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domingo, 9 de diciembre de 2018

Existir

No era nada y se abandonó al viento,
Se arrojó en el tiempo,
Postergó el espacio,
Liberó pasiones,
Desvaneció vida, muerte e infinito,
Y fue así que, Despojándose,
Existió!


viernes, 30 de noviembre de 2018

Ticis

Le cubrían las piedras, estaban tibias, Ticis, esperaba, paciente, observaba la flor dormida, el frío la despertaría de su letargo, parecía seca, muerta. Calor calcinante, lluvias abundantes, vientos furiosos y la flor no perecía, se hacía más fuerte; Ticis le cuidaba, con su cuerpo le protegía, soportando las inclemencias del tiempo, jamás se apartaba de la flor. Algunos brotes verdes en todo el vacío del paisaje, solo piedras, la flor y Ticis. Las piedras gimieron, chocando entre ellas, se acariciaban felices, Ticis no perdía detalle, la flor se abría, embriagaba todo con su aroma, brillaba y exhalaba sentimientos contenidos; Ticis, agonizaba, la flor se inclinó hacia Ticis, lloraba gotitas de rocío, amaba a Ticis, como no amarle, cuando Ticis le ofrendaba su amor y su vida.

"Ticisssssss!", Murmuraba la oscuridad eterna, la flor emanaba el calor desde sus raíces, Ticis no podía morir, no! La sonrisa débil de Ticis lo bañaba todo, las piedras vibraban, chocando entre sí, amaban a Ticis, no cubrirían su cuerpo sin vida, no serían su sepultura, se negaban a no volver a tener la tibieza mutua, a su risa y su charla siempre animada, esperando el invierno, el beso gélido que vuelve a la vida los corazones muertos.

Muerta!, sí!, muerta la flor! En su letargo, la flor, exigía la protección de Ticis!, egoísmo puro, despectiva, realmente, nunca le importó Ticis, guardián enamorado. Un ligero temblor y con eso era suficiente para reanimar el alma de Ticis, nunca fue! Fe, eterna espera,  cortaron el espíritu de Ticis, ¿el amor destruye? ¿El amor todo lo aguanta, hasta la muerte? ¿El amor es negarse a sí mismo? ¿El amor es soledad?

La flor no soltaría a Ticis, renacería, entre los pétalos de un tierno brote, en la flor misma, le pertenecía, Ticis no le abandonaría nunca, ya no, demasiado tarde!, serían savia y sangre, suspiro y esencia perfumada, el corazón de Ticis ardería en el filo invernal, en cada renacer de la flor, palpitaría en amor eterno, la flor,  jactándose, viviría de la muerte misma!


Mole Colgada

Con paso ligero, sin prisas y sin angustia, llegué a ti;
Mole Colgada, besado por los cuatro vientos, rociado por las perlas de tantas almas, su ofrenda. Su congoja es grande.
Me mirabas a los ojos, buscando mi lastre ruin, advirtiendo que ya no lo arrastraba más, pesó igual el rictus de tus labios y la pátina de tu rostro. Fingen, hipócritas!
Te forjaron con los más puros metales, con sangre, sufrimiento, traiciones y burla; cuanta avaricia!
Acuden a ti los fantasiosos y zafios, a vertir el asco de su ser y continuar en la podredumbre de su alma, alardeando tu perdón.
Te vi diferente, aún eres impresionante y antiguo; frío e inaccesible; sin lengua. Ellas lloran.
Mi paz te hizo temblar, extrañaste mi clamor,
Siempre pierdo, lo confieso y sonrío, aún duele.
Busqué tus ojos perdidos en la nada y sin fondo en ellos, no quise perderme.
El sol me rozaba, tibio; tú, frío, corazón de piedra, estatua de sal.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Clases de bisutería



Cadena elaborada a base de argollas, labor de gran dedicación: el dije, colgante, es una argolla con perlas acrilicas y cristal checo.
Galería “Cyntia”

viernes, 23 de noviembre de 2018

Hoy

Aduéñate del tiempo, omite las distancias y abrázame!
Confunde pasado y futuro,
Haz eterno el presente,
Quédate!, Bésame!
Danzaré en el viento,
Sin historias, Leyendas olvidadas.
Toca mi mano, He vuelto,
Este es el día elegido,
Volví aquí, contigo,
Traspasé fronteras en
Un salto cuántico,
Lo decidí entre todos
Los días de este sueño llamado vida,
Disfrutemos lo extraordinario de
Un día simple: Hoy!

