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domingo, 17 de diciembre de 2017

Bisutería



Clases de bisutería



Pulseras con dijes y medallas.

Puedes combinar cristales de diferentes colores; en esta ocasión, use perlas de pasta en blanco, deseaba un diseño más sobrio, sin dejar de ser juvenil y para todo tipo de ocasiones.


Lucirás elegante con cualquiera de estos modelos!

Botelleros navideños





Fieltro navideño





Deseando a la Sirena (Capítulo V)

Ví lo que hacía conmigo, abrazaba sin piedad al marinero, hombre joven y corpulento, yacía desnudo entre sus garras y su cuerpo, tenía un gran lunar cerca del ojo izquierdo, ella bebía de su cuello, de sus dedos, de sus muslos, él sonreía extasiado, elevaba su cuerpo hacia ella, todo, sin excepción, se lo entregaba; la bella Sirena hechizaba con su canto arrullante, embriagador, alrededor, las damas y los demás varones, estaban en una especie de sueño, de trance, trataban de tocarla, como si se tratara de un espejismo, no lo lograban, yo, entre ellos, deseando estar en el lugar del marinero, creo que lo odié, contemplé furiosos como se acunaba en esos pechos, bebiendo de ellos, ¡cuánto gozo!, ¡era exquisito!, bien que lo sabía.

El mar despiadado y revuelto, tormentoso, azotaba sin piedad ese saliente de rocas, parecía una isla rocosa en miniatura, todos se aseguraban en cada roca disponible, los marineros más fuertes se habían amarrado a la roca más alta, eran tres, eran casi una docena de personas, entre ellos, una pequeña y otro chico, adolescente; con todo y mi debilidad, me apoyé entre una roca no tan alta como las otras y la barca en la cual había sido rescatado; algunos de los marineros logró tomarme de los jirones de mi ropa y otro más me tomó de un mechón de mis cabellos, justo cuando luchaba  por salir a flote en ese mar pavoroso, así es como no sucumbí ese día;  después, la barca chocó con las rocas salientes y al ser perforada, todos saltaron hacia las rocas, a merced del viento cruel, de morir ahogados, en caso de subir el nivel del mar y... de ella.

Esta vez, fue el turno del chico, envolvía al adolescente hasta con la maraña de su cabello azul; en frenesí, el chico abría los brazos, los dedos y se desintegraba en sus besos mortales, gimiendo, la bella Sirena se enroscaba cual serpiente, ¡cómo lo disfrutó!, ¡cómo lo disfrutaron!, esa vez, su coral de boca bebió hasta en los más íntimos secretos del chico, lo poseyó a su antojo, una, dos, muchas más; le permitió vivir, fue de ella durante días; el joven sólo vivía para entregarse a la Sirena, miraba el inmenso mar con desesperación, anhelando verla emerger, al igual que yo, lo que daría por un beso de ella, sólo uno más.

Después de regocijarse con el novato, después de llevárselo, volvió por los más fuertes, uno a uno fueron desapareciendo, en el remolino de su melodía celestial y con sólo una mirada de ella, se colgaban de su busto estrellado y los consumía ante las miradas encendidas de todo el que quisiera ver, cómo no hacerlo, era tan bello ese tormento, esa ofrenda; no había quien no estuviera dispuesto o dispuesta a renunciar a sí mismo, en esa piel de manto estrellado.  Deseaba beber las estrellas de sus pezones pequeños, ¡cuánta sed!

Ni una mirada se había dignado dirigirme, cuántos besos, mimos, mordidas hacia todos ellos, qué delicadeza en esas notas perfectas que enajenaban hasta el borde de la locura, de la muerte misma; ¿dementes?, sí, cuando eligió a la pequeña, su propia madre se la entregó.

