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viernes, 31 de mayo de 2019

Flor de nieve

Llega el amanecer tardío
Ese anochecer, demora
Espera  la flor del amor eterno
Por las montañas se cuela un gélido vacío
Le ilumina  la luna mentirosa que enamora
Flor de nieve que suspira, leyenda, cruel infierno
Una chispa  por verle ascender con brío
Rictus en su corazón... no llegará esa hora



jueves, 2 de mayo de 2019

Amaré tu Cáncer

(Primera parte)

Dicen: ¡Cáncer, me lleva la chin...!, ¿Por qué a mí!, ¡Maldición, siempre he sido buena persona!,
¡Dios me odia!, ¡Put.. vida!, ¡Prefiero morir de un balazo!, ¡Nada, no lo tengo y no me atiendo!
¿Qué será de mis hijos?, ¡No puede ser, no tengo dinero!..., bla, bla, bla, Cáncer, Cáncer...

A veces, lo oscuro es bueno. Aplicaron el líquido oscuro en el interior de su vagina y unas partes no se obscurecieron, el médico que realizaba el procedimiento llamó a otros médicos, los tres coincidieron: tomar biopsia. Aunque el médico le indicó a su paciente que sentiría una molestia al tomar la muestra, el "pellizco" fue como una mordida, ese fue el primero, Benedic se relajó, miro a través de la ventana el azul del cielo, una brisa ligera columpiaba las ramas de un árbol que estaba muy cerca de la ventana, aquí: deseaba volar; el segundo pellizco-mordida, volvió a doler, giró su cabeza y fijó su mirada en la blancura del techo. Colocaron un cicatrizante en las heridas, una de las heridas tardó en dejar de sangrar, aún con un goteo pequeño, colocaron un tapón vaginal, debería de bañarse al día siguiente y jalar unos hilos para sacar el tapón de su vagina. Las piernas se le durmieron, tardaron casi una hora en el procedimiento. En dos semanas le entregarán los resultados de la biopsia. Antes de salir del consultorio, vio el pequeño charco de sangre en el piso, recordando a la doctora Ortiz, la oncóloga que le había tratado años atrás; el doctor que la había atendido en esta ocasión parecía no darse cuenta del charco de sangre que estaba a unos centímetros de su calzado, continuó sentado y le indicó que agendara su cita antes de retirarse. Benedic revivió el episodio pasado, mientras salía del hospital, la bata blanca de la doctora Ortiz quedó cubierta de sangre, el piso y la mesa de exploración totalmente manchadas y solo había sido una exploración vaginal, miomas; después de la operación, casi diez años atrás, el reporte de patología indicaba Cáncer.

La familia de Benedic fue enterada nuevamente, tranquilizada y exhortada a mantenerse unidos sin importar el desenlace de esta pesadilla, sus hijos, sus hermanas, sobrinos, le mencionaron su amor y apoyo, no le abandonarían en este trance, Benedic ya lo sabía. Yalag dijo estar enojado, padecía Cáncer desde hacía tiempo atrás y ,aún así, Benedic le amaba, no le importó su enfermedad, o sus consecuencias, no se veía sin su mano, el Cáncer era parte de él y ella amaba también su Cáncer, no la asustaba, no la ahuyentaría, le sostendría su corazón hasta el fin, estaba decidida desde el primer beso de Yalag; recordó cuando, creyéndose sana, de frente, le dijo a Yalag: ¡"Amaré tu Cáncer!"; cuatro días después de informarle su situación, Yalag la buscó, juntos en el parque, él le mencionó su malestar de estar pasando por esta situación, consideraba que con su Cáncer era más que suficiente, no dejaba de revisar su celular, dos horas después, se marchó, pidiéndole que en cuanto tuviera los resultados le avisara.