Un sueño

Soñaba en darle alcance,
Pisar sus huellas tibias,
Y era su sueño, amarle,
Dormir en sus brazos y soñar,
Creando torbellinos al amanecer,
Besaba al viento,
Ansiando el goce de sus labios, Dulce anhelo,
Sueño no seas cruel, no le abandones,
Mira su dicha, por fin se pertenecen,
Murmura soñando, sonríe, déjale ser,
No le despiertes, soñar es vivir, créelo, por que,
La vida en sí, es un Sueño!


Tú y Yo

No desaparezcas!
Aún no, te necesito!
Atiende el llamado del Amor!
No huyas, haces tanta falta!
Mira que sin tu mano fuerte, flaqueo!
Mírame, eres guerrera!
Lo sé bien,
Lo dice tu poema,
El de "Adelante, Guerrero"!
Tu sangre de tinta bien que lo dictó,
Conoces tu alma, tu espíritu ruge!
Vamos, siempre Tú y Yo!
Y, con firmeza, se alejó del espejo...

Ven!

Dulce temblor,
Saciedad cruel,
Desfallece, quemándose,
Muere!
Beso paladea vino y miel,
Tu sed!
Sin ceniza, enciende!
Piedad, reza diez!
Ensordecen relámpagos!
Ven!

lunes, 12 de noviembre de 2018

Muñeca de porcelana

Madrid: Gracias por Mari Picota.

¡La seda de su blanca piel
De la muñeca de porcelana
De carne viva, que llora
El sedoso y negro marco de su flamante cabellera
Realza sus ojos de gitana
Plasmando la prístina España en su dulce acento
De su sonrisa generosa, hoy de mueca escondida
Tuerce su frente la sombra de su ruina
Ha sido rota  y no halla sus fragmentos
Unió los que quedaban, pero,
El azabache de su cabello ha sido estropeado
No se perdieron sus trozos, huyeron, cobardes
Carecieron del temple de
La tierna muñequita de porcelana, quien ya ríe, serena
Aún sin los cachos que añora su cuerpo
Jamás dejará de ser la niña hermosa de porcelana
Entre los pedazos de su cuerpo, hubo milagro
Halló su corazón, completo!



domingo, 11 de noviembre de 2018

Las Sirenas no existen (Capítulo X)

Dulce agravio, secuestra mis sueños, la vigilia tan fría y vacía, su sabor salado es el deleite de mi pesadilla. ¿Quién se cree? Nuestros cuerpos, de la dama y el mío, hablan del tiempo atrás, a mí no me importan los días idos o los que vienen; si hubo alguien que me esperaba, ya no existe, ha muerto con cada beso o agasajo que me brinda la Sirena, se esfuma lo que fui. Estamos convertidos en piltrafas que aún respiran, somos el alimento de ese adefesio, ¿cuándo terminará de consumirnos?, ¿por qué juega con nosotros?, ¿algún día dará fin a este dulce tormento?

¿Cómo volvió tan rápido la Sirena?, ¿estaba espiándonos? No, su hedor la delata. Les contemplo extasiado, no quiero sufrir y son tal para cual; hiervo de coraje, sostengo mi anillo atado en el bies de una mis prendas, trato de concentrarme en mis recuerdos, en mi familia, amigos, sin éxito; la Sirena bebe de los muslos de la dama, no pierdo detalle de su acto o sacrificio, el cuerpo delgado de mi compañera da lástima y la Sirena se deleita con ella. No puedo aborrecerlas, ellas son mías como yo de ellas, nos pertenecemos. En el compás de sus cuerpos, danza mi mirada, se aman con tanta pasión, como si fuera la última vez, aquí he deseado tener un lienzo y poder plasmar su erotismo, poder demostrar con un cuadro la presencia de ese ser increíble. No soporto más, hundo mi rostro entre mis manos, sus jadeos y la entonación de la Sirena me torturan, simplemente no puedo tolerar que ellas me traicionen. Estos pensamientos me consumen, las necesito, las deseo, las odio.

Aprieto los puños y sollozo suavemente, la Sirena inunda mi ser, atormenta mis sentidos sedientos, lucho por mí, no quiero perder, ya no, he de vivir, deseo vivir, pero,  ella en mi cuerpo me conduce a la muerte, en sus pechos diamantados me extravío, mi mente la evoca a cada instante, sólo vivo para ella. Tanta confusión me hacen dudar de mi juicio, ella es un engendro, es un diablo, sospecho que es un desvarío, que no estoy aquí, que el tiempo no se ha detenido. ¡Las Sirenas no existen!, grito enloquecido, ¡No existen!, ¡No existen! y me quiebro en un llanto desgarrador. El silencio es molesto, oscureció y la llovizna diluye la sal de mis ojos; ellas, abrazadas, en una pose relajada, no terminan de acariciarse, soy invisible, ellas no me ven, no me escuchan; en todo lo vasto de este mar, de este cielo infinito  colmado de fulgores, estoy tan solo.



domingo, 28 de octubre de 2018

Gato en calabaza


Decoración para halloween o día de muertos.
Fieltro, limpiapipas y bellos bordados.