De los lobos de mar, no quedó nada; del oficial tan gallardo, su espada, una cuerda y algunos mendrugos de pan rancio, húmedo, los cuales compartíamos en medio de un silencio rociado de sal.  Un viejo y una mujer eran lo último para seleccionar, yo, no contaba. Su aroma la delataba, era tan intenso y corrompido, no siempre llegaba con su canto al viento, lo hacía sigilosa, maquinando no sé qué, contemplando a su humano, carne, eso, sólo carne.  Una mirada de soslayo hacia mí y me incorporé de inmediato, decepción, iba por el anciano, el viejo de ojos azules ya la esperaba desnudo, tomó su mano y, suavemente, se perdió en el oscuro mar.  Esa noche, la mujer, la última, me abrazó y sollozó suave, ambos lo hicimos, al día siguiente volvería esa belleza cruel, ardiente y hechicera.  Nuestra fortuna estaba escrita.


lunes, 11 de diciembre de 2017

La prisión de plumas

Podrido, el jitomate estaba podrido, aún así, me lo comí, escurría por mi codo un poco de su jugo rojizo y pasé mi lengua por todo mi brazo, ninguna gota escapó a mi voraz hambre.  Un ligero rayo de luz se filtraba por el pequeño agujero, de lograr alcanzarlo, estaba segura, mi mano pasaría por ese hueco que alimentaba mi prisión de aire, de esperanza, de sueños y de ese leve resplandor que jamás lograba tocar, yo soy tan pequeña y esa perforación está a casi tres metros de altura; cientos de veces, apilaba las plumas de gallina que eran introducidas por ese orificio, me subía hasta la cima de todas las plumas y brincaba con todas las fuerzas que lograban mis piernas, me estiraba el doble de lo que mi cuerpo podría, normalmente, bueno, eso creía yo.  Tosía cada vez que apilaba las plumas, a veces vomitaba, las plumas en la oscuridad causaban un gran revuelo, no lo veía, pero, mi nariz y garganta daban cuenta de ello, que tos tan escandalosa y fastidiosa, ni modo, en la pequeña prisión no hay un centímetro sin que esté invadida por las plumas, debo respirarlas por todos los poros de mi cuerpo.

Qué comezón!, no logro aliviarla, es desesperante, se me clavan las plumas en todo el cuerpo, es una picazón eterna, no hay paz, todo lo llenan, me las trago cada vez que toso, cada vez que suelto una palabra o un pensamiento hablado, hasta en los oídos se introducen estas condenadas plumas. ¡Qué infierno!

Siempre me he preguntado el por qué de las plumas, cierto es que, es una tortura, pero, a quién se le ocurrió que algo que viaja ligero en el viento, que lograría acariciar o arrancarte una carcajada, también lograría ser una maldición. ¿De dónde sacan tantas plumas?, ¿dónde estoy?, ¿qué tipo de prisión es esta?, acaso, ¿será el purgatorio? Plumas!, malditas plumas!, con sólo pensarlas, pican más.

Día a día, va creciendo el nivel de plumas, me llegan al busto, en cada paso, por más lento que sea, las plumas crean un sofocante y asfixiante ambiente, he sentido morir tantas veces, tosiendo; a veces, he tardado tanto en encontrar la cebolla que me arrojan para comer, ahora, son cebollas, desde hace muchas semanas, anteriormente, eran jitomates; mañana, ¿qué será?, ¿qué me arrojarán?, ¿me olvidarán?, ¡ojalá!

Cada vez que lanzan un puñado de plumas,  llegan humedecidas, es su método de enviarme agua, debo chupar las plumas para hidratarme, varias veces al día, ¡muero de sed!; por tres días, me enviaron el puñado de plumas mojadas en agua salada, aún así las chupé hasta el cansancio, me imaginé un delicioso caldo de pollo, ¡cómo lo disfruté!; lo grave, la sed que me atormentó después, tres días no recibí plumas húmedas, creí morir, estuve a punto de suicidarme tragando plumas en mi desesperación, no lo logré, sólo vomité y vomité; lo poco que orinaba, lo hacía en las plumas y bebía mi orina, ¡deseaba tanto morir! ¡Aún respiro!