(Segunda parte)

Aplastó la cabeza de la serpiente varias veces con una roca hasta desprenderle la cabeza, con su pie izquierdo le sostenía las alas al delgado cuerpo del reptil, la descubrió arrastrándose en su recámara y era tan negra que casi no se distinguían sus ojillos; Benedic se paralizó, no podía respirar, la serpiente se le aventó al rostro y le mordió la mano derecha con la que Benedic se protegió; le aterraban las serpientes, nunca imaginó enfrentar una de ellas, sólo lo hizo, se defendió con esa roca que tenía en su tocador, una piedra de río, obsequio de sus hijos, la eligieron en un riachuelo del ajusco porque parecía un puño humano con una pulsera en la muñeca, ¡"Seguro que es una mano encantada!", decían sus hijos, aún pequeños; encantada o no, Benedic arremetió contra la serpiente, la serpiente intento volar para escapar del primer golpe, el horror de su mordida enloqueció a su víctima, en otras circunstancias, Benedic hubiera hechado a correr, verse en peligro le dio el valor de defenderse; no paró hasta verle la cabeza hecha papilla, retiró su pie de sus alas, temblaba hasta la piedra en forma de puño, se sentó en su cama gritándole a sus hijos aún eufórica, justo al llegar sus hijos, muy alarmados, el cuerpo de la serpiente se incorporó a la cabeza que volvía a unir sus partes, volvió a ser una serpiente con alas de pájaro, se arrojó nuevamente a la cara de Benedic mordiendo sus labios y al mismo tiempo se enroscaba en su cuello. Hay pesadillas que no terminan después de despertar.

Desnuda, recostada, pinchada, respiraba profundamente, era necesario relajarse; en algún lugar remoto un hechicero sostenía una muñeca en su mano, fieramente e invocando el mal, clavaba alfileres en todo el cuerpo de la muñeca, ni la cabeza se le escapó, justamente así se sentía Benedic, víctima de el Vudú.  Observando el techo blanco, esta vez sólo alcanzaba a ver un pedacito de cielo, algunas ramas parecían respirar suavemente con ese ligero vientecillo, un pájaro trinaba a su amada, aquí, suspiró más profundo, habían transcurrido quince días desde la vez del parque con Yalag y no le había marcado en una sola ocasión; le extrañaba, anhelaba sus brazos y su sonrisa. Ahora era diferente, Benedic no forzaría a nadie para que estuvieran con ella, así había sido diez años atrás, quien quiso estar con ella y sus hijos, se hizo presente; decía la abuela de Benedic que: "¡En la cárcel y en la cama, se conoce a los amigos!"; y le falto añadir: "Y a quien te ama!".

Su familia se apegó más a ella, esta vez ellos bendecían a Benedic, conmoviéndola con tanto cariño; aún así, sentía la ausencia de esa alma que añoraba, no estaba completa; amaba a Yalag y su Cáncer, no le importaban los trastornos que él sufría a causa de ello, ella se ajustaba a lo que fuese necesario con él, no señalaba ni daba importancia a sus limitaciones físicas tan evidentes, para no mortificarlo; Yalag vivía para sí, se daba gusto en todo cuanto se le antojara, hasta de ser indiferente e ignorar a quien le amaba y se preocupaba por él. Va la mano vacía de Benedic, Yalag nunca llegó a ofrecerle lo que no posee y lo que no quizo; Benedic se apoyó en su propia mano, ya lo hacía antes, sólo que, a veces, hay almas que se desvanecen antes de llegar a ti, ya que no hay nada en su ser para dar.

Aún desnuda, con la mirada fija en el azul del cielo, ya sin el canto del pájaro, sabía que algunas personas se alejarían, así había ocurrido anteriormente, el que Benedic amara a alguien no significaba que debieran presenciar esa faceta de su vida y ella deseaba entenderlo, "¡a fuerza, ni los zapatos entran!".

(Tercera parte)

¿Dónde estás corazón?
¡Vuelve, no me dejes sin latidos!
¡Aprisa, aprisa... debí vivir, ya no hay tiempo!
¡No le digas más que extrañas su sonrisa!
¡Ya no mueras!
¡Su ausencia, su silencio lacerante, son de Midas!
¿Ahora comprendes el frío metal de su corazón?