Fantasma y murciélago en fieltro


Acompañado de un lindo murciélago, este fantasma travieso es elaborado en fieltro, limpiapipas y pintura textil.
Ideal para halloween o día de muertos.
Diseño de mi autoría.

miércoles, 24 de octubre de 2018

R.I.P.

Siempre se muere,
En huída cobarde,  sin aliento,
discurriendo eones en ese gélido ataúd;
En el plagio de ese beso que presumes
en bocas ajenas;
Al palpar la oquedad de caricias negadas;
Cuando la traición aplasta de un golpe
a el corazón más tierno;
Al encarar la retirada de los enamorados;
Son tantas, inconfensables e hirientes las
causas donde uno perece para no volver más;
Hasta por esos ojos esquivos que
no supieron amar.


martes, 23 de octubre de 2018

Medio Diablo

Maldice con hiel cuando corta el medio beso, beso de diablillo, peor que el de Judas; su estulticia me condena el alma más que el infierno mismo; desbocados, con su mirada abisal, vacía mi voluntad, se compadece con tintes de vinagre y ajeno y solo roza en falso juramento este corazón que le pertenece; obsequia rabia, su sonrisa torcida, blasfema y cruel me suspende en su lapso hirviente; en el averno de su corazón la herrumbre sofoca, no palpita, ese tambor sonoro es mi corazón, el suyo ha muerto. Satán jamás se reprime, ni se arredra al amor, jura, pero, miente, lo he comprobado en el cáliz de sus labios, en donde sólo hallé sequía y fatal vacío. Esa maldad de soñar ese diablejo, ese fulgor de sombras en su desnudez cada vez que se viste en mi piel, es delirante; araña con brazas la locura, me arrastra al hades y ahí sólo me congelo, no es su fuego tan hirviente, es su fiebre helada que me reta ante la luna negra; es la horrible pesadilla que no cumple en mis sueños, cada vez que rompo mi desahogo, me suelta y, el pequeño, se esfuma...



Franky en fieltro


Así o más aterrador!

Elaborado en fieltro, de mi autoría.
Clase de fieltro. Galería "Laurita"

miércoles, 26 de septiembre de 2018

La traición de la Sirena (Capítulo IX)

Este cuerpo volvió a la vida, potente, ardiente, el tiempo se detuvo, el espacio era mío y la Sirena me arropó en su fétido aliento. Me hundí en su ser pestilente y cortante; mi sangre es la humilde ofrenda a este amor no correspondido, ¡soy un idiota!, me hundo en sus brillantes senos, caigo, en delirio febril, escalofrío, palpita esta vela, pierdo la cordura, mi alma ya no es mía, floto en esta roca como si se filtrara en mis huesos, en este instante soy un osado guerrero, con la dureza de esta piedra, su melena ondulante es una brisa divina en mi cuerpo, sonríe maliciosamente, la observo entre bruma y el dejo de mi alterada respiración, emite una melodía suave, no me quejo, es el eco de su aliento, asciendo y desciendo a la gloria, el cielo está en todas partes. Débil, permanece en el candado de mis brazos, flácida, ya no sonríe, brilla mi sangre en sus dientes filosos. Silencio denso. Ella, fría, yo, aún hervía.

Me despierta un golpe demandante, mi compañera de roca abofetea mi rostro, sangra mi labio, el que mordió la sirena, su mano tiñe de rojo y no se detiene, aprieta los labios y sus ojos brillan, ¿enojo?, ¿lágrimas?, que sé yo, soporto su desquite, es una loca, me incorporo y alejo mi rostro de su palma, me empuja y caigo en la roca, de cara a la espuma del mar, me apoyo en mi rodilla derecha y siento como si un gran alfiler se clavara nuevamente en ella, emito un quejido, me apoyo en mis manos para levantarme y mi compañera me patea las nalgas con gran fuerza, lánzandome al mar, me hundo en las frías aguas, pataleo e intento bracear, esta vez pesa  más el agua salada, me tenso con desesperación, mi manoteo lo percibo como entre lodo, todo el cuerpo me duele, pesado, eso es, me siento tan pesado y me hundo; algo delicado roza mi mano y mi cabeza, ¡la Sirena!, pienso anhelante, con fuerzas insospechadas, me aferro a ese roce y suelto mi cuerpo, no me resisto, que me lleve a donde mi destino, la muerte, al fondo del mar, que termine conmigo, ya.