Sólo quisiera saber por qué estoy en esta prisión, ¿de qué se me acusa?, ¿cuál fue mi pecado?; desperté en este agujero insano, sin plumas y, ahora, estoy a punto de ser cubierta por ellas; MILES, SÍ, miles de veces grité mi desconcierto, mi inocencia, imploré, recé, acepté lo que ellos quisieran, me declaré culpable de lo que fuera, para ser liberada, si ellos veían en mi a un demonio, en ello me convertiría; ¡la libertad todo lo vale!, al grado de negarse uno mismo.  Me han lapidado con lo más sutil, ¡pesan tanto!  Intenté hacer racimos de plumillas, atándolas con las plumas más largas, hice cientos de bultos con ellas, pero, fueron tantas que casi enloquecí, extravié la cuenta, no me he perdido.

Inhalo plumas, jadeo, me sofoco, me estoy hundiendo...





Juego de baño navideño en fieltro


Desde tierra Azteca, reciban un abrazo  fraternal y muestro alguna de mis labores, deseo que sean de su agrado, sinceramente, Azteca.


Un renito muy educado en el baño

Juego de baño con renito

Juego de baño navideño, bordado con listón

Clase Bordado con listón, juego de baño navideño
Galería Elenita
Es su primera labor

Vela navideña



Decoración navideña

Base de madera, vela aromática, foam, naturaleza muerta o guía verde, 4 picks, listón metálico en dorado, nochebuenas de terciopelo con aplicación en dorado.

Nacimiento elaborados con cerillos





Todas las piezas son elaboradas a base de cerillos, labor de gran paciencia y dedicación.

Nacimiento en campana


Mide 65 cm de altura.



Santa grande para puerta


Santa para puerta, Mide 1.50 m de altura.

Galleta de gengibre, Santa y más...


Elaborado en fieltro, pintura textil inflable, espiguilla, ramito de cerezas y perla roja.
Espero que sea de tu agrado, la diseñé con mucho entusiasmo!
Atte., Azteca.






domingo, 8 de octubre de 2017

Huyendo de la Sirena (Capítulo IV)

Sorbo a sorbo, iba minando mi cuerpo, la bella Sirena chupaba la sangre de mis dedos en cada visita; entre besos insaciables y malolientes, entre mis piernas y su cadencia resbaladiza,  la Sirena acudía a mí, a medianoche, antes del amanecer, a cualquier hora, se alimentaba de este cuerpo delgado, había perdido varios kilos, mi abultado abdomen había desaparecido, mis piernas delgadas daban lástima, el anillo de oro con mi escudo familiar lo tenía amarrado al bies de mi ropa para no extraviarlo, mis prendas hechas jirones aún me protegía del sofocante sol y en la fría madrugada me esmeraba en cubrir todo mi cuerpo con esas telas húmedas. La hermosa boca de la Sirena se unía a la mía y me obligaba a tragar de su saliva asquerosa, ya no me resistía; me sorprendió varias veces observando sus  besos en mi boca y mi sonrisa ante sus muecas, aquí, sus ojillos maliciosos se alargaban, se hacían profundos y terriblemente oscuros, con un fulgor siniestro, sin dejar de besarme y acariciarme, ¿quién se burlaba de quién?

La noción del tiempo la había extraviado, este cansancio, este deseo, esta desesperación de no verla, me tenían en un frenesí ilógico. El mar se bosquejaba en mis ojos opacos, en mi mirada, con sol, con luna, con bruma, con lluvia y, ella, no volvía; mi estómago, mi cuerpo se estremecían cada vez que ensoñaba su presencia, sus caricias y ese arrullo que embriagaba mi discernimiento.  El dolor de mi rodilla derecha se había intensificado, no podía apoyarme en ella, en la última visita de mi querida Sirena, ella me mordió el muslo y, la rodilla derecha, había sorbido de mis carnes lastimeras; ya ni siquiera me defendía cada vez que succionaba de mí; todo el cuerpo me ardía, sus labios y sus manos eran filosas, donde me besaba, me dejaba una herida; donde me acariciaba, me arrebata el alma y el espíritu.

