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viernes, 22 de noviembre de 2019

Limosna de beso

Burlones tus ojos,
Llorosos los míos.
Desidia en tu sonrisa,
Cayendo la mía.
Habló tu espalda,
Enmudeció mi rostro.
Corrieron tus pisadas,
Mis piernas dudaron.
Vedas tu abrazo,
Retroceden mis manos.
Tu limosna de beso,
Ya no la quiero.





lunes, 11 de noviembre de 2019

Me abandono en un cielo ocre, sin pizca de azul, el viento furioso azotó a los pajarillos en la rama  y, éstos, aletearon sin trinos en su huida, pasaron tan deprisa junto de mí, precisamente cuando flotaba fuera de este cuerpo clavado por alfileres, seguramente, aquel brujo de magia negra sostenía a mi muñeca vudú cubriéndola de agujas filosas; no logré acariciar a ninguno de los pajarillos, justo cuando intenté pasar mis dedos por sus cabecillas, un torbellino cercenó todas las hojas del árbol y empujó con violencia los frágiles cuerpos de las aves; también trastabillé en el espacio y, en caída libre, retomé mi cuerpo inmóvil; sentí todo el dolor, ardorosamente quemante y no derramé ni una sola lágrima, pese a que mis ojos se humedecieron desbordantes.

Caminé entre ese amarillo oxidado y un capote negro en el horizonte amenazó con desplazar ese cielo insano; en realidad, no sé si camino o floto, lo que si sé es que, recorro el camino sinuoso cubierto de hojas secas porque éstas golpean mi ser al rodearlo con esta ventolera que les domina caprichosamente, todo se torna  amarillento y anaranjado intensos y sofocantes; difícil respirar, voy a tientas para no errar, este aire viciado de amarillos me oprime la garganta, vuelvo mi mirada en busca de la oscuridad prometedora y por algún encantamiento, se ha disipado aquella extensión negruzca, dando paso a un pavoroso cielo ensangrentado.




domingo, 3 de noviembre de 2019

Las zapatillas de raso

La joven anhelaba asistir a la fiesta de esa noche, miró su calzado desgastado y con tristeza volvió sus ojos al vestido rosado; en su viejo sillón, la abuela advirtió los deseos de su nieta y de una caja polvorienta sacó unas zapatillas de raso, aunque tenían muchos años, eran las zapatillas más primorosas que la jovencita había visto y con un abrazo frenético y un beso tierno, agradeció a su abuela el poder completar su atuendo de fiesta.

La chica, envuelta en su vaporoso vestido, sonriente, negaba el baile a todos los chicos apuestos que mostraban su interés en ella, así transcurrió toda la noche en la soñada fiesta, con una inquieta sonrisa, la jovencita no cumplió el deseo de ser sostenida por unos brazos tibios, al compás de la música; los algodones que había colocado en las puntas de las zapatillas se habían compactado casi al entrar al gran salón festivo, ahora, su verdadero anhelo, era poder cruzar ese enorme salón de fiesta hasta la salida sin perder un solo zapato, pues, el relleno que había colocado, ahora, era casi nada, las zapatillas de raso nunca fueron de su talla, le quedaban grandes.


Galería alumnas (continuación)


Cristal checo, piedras naturales, howlita y batallar con la pinzas para los engarces, como le sucede aún a la Sra. Ana, sin embargo, aquí este bello resultado!