Solloza, convulsivamente, abrazada a mí, aún enredado en el gran lazo de prendas atadas, tragué agua y no dejo de toser, mi compañera de roca rodea mi cuello y no me permite respirar libremente, no tengo fuerzas para hablar, intento apartarla de mí y mis brazos no me responden, así me quedo, asfixiado por ese abrazo de culpa, nunca fue la Sirena, nunca estará para mí, debo admitirlo, vaga mi pensamiento hacia sus diamantes. Total, respiro.


Todo mal, peor, la dama grita alterada: ¿prefieres a ese animal?, ¿qué te da que yo no tenga?, diciendo esto  y más, se arranca la ropa y, desnuda, se golpea sus pechos sin pezones y sus piernas delgadas; en su alegato, yo, aún postrado, con la cabeza inclinada entre mis manos, sintiéndome un traidor ruin, no me atrevo a ver sus dulces ojos, pero, mi voz se alzó y le pedí perdón,  le pedí perdón por mi debilidad hacia ese ser monstruoso, a ese ser que me debilitaba no sólo el cuerpo, sino todo mi ser, con sinceridad, le agradecí haberme rescatado de las fauces del mar; sediento de la dama, esperaba su perdón, sus brazos tiernos, sus labios ardientes y su cuerpo que no llegaban; aún postrado entre el lazo de prendas húmedas, el silencio me hizo levantar la mirada y el cabello de la Sirena ondeaba, contemplé cómo se mezclaba con la melena de mi compañera de roca, no me percaté de su llegada, en su danza erótica, la dama buscó mi mirada y la sostuvo por unos instantes, hasta que cerró sus ojos; estaba a punto de llover, el cielo encapotado heló mi corazón, o acaso fue el abrazo amante de esos dos cuerpos desnudos. No me até con las cuerdas, volví mi rostro hacia el mar rebelde, los sonidos de su amor golpeaban como gotas en mi rostro, ¿por qué la eligió a ella?, intenté no maldecir, pero, seguí cuestionando débilmente, llueve sobre esos cuerpos enlazados, llueve sobre mi largo soliloquio,  hoy, el enojo y la rabia me pertenecen, la traición no es de esa dama o mía, la traición es de la Sirena.

lunes, 16 de julio de 2018

El veneno de la Sirena (Capítulo VIII)


¡Es una pesadilla! ¿Qué hago conmigo? ¿Cuándo vi en esos ojillos de muerte, vida? ¿Cómo he llegado a amar a quien sólo me consume? ¿Acaso estoy desquiciado? ¿Dónde hallé tanta estupidez dentro de mí? ¿Qué pretendo al poner mi alma en charola para ese monstruo? ¡Qué vil soy conmigo mismo! y sigo sin comprender, soy necio cada vez que recuerdo a mi amada sirena, me veo en sus ojos y no me mira; vivo para añorarla, desdicha la mía! Tanto que recordarle, tanta sed de su presencia. Vivo y muero en esta desesperación, recordando la caricia divina de su cabello azul tornasol sobre mi desnudez, a veces tan dócil cuando recorre todos mis caminos, hurgando; a veces tan latigueante en la fiesta frenética  de nuestros cuerpos y ¿así lo prefiero?, ¿violento y mortal?

¿Acaso, mi corazón ya no es de hombre? ¿Cuándo se ha visto un llanto varonil al consolar con mi mano mi pasión desesperada? ¡Mi mente tan fiel a su recuerdo! Me descubro como un idiota, un demente postrado ante el cuadro del mar, desfalleciendo por esa hechicera marina de ojos malévolos; no duermo sin ella, despierto en sus brazos olorosos a mar, ¡me miento!, ¡no está aquí!, también me descubro con lágrimas que disfrazan las salpicadas del mar; me importa un comino que mi compañera de roca se percate de ello, es más, en definitiva, intuyo que ella también está a su espera, ¡maldita!, ¡sí, la maldigo!, ¡la Sirena es mía!, ¡soy su dueño!, ¡no la compartiré con ella!, ¡mil veces maldita!; ¡soy el peor de los despreciables!, de esta dama únicamente he recibido consuelo a todos mis sentidos, ha mimado mis anhelos, ¡perdón!, ¿en que me he convertido?, ¡tonto de mí, no soy nada de la Sirena!, ¡ella es dueña de este imbécil apasionado!, ¡su canto es mi ley!, ¡su mirada, lo que penetra mi corazón; su cuerpo diamantado... todo!