Entre bustos mutilados, pacientes cubriendo sus cabezas con turbantes, pañoletas o gorros, con rostros pálidos, ojos hundidos, ojerosos y llenos de miedo, Benedic les sonreía, deseaba infundirles esperanza de que estarían bien, de que eran bendecidas por el simple hecho de estar vivas; la enfermera detuvo a Benedic al salir de consultorio para indicarle algunos trámites que debía realizar, algunas pacientes al escuchar comprendieron lo que significaba, cuando la enfermera se retiró, una señora con turbante posó su mano en el hombro de Benedic y con voz suave le dijo que todo saldría bien, Benedic quiso agradecerle el gesto con una sonrisa pero un escalofrío le hizo estremecerse.

Benedic hizo el pago de sus servicios en la ventanilla del hospital, las lágrimas le traicionaron y la cajera esperó a que se limpiara con el dorso de la mano las mejillas para entregarle sus recibos. Benedic procuraba salir del hospital sonriente, negaba esa enfermedad, se atendería y llevaría a cabo todo el tratamiento pero, en su interior, negaba tener ese Cáncer, no era a ella a quién pertenecía, todo parecía un error.

Sola, silencio total, perdía el piso, cerrando los ojos, respiró profundo; apoyó la espalda en la puerta del consultorio, algunas miradas tristes y ojerosas se desviaron hacia ella; Benedic apretó los puños, ahí va, camina segura, la vida exige seguridad, desconfianza, miedo, cualquier sentimiento, lo importante es que la vida toma de la mano y jamás suelta, en verdad que no suelta; muerte y vida forcejean por cada alma, aunque sea el fin del tiempo de una persona, la vida se afianza tanto que rescata de la mano de la parca a quien llega a morir por unos minutos; la batalla no la gana ninguna de ellas, de hecho, son hermanas, coexisten entre las personas, nunca les abandonan, ambas van junto a la gente, recorriendo todos sus caminos, les acarician, les sonríen, vida y muerte prometen, siempre cumplen.

Llamadas o mensajes constantes de apoyo y cariño, día a día; se iniciaba un maratón y a veces no todos logran aguantarlo; la puerta estaba abierta, sin llave, quien desee estar o retirarse, es libre de hacerlo y Benedic lo entiende por completo, ella les seguirá amando por siempre. Yalag continúa ausente desde hace meses, no es de ahora, es de siempre. El amor,  todo lo espera, dice una máxima, ¿hasta el abandono?

(Cuarta parte)

Las ráfagas de viento golpean su andar, roza el río de nubes entre dos azules, con la punta de sus dedos entra en una nube, después en otra y no distingue el camino; ¡cuánto se ha perdido!, ¡lo ido no vuelve!, ¿demasiado tarde?, ¡nunca! Trastabillea en el aire, disipa la bruma, sigue adelante. Benedic se ha vuelto invisible, pasan junto, a través de ella, ya no la conocen, la evitan, o, ¿habrá desaparecido? ¿Hay quien muere y no se da cuenta? Los enfermos desaparecen y no se percatan de ello.

Paris dice no tener dinero, reconoce que Benedic le ha hechado la mano varias veces pero, por ahora que no cuente con él, no recuerda cuando aún no tenía nada y ella le solventaba gastos importantes. Vilas no puede apoyar, extravió su cartera y quién sabe cuándo tendrá dinero, es cierto que Benedic le ha prestado dinero sin exigencias de pago, le debe varios favores, aun así, ella no cuenta con dinero, lo perdió; vaya que son curiosos, Benedic no les pidió nada y ellos ya se excusan; no le vuelven a dar la cara y se desaparecen del mapa. El amor, la amistad, el ser incondicional, etc., nunca es suficiente para algunas personas, ¿qué más querrán?

¿Qué sucede con el amor? ¿Cuándo se rompe el hilo delgado entre la enfermedad y el cariño? ¿Hay pruebas que amalgaman la indiferencia, la deserción y el desamor? ¿El numen del amor desaparece ante el fractal del Cáncer? ¿Ser frágil y transparente, repele los sentimientos? Hay tanto que aprender del "amor", hay tanto que agradecer del "amor", porque vaya que duele cuando "aman" de lejitos, cuando siempre piensan en el ser amado y jamás se lo dicen. Amor, Amor, ¿por qué dueles tanto?

