza por el agua salada, como acariciándola con ternura y besada por esta ligera brisa y despertándola beligerantemente con su asqueabundo hedor, allí, para siempre, la sensual y repulsiva Sirena, tan bella y malévola, tan centelleante en su pecho y tan negro, quizás, su corazón. Cielo azul con algunas nubes de diversas tonalidades, algunas de un gris que, pareciera, detestan a la Sirena, el candente sol deslumbra mis ojos y todo mi ser, por más que me cubro con las ropas húmedas, me consumo, sin esperanza.  Inútil estar sin ella cuando está a una palma de mí, cautivo de la soledad, del perfume marino y de su beso mortal.

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