¿Huyes de mí? Da la cara, ¡cobarde!..., ¡te lo imploro, ven! ¡He deshonrado mi apellido!, el cobarde soy yo; acaricio mi anillo, recuerdo el significado de cada parte del escudo, el principal, ¡Honor!  ¡y yo lo he perdido! La paloma de sus manos me sostiene mi barbilla, mi compañera está preocupada por mi vago comportamiento; besa mis lágrimas, hierve mi deseo con su roce, delicadamente me lleva al lecho de prendas heredadas, ahí alivia el fuego de mis venas, la llamarada que me consume, pero, el arrebato de mi mente la confunde con el fulgor de ese cuerpo extraviado en el mar; ¡lujuria traidora, no es ella!, ¡no me traiciones!, ama a esta dama, no nubles tus emociones, ella es real, ¡perfecta!; nunca lo logré, hurgué en su pecho sin pezones y no bebí ni una estrella, no centelleó ningún diamante. ¿Cómo ser feliz con otro cuerpo?, ella me posee en la distancia, ¿acaso, nunca podré liberarme de lo dulce de sus labios salados?

Nuestros desfallecidos cuerpos entrelazados eran besados tímidamente por el mar, la marea subía más de lo normal, como negarme ante ese cuerpo dorado iluminado por los últimos destellos del sol, estaba más delgada y hallé deleite en sus carnes flácidas; cuando fui rescatado por su bote, ella poseía muchos atributos, no la considero bonita, pero sí que llamaba la atención de los marineros, la dama los mantuvo a raya pues no se desprendía de su pequeña hija, hasta lo inevitable. Brillaba su cuerpo húmedo con la luna llena, ahí, como una piscina para amantes, sucumbimos entre lo salado del agua y la miel de sus pechos lisos, no cerré los ojos, parecía ser la primera vez que la poseía, no perdí detalle de sus lunares, sus cicatrices pequeñas, al palparlas, sus platas perdidos entre sus cabello oscuros, las arrugas de su dulce mirada, esa forma de mirar me turbó y sus besos encarcelaban a los míos, me poseía a besos, ¿como no lo noté antes? ¡Soy un zoquete!


Tiernamente, con sus abrazos íntimos, con sus bellos ojos, con su cabello oscuro, pero, principalmente, por esos ojos que me sonreían, confortaba mi ser, un poco a mis sentidos, un poco a mi pasión por la Sirena. El recuerdo de la Sirena vive, ¡vive!, a pesar mío. Transcurren los días, a veces, entre malestares estomacales, el dolor de mi rodilla derecha y nuestro intento para aprender a nadar, pues algún día tendremos que salir de aquí, dice la dama, yo no lo deseo. ¡Bendita lluvia!, ligera o tormentosa, la lluvia es nuestro manantial de agua dulce, chorreamos y el canto de la Sirena lastima nuestros oídos, mis sentidos se atizan vigorosamente, el aroma del mar es desplazado por el repugnante hedor de la sirena y paladeo el dulce veneno de su boca; mi compañera se ciñe a mi cuerpo, temblorosa, me deshago de sus brazos y camino hacia mi sueño diamantado, aprisiono sus labios cortantes y me asquea su aliento. Si es verdad que existe un diablo, ese demonio es ella, la Sirena, por la que vendo mi alma, aunque caiga fulminado al instante al beber la ponzoña de su beso.



sábado, 14 de julio de 2018

Riama

Manchada de sangre, sin pantaletas, la blusa rota y el sostén reventado, los pantalones no los veía por ningún lado, tenía un gran malestar y, aún aturdida, la euforia de la noche le estaba cobrando con ese deterioro de su cuerpo; recordaba haber sentido el máximo placer de su vida, había sido indescriptible, ni siquiera recordaba cómo había llegado a su casa; el uso de enervantes, había sido su despegue; su madre se había ido de casa con su nuevo novio y esa era su venganza. Embarazada, terminó abandonando la secundaria, el abultado vientre lo mantenía en secreto usando la ropa de su mamá, los grandes blusones, sus mallas y una chamarra grande disfrazaban su embarazo.  El Niky era su novio desde que ingresaron a la secundaria, su nombre, Miguel, vive en Babel y el apodo era con N, no con M,  por Naco, dicen sus cuates. El Niky le dio a probar su primera cerveza y en una fiesta de Babel le enseñó a fumar juanita y también le mostró sensaciones inimaginables al recorrer su cuerpo.  Riama estaba orgullosa de ser la novia de el Niky, todas las chicas la envidiaban, era el chico malo, el de la risa torcida, el que siempre traía cigarros de la buena, fumándolos y ofreciéndolos a todos los que quisieran un toque, ahí, en el sanitario de varones de la secundaria, donde también fue sorprendido con algunas chicas, las chicas malas.  El Niky terminó siendo expulsado de la secundaria, después de muchas advertencias, pese al llanto de su madre.