En desasosiego, no se concentra en casi nada, Benedic se esfuerza en sus actividades normales, se obliga a salir de la cama, quiere llorar y no lo logra. Las jacarandas tiñen las calles, pisa la alfombra de pétalos, camina lenta, ansía llegar al hospital, sus piernas no obedecen, en cada paso arrastra las flores sobre el pavimento; cruza con personas que llevan las huellas del Cáncer, esos rostros llenos de pesadumbre le obligan a recapacitar, eleva su mirada y agradece la vida, el momento, su familia, el poder atenderse en el lugar indicado, Benedic sonríe confiada, está en manos de dios!


(Quinta parte)


Nada se pierde cuando ganas la ausencia y el abandono de quien dice quererte y escupe de reojo a tu rostro! ¡Ya eres una carga! ¡Se esconden! El vacío se intensifica, el silencio se transforma en olvido. ¡Huidizas sus miradas! ¡No desaparezcas, a algunos les haces tanta falta!

Hay "amigos" que Nunca fueron!
Hay "amores" que No existieron!

Las noches son eternas, escucha a sus hijos dormir, cuando dan vuelta en su cama, el crujir de la casa, algo que corrió apresurado en el patio, los murmullos nocturnos se van apagando poco a poco hasta quedar en silencio total, todas las posiciones que intenta Benedic no logran ayudarle a conciliar el sueño, el cobertor es tan frío, sus brazos están helados, su corazón arde.

Día a día los mensajes de su familia le demuestran más su preocupación, Benedic sabe que es inevitable hacerles sufrir, aunque era algo que no deseaba, nunca en sus más horribles pesadillas imaginó hacerles pasar por este dolor, es lamentable amar y sufrir al mismo tiempo. Levia le abraza con toda la ternura posible, le besa la cabeza e intenta confortarla, algunas veces no logra controlar sus lágrimas y entonces Benedic conforta a su hijo; Tara disimula mejor su trago amargo, desarrolla conversaciones animadas e intenta fortalecer a su madre con su sonrisa; últimamente se han reunido los tres con más frecuencia, en las charlas sacan a relucir sus mejores aventuras, las más hilarantes y todos ríen con tantas anécdotas ocurrentes, aunque en los momentos silenciosos Benedic descubre la tristeza en sus miradas. El amor verdadero sí existe, sólo mírate en los ojos de tus hijos.

El escalofrío no abandona su cuerpo; "Oye, no tienes calor?", le pregunta Pepe con una sonrisa hermosa y agitando su mano a manera de abanico en su rostro, su cabello es una ligera peluza amarilla, delicada, está muy delgado y camina con inseguridad hacia el consultorio; Don Panchito se acerca a Benedic y le muestra una de sus artesanías, él tiene dificultad para hablar, casi no se le entiende, usa las manos para darse a entender, es tan amable, está más delgado que Pepe, pero camina mejor; Pepe y Don Panchito venden sus artesanías que han aprendido a elaborar de manera emergente, están desempleados y necesitan ingresos par cubrir su atención médica, Benedic les anima, admira su entusiasmo, aún en los días malos, cuando están tan decaídos y débiles, lucen sus mejores sonrisas; cada vez que abren los ojos por las mañanas, agradecen el regalo de vida, ese obsequio que a otros les ha sido negado, dicen muy sonrientes.


(Sexta parte)


Suspendida en gris, miles de seres diminutos brillantes luchan por penetrar su cuerpo, chocan entre sí, caen y vuelven a intentarlo, uno a uno carcomen su carne, invadiendo su cuerpo, eso fue sólo el comienzo. Un grito mudo, nadie le escucha, sangra a chorros, la sangre forma coágulos y de esos grumos rojos surgen más seres diminutos, los cuales vuelven al cuerpo de Benedic y, esta vez, van por los huesos; ella es consumida lentamente hasta desaparecer.