Dormité, abrazando la roca, cuando algo se estrelló en mi espalda, era una madera, lo suficientemente grande como para soportar mi cuerpo, el golpe me hizo recuperar la cordura, me aferré a la madera y me dejé llevar por las olas, con esos movimientos constantes me alejaría rápidamente de mi roca, ¿a dónde?, lejos de ella, la Sirena; finalmente, no quería morir, aún no, y de no morir de hambruna, moriría en su sed inagotable de mi sangre, de hecho, ya lo estaba logrando la encantadora Sirena, porque ya había consumido hasta mi corazón. Al vaivén de las olas, lloraba lastimosamente, no volvería a verla, no volvería a besarme, a lastimar todo mi ser, a ser de ella.  ¡Cuánta estupidez!  Algo en mi psique me reprochaba lo absurdo de este sentimiento insano, ¡amar a quien me destruye!, lo reconocía, pero, seguía doliendo. Me arrojó una gran ola y me solté de la tabla, ¡no sabía nadar!, empecé a hundirme, el agua entraba por mis oídos, era horrible esa sensación y ese golpetear del agua en ellos, intentaba desesperadamente salir a la superficie, movía mis brazos y mi pierna izquierda, los movía con gran angustia, ¡no deseaba desaparecer sin dejar huella!, ¡no!, ¡quería vivir!, ¡vivir!




Moldes gratis, Halloween!



Moldes aquí:

https://azteca-manualidades2.blogspot.mx/2015/10/tutorial-para-juego-de-bano-dia-de.html

Decoración Día de Muertos


Fieltro, pinturas textiles y a trabajar!
Mide 60 cms de altura

Decoración para Halloween!

sábado, 30 de septiembre de 2017

El busto de la Sirena (Capítulo III)

Mi lengua buscaba inquieta entre los poros de la roca, mi sed era terrible, me sentía en confusión, aún así, mis brazos seguían alrededor de esa roca, como si fuera un ser humano, mi héroe; en realidad, era mi salvación.  Empecé a llorar, moriría de sed, en medio de tanta agua salada, ¿qué estaba pagando? Lloré suave, no quería deshidratarme más, imaginaba morir acartonado, como esas momias egipcias, las había visto en fotos, las fotos de Quirino, el antropólogo; ahora que lo pienso, ¿qué opinaría Quirino de la Sirena?, seguramente dudaría de mi sensatez, de hecho, yo dudaba de ella, ¡qué locura la mía!

¿Invocada?, ¡nunca!, era una traición de mi mente, las Sirenas no existen, entonces, ¿qué hace ella aquí?, lo confieso: sentí alegría, en esta inmensa soledad, lo juro, inmensa hasta no ver ni el sol, ni la luna; tomó mi débil cuerpo y me resistí, lo juro, ¡cuantos juramentos!; ya me había soltado de mi salvación, la roca y mis manos la empujaban, no quería tan cerca ese aliento.  El sol brillaba intensamente sobre sus pechos perfectos, sus pezones eran pequeños y brillantes, brillaban sus senos, su cuello, parecía que estaba plagado de diminutas estrellas, no podía dejar de verla; ahora que estoy a punto de morir de sed y de hambre podría soportar ese olor pestilente de su cuerpo.  Le sonreí, bueno, lo intenté, me sentí con más arrugas en mi rostro, ¿los años?, ¿la sal?; me arrepentí de doblegarme ante ella.

Ví su lengua entre sus labios, cuando se acercó a besarme, cerró los ojos, sentí asco, pero me contuve, metió su lengua en mi boca, al mismo tiempo que me besaba, besaba como un humano, yo le veía, nunca cerré los ojos, aunque hice bizcos, me dieron risa sus gestos, era tan cómica, parecía que quería comerme, también logré contenerme de no estallar en risas; tenía sus manos en mi cuerpo, debajo de mi ropa desgarrada, me acariciaba la espalda, atrayéndome hacia ella, con suavidad.  Dejé de sentir asco por lo salado de su boca y su asqueroso aliento; su saliva era más viscosa que la mía y tragué un poco de ella; en un grado de excitación perturbadora, me desprendí de ella, sus caricias no tenían fronteras, ¿en verdad, he enloquecido?; miré hacia su negado sexo, sólo colgaban escamas grandes, rasposas y gruesas, en este punto deseaba preguntarle cómo es que tenían sexo entre su especie; jamás habíamos conversado, ¿cómo me comunicaría con ella?, volvió a besarme, haciéndome tragar su saliva salada y maloliente, acariciaba mi rostro con el suyo, mi cuerpo con su busto y su parte de pez, se enroscaba en mí y jadeaba; traté de negarme, fue imposible, me abandonaba en ese cuerpo; tenía hambre de otro tipo, ¡qué osadía!, ¡qué binomio imperfecto!

