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viernes, 28 de julio de 2023

La trenza

En el momento que corté su trenza con mi machete, después de nuestro pleito de novios, Hermila, la mujer que amaba, golpeó mi pecho con sus pequeños puños, lloraba al decir, Fausto, qué  has hecho?, el río bullicioso pareció enfadarse por mi vil acto, pude haberla ultrajado entre los maizales, pude actuar como un cobarde y quitarle la vida; sin embargo, la despojé de toda su protección al huir en mi caballo, con su gran trenza negra en mi mano.


Quizo tata dios o el destino que falleciera el padre de Hermila, don Ruvidio, fue el pretexto para que mi amada Hermila anduviera con la cabeza cubierta con su rebozo por mucho tiempo, en señal de luto, sólo su madre y sus hermanos sabían de la vergüenza de su cabello mutilado; entretanto, yo soñaba con sus labios, sus pequeños ojos negros y ese cuerpo que sólo palpé dos veces cuando cobraba valentía con el alcohol, fue mía todas las noches estrelladas al acariciar con su larga trenza todo mi cuerpo, cometí todos los pecados en su negro cabello, su dulce aroma lo bebí hasta agotarlo, antes de montar mi caballo, cada mañana, para irme a mi jornada en el campo, besaba la larga trenza y ella, me bendecía.


Ambos nos casamos y tuvimos nuestros hijos; mi esposa, Rumi, cuidaba de la trenza de Hermila, cada semana le compraba un listón y la trenzaba con cariño; antes de partir al campo, Rumi me acercaba la trenza de Hermila para que la besara, después, besaba su blanca frente y partía con una sonrisa llena de deseo por aquella mujer que no lograba olvidar. Hermila me evito por largos años, coincidíamos en la iglesia, en las fiestas del pueblo y otras celebraciones; sentía merecer su desprecio.


Enviudamos con meses de diferencia, nuestros hijos ya estaban casados y no me contuve más; me presenté en su casa y le ofrecí matrimonio enfrente de sus hijos. Fue un gran escándalo en nuestro pueblo y no nos importó.  Sus hijos y sus hermanos me odiaron y no se opusieron; fue el acto más valiente de Hermila, cuando vio su larga trenza en el altar de Rumi, sollozó y ahí me contó de sus penurias y de lo inválida que la había dejado al cortarle su cabello; por años le amé con el gran ardor contenido y pese a nuestra edad, fuimos los amantes más lujuriosos, entonces, ignoraba que al poseer la larga trenza de Hermila, poseía todo su ser, siempre había sido mía.


Envejecimos juntos, nos llenaron de nietos y nuestra pasión no se apagaba. Hermila enfermo de gravedad,  con su voz débil, susurraba: siempre seré tuya, Fausto. Después de sepultarla, volví a mi antiguo vicio con su trenza larga, mis arrugadas manos se aferraban cada noche a dos cuerpos, uno moreno y otro blanco, nos amábamos hasta que me vencía el sueño; mi virilidad no menguaba, mis dos esposas llegaban a mi lecho en cuanto tomaba la larga trenza, sabía que no era un sueño, nos confundíamos los tres, sus largos cabellos se enredaban en mi cuerpo, si era demencia, la locura me hacia el hombre más feliz.


Cata, mi hija, ruborizada, me pidió que fuera más discreto con las mujeres que me visitaban en las noches, que todo el pueblo chismeaba sobre los gritos pecaminosos que escuchaban mis vecinos, que ya estaban indagando quiénes eran esas mujeres deshonestas.  Quién podría creer lo que sucedía cada noche, ahora estaba seguro que no estaba perdiendo el juicio, Hermila y Rumi, llegaban cada vez que gozaba con la larga trenza; con estas cavilaciones, tomé la trenza y peinándola, noté un mechón más claro, estaba discretamente colocado, no se notaba, suspiré y comprendí que ese mechón de cabellos castaños pertenecía a Rumi, ella debió colocarlo ahí y trenzarlo, uniéndose a Hermila, en una conexión poderosa y antigua;  ahora todo estaba claro, por eso llegaban las dos en cuanto acariciaba la trenza, ahí surgía la magia, era un pacto divino, ellas serían mías y yo de ellas, por siempre.




martes, 11 de julio de 2023

 Al primer rayo del sol

Ya le esperaba, impaciente

Con las manos en los bolsillos del pantalón

Por qué tardaba en llegar?

Acaso, se había olvidado de él?