La terapia grupal es un éxito, los lamentos, desgracias, sufrimientos, se comparten y ese desahogo va minando el miedo a la muerte; tres de ellos, a un paso de la muerte, desahuciados, continúan riendo y bailando; Gloria no tiene senos, es una rubia de ojos verdes, es de Michoacán, ya no desea volver a su tierra, será la burla del pueblo, pero sigue viviendo, está pensando en colocarse las prótesis, pero le da vergüenza, la chismosa de su tía ya enteró al pueblo paso a paso de su enfermedad, jura que ni vuelve ni será la burla de nadie; Paulina no lleva aún prótesis, desea una pero no tiene dinero para ello, es de Veracruz, cada vez que habla de su esposo lo hace con lágrimas, enojada, triste y grosera: ¡"Mierda"!, ¡"Como mierda me miró cuando quise acostarme con él, solo le faltó vomitar"!, volvió a intentar varias veces tener intimidad con su esposo hasta que él le dijo que ya no servía como vieja, que no lo volviera a tocar, que si seguía con ella era por los cinco hijos que tienen, pero que como macho, se olvidara de él; Paulina sufre, dice que si se saca la lotería se pondrá la chiche que le falta y su esposo la volverá a querer como antes, quizás, hasta pueda darle otro hijo para hacerlo feliz y que deje de coger con la Jolita, la antigua novia de su Anselmo, su esposo, que tal si logra parir un hijo de él, llora hasta contagiarnos a todos.

Benedic les abraza, musita palabras de esperanza, de fe, aunque, en realidad no hay nada que los conforte. Martis falleció hace unos días, tenía tantos deseos de curarse, de seguir viviendo por sus hijos, en la última sesión lloraba y reía cuando se dieron el abrazo grupal, parece que ya intuía su desenlace; Benedic ve la pesadumbre en sus rostros, el miedo les carcome, pero, el peor de los miedos es no tener dinero para cubrir las cuentas de la enfermedad. ¡Enfermedad y pobreza, vaya maldición!


(Séptima parte)


Todo se fractura, aberturas por toda la casa, hasta en el jardín, en las flores, en los higos, en los duraznos, en los ciruelos, grietas profundas, surgen pesadillas negras de cada una de ellas y más negras que la noche misma; ¡huye!, ¡corre!, ¡qué no te alcancen!, ¡no duermas más! Cada oscura pesadilla araña a Benedic, a su sombra, casi logra salir de la casa, cuando las manchas negras se abalanzan al cuerpo de Benedic; estrepitosamente, la construcción, cuál casa de cerillos, se hunde, llevándose consigo a Benedic.

No todo era drama. Santa publicó en sus redes sociales lo siguiente: "Solicito SEXO", con fondo amarillo y letras rojas, lo decoró con condones de colores; no estaba convencida del fondo amarillo, le hubiera gustado blanco, pero como es tímida, en verdad es tan tímida que recurrió a este disparate con tal de no pedírselo a sus conocidos, no tuvo el valor, bueno, también es cobarde, lo acepta, además, dice: "Haber, ¿como le harías tú?, el sexo es sexo y los amigos, pues... ahora que recuerdo, no tengo amigos, solo compañeros de trabajo. La cosa está difícil, ¿o no?". Sexo tres veces por semana, eso dice la receta médica, el especialista le explicó lo siguiente,  todos entendimos lo mismo también, que su vagina se puede pegar, dio toda una explicación en donde detalló que en un futuro sería complicado volver a detectarle el Cáncer, esta era la segunda vez que lo presenta y después de someterla al tratamiento, las indicaciones eran: tener sexo, o introducirse una vela o los dedos en la vagina y practicarse movimientos para evitar que ésta se cierre; el oncólogo dio términos médicos y la pobre de Santa, toda pálida, no entendía hasta que lo escribió en la receta; Santa sintió un cosquilleo travieso y observó detenidamente a su médico, era guapo, sus manos fuertes y sus dedos..., el médico la volvió a la realidad: "¡Yo sólo sirvo para recetar!", habló con voz fuerte y severa, "¡A mí, ni me vea!", Santa dice que se ruborizó hasta las muelas del juicio.