Riama seguía consumiendo lo que el Niky le ofrecía, sin su madre, Riama no tenía la posibilidad de comprar droga, su madre se aparecía una o dos veces al mes por su casa y les llevaba alimentos, a la abuela le daba dinero para cubrir los gastos necesarios, incluyendo los gastos escolares, saludaba brevemente a Riama y se retiraba, ni siquiera se había percatado del embarazo de su hija.  Armándose de valor, Riama, le preguntó a el Nicky sobre el futuro de ella y del bebé que estaba esperando, en qué hospital se tendría que atender?, dónde vivirían ellos dos y el futuro bebé?, el Nicky soltó una carcajada, con obscenidades le dijo a Riama que él no había sido el único la primera vez que, ella, bajo los efectos de los enervantes, había abierto sus piernas a todo el que quisiera, las veces que quisieran,  que si no se acordaba, que él no sería responsable de ese bebé, que le colgara el paquete a cualquiera de los otros cinco amigos de juerga y drogas; además, que por eso, él ya no quería volver a tener sexo con ella.  Riama, lloró amargamente, no recordaba haber tenido sexo con los otros, ahora entendía por qué, cada vez que se reunían en la esquina de su casa a consumir lo que el Niky les vendía, sus amigos le daban a probar de todo, hasta perderse, ellos se lo cobrarían a ella después, cuando no se diera cuenta.

La madre de Riama, furiosa, la jaloneaba en la cama del hospital, cuestionándola sobre el padre del bebé, la abuela le había avisado que Riama estaba en trabajo de parto en un hospital de salubridad, ni ella se había dado cuenta, hasta que su nietecita le pidió ayuda porque el bebé estaba por nacer.  Dos toallas sanitarias hacían la función de zapatos, eran sostenidas con cinta de curación y era difícil caminar con ellas, Riama, sólo arrastraba los pies, para que no se despegaran las toallas sanitarias y tener que salir descalza del hospital, nadie le había llevado ropa ni a ella ni al bebé; el bebé era llevado envuelto en una sábana, Riama portaba la bata del hospital y otra sábana que le cubría la abertura de la bata, en la espalda, como una capa de superhéroe, pensó ella, entre la vergüenza y tristeza de pasar entre las personas que la observaban al cruzar la salida; miradas de lástima y de burla, risillas indiscretas que la señalaban con todo y el pequeño envoltorio que llevaba en sus brazos.

La madre de Riama le reclamó a la abuela por no haberla cuidado y la abuela, a su vez, le reclamaba a su hija el no hacerse cargo de Riama, además, ella estaba anciana y muy enferma, ya no era capaz de andar tras su nieta, cuidándola, una a otra se reclamaban sin parar; Riama sólo veía al bebé llorando, no sabía qué hacer, hasta que su madre se lo colocó en el pecho para ser alimentado. Riama acudió a clases de opción laboral, su madre la obligaba a asistir, de esa forma, Riama trabajaría desde su casa, sin descuidar a su bebé y su madre se encargaría de vender sus productos; con lo obtenido, Riama tendría para los gastos necesarios de su pequeño hijo, su madre le seguiría apoyando en lo básico, no le alcanzaba para más.  Riama volvió a desertar de sus clases, ahora buscaba ansiosamente a cualquiera de sus amigos de juerga, en Babel, entre la tierra amarillenta ellos siempre le proporcionaban "algo" para ser consumido, en pago ella les proporcionaba sexo, subían las escaleras de su casa hasta su cuarto de azotea, a escondidas de su abuela, la cual estaba entretenida en los cuidados del bebé; a veces, era detrás de los autos estacionados en la calle de Babilonia, a veces, era necesario en el mismo poste de luz, donde también consumía con ansiedad su pago. Desde muy temprano, Riama sonreía demencialmente, muchas veces, se quedaba dormida en la calle, en la banqueta, en brazos de su compañero de arranque y caída.  El efímero placer que obtenía de lo que consumía, sentirse invencible, ir más allá del tiempo y del espacio, la tenían enganchada letalmente.

 Su madre volvió a jalonearla al sacarla del hospital, en las mismas condiciones que la vez anterior, Riama aún no tenía 15 años y ya era madre de un pequeño de casi un año y una hermosa bebé.  El Niky había cambiado, había estado en un reformatorio y a su regreso, ya no era el de antes, juraba que no volvería a caer en una cárcel; trataría de ganarse la vida de otra forma y se haría cargo de Riama y su hijo, el grande, moreno como el Niky, de la nena, no, era rubia.  El Niky dormía y Riama bajaba silenciosamente las escaleras de caracol, de metal, en sigilo se reunía con sus compañeros de estímulos intensos y sexo, en la calle protagonizaban todo, la esquina más oscura era testigo de ello. El Niky tuvo que ayudarla a subir al cuarto de azotea varias veces, le suplicaba que no lo hiciera, que la amaba y que pensara en sus hijos.  Riama no había dejado de querer a el Niky; se esforzaba, volvía a sus clases, ahí siempre encontraba todo tipo de ayuda, para ella y para sus niños, le obsequiaban lo que era indispensable en cada necesidad urgente, ahí hallaba respuesta, además, se sentía comprendida y protegida. La urgencia imperiosa de sustancias la extraviaban en cada intento de liberarse de ellas, las deseaba con lágrimas, volteaba a ver a sus hijos y volvía a la calle, en busca del disparo a la felicidad.