Volvió a perderse entre una ligera espuma, llevaba enmarañado su cabello, como el mío. Creo que la asusté cuando grité, ¡no!, corrijo, vociferé: ¡basta!, ¡vete!, la ahuyenté como se ahuyenta a un minino, aventándola para alejarla de mi cuerpo, de mi vida, de mi roca; sonrió dulcemente, también lo hicieron sus ojillos, su mirada, ya no me estremecieron de miedo, como al principio. ¡Qué extraño!, no tengo sed, ni la boca seca, me siento mejor.  Contemplando las estrellas, abrazando mi roca, pensaba en su busto estrellado, parecían diamantes incrustados en sus pezones pequeños, cuánto fulgor en esos senos, dormí sin sed, lo aseguro.

domingo, 24 de septiembre de 2017

El demonio de mi almohada

Enardezco o tranquilizo al demonio que vive en mi almohada, en la penumbra,
Al abandono del sol, poso mi cabeza en ella, sólo para desatar mis manchas;
Espera de forma malsana mi canto; me encadena, se burla de la sal de mi llanto,
Me domina, acaricia mi cabello plata, fielmente y me confiesa hasta el amanecer.

Sin queja, en lucidez, escribo este poema, a ella, la almohada, a mi hoguera,
A mi paz, nube de mis pesadillas, de mis sueños serenos; creo que también me ama,
Me extraña de día, aunque sé que me odia; llora por mí, no lo admite, lo siento,
Me mece, se esmera, suspira mi congoja, conduciéndome a la irrealidad del ensueño,
O se regodea con mi sufrimiento, envileciendo mis lamentos, alimentándose de mi vela.

Ese demonio no muerde mi corazón, arrulla mis delirios que me coronan, los que me maldicen,
Los negros, los dolientes; elevándome a lo etéreo, purificándome, aliviándome de ti,
De ellos, de todo, de mí, cada vez que hundo mi rostro en él, naufragando, me anclo ahí;
En desvelo, el demonio, espera el sin fin de mi sollozo desvalido, rozando mis sienes, mi boca, mi frente.

Liberándome, sin conseguirlo, el demonio de mi almohada, sincerándose,
Se descubre en mis sueños, se devela que, es en realidad un ángel,
 Ángel caído, por mi causa, por ese chacal que me arruina,
Por esos engendros que me consumen, velnias que me arañan y carcomen mi alma;
Hechizo enviado a ungir mi cabeza con incienso, hasta que sonría, de noche, al alba, día a día.



Vil dragón

El engendro de sus pesadillas, las peores, de su infancia, de toda su vida; le vio venir a lo lejos, ahí, esa temible existencia,  tembló, las piernas no obedecieron sus pasos, dudaron al verlo venir, se cuestionó, en confusión, "¿Existe?", "¡Sí! y le sudaron sus manos.  Pasó junto a él, esa bestia infrahumana agachó la cabeza, hizo huidiza la mirada de diablo; no era tan temible, ya no.  Ese color de bronce, piel agrietada, ya no parecía tan sombrío; como le había engañado con su miedo de pequeña inocente, cuando le miraba aterrorizada, le veía imponente y malvado; en realidad, es frágil, si ella quisiera, podría romperlo con sólo desearlo.  Se arrastra cual serpiente cuarteada, ahora, verle, era lastimero.

Cuándo fue que ese ser mustio y desgraciado, le había rasgado la mente, el alma, sus tres corazones; cómo pudo atreverse a romper el umbral del juicio de sus tres mentes fantasiosas e inocentes.  Acaso, ¿un demonio le poseía?, acaso, ¿eran tres malditos espíritus, todos en él?  Cómo era que en esa oscuridad nebulosa siempre estaba presente y brillaban esos ojos enardecidos,  aferrada a un dios sin piedad, arrinconada entre papel sepia y metal impuro, maleable, era consumida en sus tres almas por la insaciable voracidad de ese zafio ser siniestro.