A partir de lo anterior, es la terapia más cómica, una fiesta, todos ríen, hacen bromas, hasta los compañeros más delicados de salud fueron contagiados; la respuesta fue inmediata, los galanes llovieron de todas partes, de todas las edades y de ambos sexos; Santa tiene 51 años y aunque tiene sobrepeso, es simpática, actualizó su foto de perfil, una foto donde se ve guapa, dice todo el grupo, entre carcajadas. Todos se retiraron envueltos en algarabía, ¡qué día! Benedic camina a su casa, ríe casi todo el trayecto, la chifladura de Santa no la puede olvidar, le duele el estómago de tanto risa, algunas personas la observan, otras más le devuelven una sonrisa, a Benedic no le importa lo que puedan pensar de ella al llevar puesta esa sonrisa, ya no. ¿Falta estar a un paso de la muerte para atreverse a tanto disparate? ¿Ser loco está vedado a los cuerdos y a los sanos? 


(Octava y última parte)

¿Quién tiene la fórmula del olvido?
¿Cómo sanas un corazón tan herido y triste?
Si el amor es una bendición, ¿por qué condena al infierno cuando se aleja?
¡Reacciona!
Aférrate a ese cariño suave, a ese que siempre ha estado, que no te suelta la mano, que la costumbre lo va arrumbando y espera paciente, observando cómo te hundes por alguien vano.

Miedo a morir, miedo a sufrir, miedo a la soledad, solo temores y más temores, inclusive temor a lo que podría suceder, a lo que aún no existe, miedo a vivir con los pedazos que aún les quedan, miedo a aceptar que parte de ellos ha muerto y aún caminan entre los demás (los completos), careciendo de lo que les hacía más hombres, más mujeres, perece el orgullo, el jactarse, nada resucita, les queman día a día, calcinando su espíritu, sus sueños, todo es mentira.

 René ya solicitó a sus hijos que le dejen morir, no quiere vivir sufriendo, hoy se despide de Benedic y roza sus labios  y una mirada intensa besa sus ojos, ante la sorpresa de ella, René le intentó sonreír pero sólo alargó sus labios cortantes, con sus compañeros constantes de hospital, los abrazos eran interminables, llantos, bendiciones, promesas de verse en algún lugar después de la muerte; ¿existe algo más después de morir? Levanta la mano.

Dejaron de asistir dos compañeras, lo cual motivó el vacío de las miradas, silencios gélidos; la locura de Santa hubiera sido inagotable como terapia de risa, no dejaba de recibir múltiples mensajes, al principio todos querían que Santa leyera los textos, se convirtió en un juego muy divertido, hasta que dejó de entusiasmarlos al ver las dos sillas vacías y la ausencia de René.

En aquel lugar remoto, la muñeca vudú de Benedic es nuevamente clavada por alfileres, carga en su cabeza un mundo, otra veces la siente hecha polvo, el frío no le abandona. Tara y Levia están en su pensamiento, han sido la mayor bendición en su vida, siempre piensa que si la vida le debía algo, le pagó con sus hijos y ahora los hace padecer con su enfermedad, eso la tortura, ellos están junto a su madre, la aman con todo y su Cáncer, nunca la abandonarán; el amor le fortalece el alma, sólo con ver a sus dos pequeños junto a ella, Benedic lo confirma.  Su corazón rebelde extraña aquellos brazos tibios, le ama, no puede olvidarlo, entiende su estupidez por recordarle, Benedic le bendice, le desea qué sea feliz.

En el hospital, envuelta nuevamente en su bata, mirando fijamente el blanco del techo, intenta tranquilizarse  y respira profundo, más profundo, se desbordan sus ojos, no debe moverse en ese procedimiento, moja su cabello con sus lágrimas, ligeramente, vuelve la mirada a la ventana, un pajarillo amarillo con pecho rojo parece observarla, se mueve la rama donde se posa esa ave, con un viento muy suave, emite un bello trinar sin dejar de ver a Benedic, las hojas de la rama también tiemblan, como si compartieran su miedo, Benedic le sonríe, el bello ejemplar mueve su cabecita, vuelve a interpretar su melodía sin dejar de observarla, ella, por un instante, logra salir de ese cuerpo y se deja llevar donde el viento, envuelta en esa dulce interpretación; duele, vaya que duele, regresa violentamente a la realidad, vuelve a respirar profundamente, cierra los ojos y mentalmente pide por sus seres queridos, por esos maravillosos hijos que adora, por ese amor extraviado, por sus compañeros de terapia y por las manos que la atienden; principalmente, agradece, porque aún respira.