Le cubrían las piedras, estaban tibias, Ticis, esperaba, paciente,
observaba la flor dormida, el frío la despertaría de su letargo, parecía
seca, muerta. Calor calcinante, lluvias abundantes, vientos furiosos y la flor no perecía, se hacía más fuerte; Ticis le cuidaba, con su cuerpo le protegía, soportando las inclemencias del tiempo, jamás se apartaba de la flor. Algunos brotes verdes en todo el vacío del paisaje, solo piedras, la flor y Ticis. Las
piedras gimieron, chocando entre ellas, se acariciaban felices, Ticis
no perdía detalle, la flor se abría, embriagaba todo con su aroma,
brillaba y exhalaba sentimientos contenidos; Ticis, agonizaba, la flor
se inclinó hacia Ticis, lloraba gotitas de rocío, amaba a Ticis, como no amarle, cuando Ticis le ofrendaba su amor y su vida.
"Ticisssssss!", Murmuraba la oscuridad eterna, la flor emanaba el calor desde sus raíces, Ticis no podía morir, no! La
sonrisa débil de Ticis lo bañaba todo, las piedras vibraban, chocando
entre sí, amaban a Ticis, no cubrirían su cuerpo sin vida, no serían su
sepultura, se negaban a no volver a tener la tibieza mutua, a su risa y
su charla siempre animada, esperando el invierno, el beso gélido que
vuelve a la vida los corazones muertos.
Muerta!, sí!, muerta la flor! En su letargo, la flor, exigía la protección de Ticis!, egoísmo puro, despectiva, realmente, nunca le importó Ticis, guardián enamorado. Un ligero temblor y con eso era suficiente para reanimar el alma de Ticis, nunca fue! Fe, eterna espera, cortaron el espíritu de Ticis, ¿el amor destruye? ¿El amor todo lo aguanta, hasta la muerte? ¿El amor es negarse a sí mismo? ¿El amor es soledad?
La flor no soltaría a Ticis, renacería, entre los pétalos de un tierno brote, en la flor misma, le pertenecía, Ticis no le abandonaría nunca, ya no, demasiado tarde!, serían savia y sangre, suspiro y esencia perfumada, el corazón de Ticis ardería en el filo invernal, en cada renacer de la flor, palpitaría en amor eterno, la flor, jactándose, viviría de la muerte misma!