¿Dios todo lo sabe?, siempre se cuestionó, por años, demasiados y, si todo lo veía, ¿por qué no musitó nada a su oído? La única respuesta que escribió su magia, su compañera, su sombra, fue la negación, lucifer no existe, es una blasfemia en la vida; las manos humanas, son humanas, no pueden ser garras ardientes; no fueron creados los alientos viscosos, quemantes, que manan el más puro veneno cuando quieren decir una palabra suave y, en un soplo de voz, atraviesan lo frágil del más tierno corazón, de dos, de tres, de los que sean necesarios, hasta destruirlos. 

Se doblan sus rodillas, su cintura, su mente, bañada en llanto, aún no sabe cómo es que vive, qué es lo que late en su pecho.  Pisará firme, siempre lo ha hecho, aunque su alma en derrumbe no abandona esa oscuridad, no puede, en esa penumbra murieron tres, cómo olvidarlas y, aunque existen, van en abandono, muertas, en trance, negándose a ser traspasadas por la bocanada de un vil dragón.

Descenso al Hades

Qué necedad volverte con todos mis locos sentidos, estúpida y 
ferozmente, pecado terco, reclamando con agitación vibrante,
 respirando erróneamente, en palpitar, llevándome a ti, 
trayéndote, exigiéndote, en súplica: "bebe de mí".

Admití, sin arrepentimiento, el vaivén, el encanto, en el que
Mi cuerpo es débil, cobarde, abandonado al tuyo;
 Al evocarte, oprimo este corazón y desciendo al Hades,
A la legión de malditos,
Bulle en mi mente lo inmundo de mi vicio por ti, 
de mi corazón.
Parte de mí observa, callada, decretando
Lo efímero de mi existencia, al ser tú, amarga cruz.


domingo, 10 de septiembre de 2017

¡Adelante, Guerrero!

Herido de muerte, sostiene su espada.
Estremecen sus piernas, así se levanta.
Sus ojos en bruma,  avanza.

De sombra la muerte, ya no se separa.
Guerrero lo sabe, no combate  con ella.
Lo avivan sus muertos, se apoya en Dios.
Lo incita mi alma, lo exhorta mi corazón.

La vida y la muerte tienen desavenencias.
Rivales y hermanas, hay choque por él.
No existe piedad, alguien dominará.
El tiempo se cumple y una mano lo sujetará.

Combate con fiereza y decisión.
Sin último instante, él todo lo da.
Su mente maquina estrategias, no proyecta caer.
No se detiene, tropezando, anticipa su andar.

¡Adelante, Guerrero!
Ruge en mi pecho, culmina en mi voz.
Tu lucha, perpetua en mi memoria.
¡Tu sino, en manos de Dios!

Hurgando en su mente

De rodillas, casi abatida, la guerrera seguía adelante,
No lograba incorporarse, se apoyaba en troncos,
Algunos secos, huecos, otros más,
Se pulverizaban al ser tocados.
Casi le daba alcance el enemigo;
De sus heridas, de su sangre vertida, sacaba coraje;
No le atraparían, se lo imploraba en grito apagado.
A lo lejos, algo brillaba, ¿eran espadas?,
¿Su pueblo o enemigos?, no importaba, ya no.
Su alma y espíritu eran fuertes, el cuerpo era un traidor,
Sin embargo, a él se aferraba,
Logró levantarse con un fuerte apoyo que
Halló hurgando en su mente: Ella misma!

Cada noche

El que por su gusto muere...!

Moría cada noche, deshecho,
Al amanecer, resucitaba.
No había tiempo que perder,
En el frenesí de su vida,
De su loca carrera,
Tropezaba, caía, se levantaba
Y seguía corriendo.
Deleitábase en pasiones fugaces,
El amor era una pérdida de tiempo,
Tiempo que no atesoraba,
Pues todo era malgastado
Y desgastado.
Bebía la vida de un solo golpe.
Sin futuro, sin promesas.
Realmente, morir eternamente,
Lo anhelaba!