El Niky la abandonó, Riama no entendía el por qué, sólo era sexo en su cuarto de azotea con sus amigos, amigos de el Niky. Su madre amenazaba con echarla de su casa, cada vez que llevaba los víveres a la abuela enferma; Riama estaba extremadamente delgada, con un tercer embarazo, el rostro era una profunda caverna, había perdido algunos dientes y su aspecto era una ruina.  Se consolaba en los brazos de todos, que el Niky la dejara le había dolido demasiado, le dolía el dinero que le daba, ahora ya no tenía dinero para comprar sus sueños en ese barrio de confusión, nuevamente, dependía en absoluto del pago con sexo, era tan desenfrenada su necesidad que tenía qué suplicar por un toque, apenas si lo estaba pidiendo y ya se estaba levantando la blusa ante las risotadas burlonas y palabras humillantes de sus cuates; su círculo de amigos se había ampliado, era necesario para ella. Viendo a sus niños llorar y sus necesidades, Riama se juraba intentar dejarlo, nuevamente volvía al lugar donde se sentía persona, sus clases, ya trabajaba unos días, vendía sus productos, le daban ayuda, ya tenían un espacio para ella en una clínica, sólo debían presentarse voluntariamente; sólo que, había un problema: con el dinero en la mano y su abultado vientre, temblaba, saboreaba, soñaba con su confusión, detener su corazón en cada viaje; Riama, por decisión propia, había quedado sin voluntad!

Riama con su bebé en brazos y los otros dos pequeños, su rostro enmarcado por golpes, vaga en la gran  calle de Babel, tierra amarillenta que mancha el calzado de todos los que transitan esa extensa calle y también algunos espíritus confusos; es una tierra prometida, la venta de todo tipo de drogas atrae también a extranjeros, el lenguaje confuso de ellos no impide el éxito del barrio, con sólo la palabra Babel o Babilonia, todos logran llegar a ese reino que les conduce al cielo. Riama ya no tiene éxito, su aspecto lastimoso,  su vientre abultado y su sonrisa desdentada ahuyentan a cualquier candidato razonable; sólo los más perdidos se rinden a su minifalda y su pronunciado escote, la mierda de Babel, dicen todos, Riama, ahora, les pertenece, ahora que necesita mayor intesidad para palpar sus sensaciones gratificantes, la recibe de ellos, la boñiga del barrio. Cuando vuelve a su azotea, sus hijos con golosinas en mano, leche y pan; Riama lleva al bebé en una mano y en la otra, pastillas o polvo; su vida se atenta con tanta aristas, como las drogas que consume. En cada recorrido del lodo amarillento hacia Babel, Riama se desmorona, la lluvia les moja, el bebé llora y es consolado con el pezón de su madre, sus otros dos pequeños siguen los pasos torpes de su madre, unas manitas se aferra a la minifalda de Riama cada vez que resbalan en el lodo pesado, mientras las gotas de lluvia resbalan por sus caritas. Sin matices, blanco y negro, en delirio, así la vida de esa niña que juega a ser madre, que yace en esa tierra de Nimrod, tierra de dioses falsos, sustancias que prometen eternidad, tierra que no es origen de vida, sino el incipiente abismo a la autodestrucción.

lunes, 2 de julio de 2018

El Rey no ha muerto, viva el Rey!


A un ademán de su mano enjoyada, cesó de nevar, surgieron los colores brillantes y opacos en forma de flor; el lago congelado volvió a ser cálido, miles de burbujas crearon ondas en sus cristalinas aguas, bañando las flores recién nacidas, los que ahí transitaban o jugaban el en momento del deshielo, ahora beben su pureza en el fondo de el lago azul, azul porque es el espejo del cielo, de las montañas, del castillo y del Rey mismo, quien desde su ventanal, apoyado en los vitrales magníficos, desmentía que nadie hubiera desaparecido en esas aguas vitales. Sopló sobre los perfumados aromas de sus jardines y, con este acto, el olvido se hizo presente, nadie extrañaría lo que ya no existe en su memoria, a esos desgraciados que se ahogaron en el momento del deshielo.  El pueblo vive en paz y felicidad. A antojo del Rey, los habitantes más hermosos y perfectos viven eternamente; con un chasquido de sus dedos, los indeseables se convierten en polvo e igualmente son negados desde los vientres de sus propias madres, desaparece todo vestigio de ellos, con el sólo hecho de no existir no es suficiente, también hay que negarlo.