Por doquier, buscaba su sombra

En un perpetuo anhelo

Al anochecer, Sonreía, meneando la cabeza

Suspiraba, impaciente por conocerla y

Exigirle que cumpliera su promesa 

Aún, no se cumplía tu plazo,  le dijo ella al oído y

Le acarició su mejilla, al llegar en sigilo 

Le abrazo un instante y pareció eterno sufrimiento 

Sus labios gélidos buscaron la boca tibia de él

Ahí, vio su majestuosa faz oscura y agradecido

Exhaló su último soplo de vida




miércoles, 5 de julio de 2023

Vestido de novia



 He de encontrarme


Después de golpear a Chuno, lloré en mi cama, desperté con el maquillaje corrido y vestida, ni siquiera me había quitado los tacones; al bajar a la cocina, Chuno ya estaba listo para ir al colegio, mami, siéntate, desayuna, me dijo, y le temblaba la mano, noté sus ojos hinchados, desayunaba su cereal con prisa y le ordené que masticara bien, sentí culpa al ver el moretón en su mejilla, no recordaba con qué le había pegado, sólo recorde su cuerpecito relajado cuando le arroje a su cama; no me detendría en castigar a mi hijo, anteriormente, me golpeaba mi abultado abdomen, me jalaba el cabello o me abofeteaba enfrente de mi gran espejo, el desfogue que sentí al violentar a mi niño de seis años fue suficiente para lograr sentirme en paz por varios días; es mi hijo, sólo mio, de nadie más.


Embarazada, lloré abrazada a Chuno, mi joven novio, pensé que nos casaríamos de inmediato, nos amábamos con locura, Chuno me prometió que terminaría la carrera de abogado, que compraría una casa y que nos casaríamos; mis padres me permitieron quedarme en casa cuando nació mi hijo, mi padre me consiguió un empleo en su oficina, debía cubrir los gastos de mi pequeño, Chuno, mi novio, no me permitió nombrar a nuestro hijo como mi padre, sería , Chuno, como él.


Emocionada, compré mi vestido de novia, blanco, de encajes, Chuno ya tenía trabajo en provincia y compraría una casa de interés social. Mi madre, en su lecho de muerte, me dijo que lamentaba no haberme visto en el altar con los Chunos y del brazo de mi padre para entregarme a mi amado novio. Mis padres le heredaron la casa a mi hijo, sus ahorros de toda la vida y su tristeza por saber quién era mi novio querido.


Chuno, ha postergado nuestra boda, al principio, me decía que era su adorada novia y que tendría que serle fiel; hoy, sólo me grita que no ande de puta. Ahora tiene una estabilidad económica, su trabajo le impide tener tiempo para visitarnos, pocas veces al año visita al pequeño Chuno, se queda con nosotros un día o dos, me da un poco de efectivo, tenemos sexo y huye. 


Por años, emocionada, sacaba mi vestido de novia y fantaseaba con nuestra ceremonia de bodas; también había comprado artículos para nuestra casa, para cuando viviéramos juntos, tendríamos todo nuevo. Chuno salió dando un portazo, su enojo en cada visita es más grande, en cuanto lo vi entrar, le lancé una lista de reclamos y no lo soportó, ni siquiera saludó a nuestro hijo; enfurecida, desgarré el vestido de encajes y rompí vajilla, jarrones y todo lo que se podía hacer añicos, mi hijo intentó detenerme, estaba destruyendo todo lo que había adquirido llena de ilusión.


Reviso mi maquillaje en mi gran espejo, detesto mi gordura, he realizado todas las dietas y ninguna me funciona.  No sé porque sigo aferrándome al cuerpo y labios de Chuno, mi amado novio, cada vez que viene, me conformo con sus migajas y su desprecio; empiezo a odiarlo, ya no hay paz con él y con su ausencia, en cada partida, lo maldigo. He deseado vivir otra vida, otro amor y siento que mi hijo me estorba; el gran amor de juventud se distorsiona, no logro romper este vínculo, anhelo a aquel joven amante y aunque se con certeza que nunca será mío, que no me ama y, lo peor, que yo me miento; estoy estancada, me siento la novia vestida de blanco, vacía y extraviada.  Mi hijo hace todo para complacerme, me miente, finge y descubrí que sólo me odia; en cada enfrentamiento con mi novio, termino desquitándome con mi hijo, es el mártir que aún me soporta, ya es un adolescente y podría con facilidad doblegarme físicamente y no lo hace; muchas veces le grite que por su culpa, esto y aquello; y así lo siento, mi hijo es culpable de todo, de no haber nacido, yo ya estaría casada con cualquiera y sería muy feliz.

Entre llanto y suspiros, recapacito en esta fría madrugada, comprare otro vestido de novia, más moderno, haré otra dieta, le hablaré a mi amado novio y lo perdonaré por nuestra última pelea; le exigiré que cumpla su promesa de matrimonio, haremos una fiesta pequeña, tengo mis ahorros, podré ayudarlo con los gastos de nuestra boda, mi cariño le cambiará ese feo carácter explosivo y violento; le brindaré la casa de mis padres, haré cuanto me pida.  Le marqué a mi amado novio, aún era de madrugada y en su furia, me ha lanzado insultos crueles, es probable que estuviese dormido, pudo no entender mi ofrecimiento, mañana, sábado,  le vuelvo a marcar, cuando esté más tranquilo.