Llamado

A su llamado imperioso, acudí,
Esa ternura, ese calor tibio,
Esa sonrisa inocente y
Sus luceros inquietos,
Me han hechizado,
Pobre de mí.
Le sonrío sin poder apartar
Mi mirada de él,
Me subyuga,
Estoy perdida en su cercanía.
¿Por qué me siento Tan niña?
¿Por qué olvido mis batallas
Cada vez que pronuncia mi nombre?
Con su aliento en mi mejilla
La vida deja ser salada y amarga.

Cojín navideño


Pingüino cojín.

Diseño de mi autoría. Galería de Laurita.

Fieltro navideño



Fieltro navideño.




Santa en dorado, con gran contraste en la aplicación de moño rojo, mide 65 cm de largo.


domingo, 3 de septiembre de 2017

Camino torcido

Como la brisa en mis dedos,
Como el aroma que abraza mis sentidos,
Cuál agua acuñada en mis cabellos,
Así eres tú, sin espacio, sin tiempo,
Sin poder estar un sólo momento
Entre mis brazos, en mi tibieza,
En mis pesadillas, en mi llanto,
En todo lo que me sofoca,
O endulza mi alma!
No quieres ser!
No quieres estar!
No te interesa mi alma,
Tienes de más!
Ve, sigue tus rituales, tu jolgorio,
Tus andanzas!
Que mi camino está errando,
Torcido, hacia ti!

Alma gemela

El cielo plomizo se precipitaba con furia, purificando todo menos a esa alma errante; él no percibía el frío, descalzo entre el lodo y piedras y por más que el riachuelo se esforzaba, no lograba arrebatarle de su obsesión: ella, era la luz al final del túnel, su doctrina, su juez, su verdugo, la última estrella de su sombrío universo; empapado de ella, esa ánima se perdía y nacía; con ella se elevaba al cielo y al infierno.

Alucinado, él charlaba con el viento, con billetes en una mano, mientras cargaba con la otra mano a su amada, la más bella, le poseía con sus labios, con toda la fuerza de su pasión, extasiado, su lengua jugaba con esa boca fría, lejana. Escurría la lluvía en su chamarra harapienta, mugrosa, oxidada; sus rizos, cual la noche, apagados, se perdían en la negrura de su cuello y de la rancia prenda; sus pantalones, a la cadera, camiseta negra, ceñida, combinaban a la perfección con su atuendo: una ruina, él lo sabía, como si le importara.

Su parloteo trastornado, ¿a quién?, ¿a ella?, ¿a los billetes?, ¿a su mano?, ¿a su memoria?; él, veía al cielo, mojaba su rostro y aullaba, gimiendo, ¿lágrimas?, ¿lluvia en sus ojos?; su frente hirviente la apoyaba en su mano, la que sostenía los billetes; le consumían sus ojos, quizás, esas lágrimas brotaban de su pecho afligido,  de lo que calcina la tierna mirada y la garganta; ella era aprisionada entre la delgadez de ese cuerpo de macho y su mano derecha, ruda, morena, temblorosa, pero firme cada vez que la dominaba.

Ella era acunada en esa axila, cubierta por la desgracia de ese ser que ya no existía, que ya no era, sólo flotaba con ella en mano, lo conseguía; la manoseaba, era tan fría y, aún así, lo encendía.  Se encadenaba a esa boca pequeña, la más pura, por la que se perdería mil veces, lo que le quedara de cordura; por ella, él, negaba todo, sus amores, su pasado, su futuro, su dinastía, su juicio, su espíritu, ya no se pertenecía.

Ella, vacía, en su frialdad, sería requerida, él, jamás le soltaría. Los billetes que tenía lograrían pagar por ella, la codiciaba a través del cristal; la realidad de todos, para él, fue negada. Con sus más tiernas caricias, sin soltar los billetes, recorría ese cuerpo esbelto, rígido, no palpitaba; él, temblando, excitado, le acariciaba con su rostro, con sus rizos negros, con la punta de su lengua, con sus dientes, con su cuello, con sus sienes, con sus versos candentes, con su pecho y ...

Él la acomodaba entre sus muslos y, en un descuido, ella cayó de su mano torpe, haciéndose pedazos; sus ojos oscuros brillaron de llanto, se golpeó la cabeza con los dos puños pardos, sin soltar los billetes que atesoraba en la mano izquierda; ahora, él, gemía, bramaba y se insultaba.  La lluvia, esta vez, purificaba sus pies sangrantes, habían pisado los trozos de vidrio de su diosa fragmentada, de su alma gemela: su botella de vino.

Alas negras

¡Se asomó y se deleitó con lo visto en la tierra.
Hacía gala de su bondad, de su protección.
Saboreó lo dulce y evitaba lo amargo.
Mordía, sin caricias, arrebatado.
Huía en cada turbulencia, el cielo le requería.
Aquí, el simple mortal le amó, le idolatraba.
Juraba que sin su aroma, no podría vivir.
"El amor es ciego", dicen.
De una luz tenue, celestial, fue iluminado,
Develado; Sí, era un ángel,
Con Alas negras!

Guerreras

¡Fuertes y hermosas, unas guerreras.
Hoy les hablé, les llené de caricias y besos.
Sin ellas no existirían los tiempos,
Las distancias, los pasos, los caminos.
Tímidas, aceptaron mis
Sentimientos no expresados;
Con mis tiernos roces, sólo temblaron,
No dijeron una palabra,
No era necesario,
Ellas sólo actúan,
Las promesas,
No están en su vocabulario!



Clases de artesanías y manualidades enTlalpan






domingo, 20 de agosto de 2017

Cupido triste

¡Había caído una y otras veces más,
Cupido, triste, no sabía si llorar, reír,
sentir tristeza o burlarse de sí mismo!
Por qué huyes, por qué me olvidas, Amor?
¿Será que los corazones, no son humanos?
¿O, aprendieron a resucitar en cada agonía,
En cada partida del ser amado?
¡Triste corazón, terco, aferrado,
No llores más que,
Cupido, muere desangrado!

Corrían

Corrían entre risas y miradas felices, extasiados,
Nada les detendría!
Era tiempo para volar, soñar y despertar!
Quién no se contagiaría de esos ojos chispeantes y risueños?
Quién le daría la espalda a lo genuino de su empeño?
Cómo negarse a esa tierna caricia, suave, hasta inexperta,

De sus mejillas sonrosadas?

Mi chico no llora!


En desvelo, se agolpaban los mejores recuerdos de
el bailarín, su chico,
Su voz firme, su profunda mirada.
Su mente recreaba la melodía, su danza, su risa.
Algunos sonreían,
Otros más, con gesto duro,
Le contemplaban y juzgaban.
El bailarín, danzaba para sí,
Para sus fantasmas, sus espíritus, lo sabía,
Nada le distraía, solo hervía
En su cabeza, en sus venas,
Que era el momento de demostrarse lo que bien sabía que era;
Y se repetía, hasta el cansancio, divertido:
Los chicos no lloran, sólo saben bailar!


Mil formas de amar

Podrás tener más de mil formas de amar, pero,
Ninguna me ha hecho feliz, después de descubrir tu mala memoria.
Me niegas, me olvidas, en cada ensayo de amor, en mi ausencia, con otras.
Las primeras veces que me negaste en tu ser, lo hiciste al caer el alba y no lo entendí.
Sigo sin entender,
Tu respuesta nunca será suficiente.
Te abrí mi corazón, mi alma, en una singular forma de amar,
Sin pretender nada, absolutamente, sólo tus brazos.
Te entregué mi vida entera en una luna llena y no era que hubiera luna, el cielo estaba encapotado, la luna la avergonzaste tú, eso creía;
Quería creer que eras tú,
Craso error, me rendí a lo desconocido, veía sin ver,
Fui la amenaza más temible a mi espíritu que

Tu ejecución misma,
Al volcar mis emociones en esa formas agrias e inseguras, turbias, de tu ser.
En ese arte de seducción, eres maestro,
Sin embargo, en tu esmero pasional, jamás te entregarás por completo,
El beso de Judas no sólo esta en tus labios, lo portas en toda tu alma!



"Moldes gratis" (Navideños)

Moldes navideños gratis!

Vaca-Angelita


Fieltro, pick de cerezas, galón dorado y aplicaciones.
Linda vaca navideña, lucirá en cualquier espacio!

Anímate!