Las cosechas del pueblo son las más generosas de todos los alrededores, los aldeanos cantan en sus faenas del campo, las frutas y verduras son acariciadas por tan nobles manos; creen en la justicia de su Rey, aman su bondad y veneran su sabiduría. Las sequías e inundaciones son prohibidas por el dedo del rey, las ahuyenta, estas tuercen su camino y terminan en cualquier otro reino, la desgracia de su existir no puede ser omitida, siempre cumplirá su función, los desastres naturales son necesarios, crean un equilibrio.  Justo en el cenit  del sol, el Rey logra volver a su sombra, esa parte tenebrosa donde yacen los espectros, los muertos olvidados, los muertos que no logran morir porque ni siquiera han nacido al ser negada su concepción en sus madres, en el olvido no existe vida, no existe muerte, estos errantes lo han confirmado. Ahí en ese espacio suspendido, el rey halla su verdadero ser, su negro y turbio corazón, su hipocresía, su deshonra, su cruel y malvada alma; nada de su ser siniestro se puede truncar, es necesario para seguir alimentando al Rey, a capricho de él.  ¿Negando, se llega a existir?

La verdad se disfraza, las mentiras se creen, la maldad y la violencia no existen, sólo el orden y la disciplina. Su reino es el más famoso en toda la faz de la tierra, su esplendor se divisa desde otros reinos envidiosos, haciendo sangrar de anhelo sus corazones; quien lo visita, será feliz eternamente, quien no lo conoce vivirá en desgracia y pesadumbre. Cada extranjero deja de serlo cuando pone un pie en sus ricas tierras, miel y leche le son obsequiadas, envuelto en abrazos fraternales, el forastero se convierte en hijo de esa tierra, hermano de todos, esposo de alguna tierna doncella; hay quien no puede volver a su patria, se destierran ellos mismos, no pueden añorar lo que no añoran y si alguna vez, en un extraño rincón de su mente reciben el llamado de sus antepasados, los forasteros, justo en el umbral de la salida del reino, sus propios pasos retroceden, se niegan a abandonar la gloria de ese terruño, ya no se pertenecen ni a ellos mismos, su lealtad está donde el nuevo Rey, quien le ha cobijado con su manto púrpura bañado en oro, quien ha besado su mejilla, llamándolo hijo pródigo, quien le ha compartido su vino y le ha permitido besar su anillo ataviado en piedras preciosas; aquellos que dejan atrás,  sufrirán, su familia abandonada, colocará un altar en su memoria y no olvidaran a su hermano, hijo, padre, que no regresó a su hogar, hasta que se detenga el último corazón de su dinastía.

En los cuadros decorativos de varias generaciones que decoran del castillo, se puede distinguir al mismo Rey, su mismo increíble atuendo, el mismo fulgor de su Corona y el mismo anillo de oro, nadie parece haberse percatado de ello y quien logra hacerlo, desaparece misteriosamente, al igual que cualquier otro inconforme de sus leyes, de su riqueza, de sus maltratos, son aniquilados y perecen en el aroma del olvido. Todos lloran la ausencia de su Reina, justo cuando inicia la nieve, es cuando es recordada, sólo los cuadros muestran la belleza de tan distinguida dama, nadie sabe más de ella, lloran porque aman a su Rey, por la orfandad en que quedó al partir su compañera. Sin embargo, es consolado, cada mujer que distrae los ojos del Rey, termina en su lecho, sin importar si es casada o soltera, siembra sus semillas en ellas, sus hijos viven al amparo de otros padres, nunca ha reconocido a ninguno, son hijos indeseados, no necesita herederos, el Rey vivirá para siempre, las llama a capricho, ellas le son fieles, ni en tortura confesarían su amor clandestino, auténtico, a su amante Rey.  Algunos maridos reaccionan al sentir como sus esposas abandonan el lecho nupcial y, en sigilo, las espían,  conocen el destino de sus compañeras; el Rey logra discernirlo y a los maridos traicionados les hace caer en un sopor, aliviando sus mentes, despejando toda sospecha; los más renuentes, fingen, el poder de su Rey no es absoluto, existen mentes rebeldes y fuertes, tampoco ignoran a los que se ausentan para siempre, como tampoco ignoran el amplio poder de su temible Rey.

La confianza del Rey hacia sus súbditos es admirable, bebe su vino sin temor a ser envenenado, sus alimentos no los cuestiona ni un segundo, camina entre ellos sin escolta, saluda de mano, abrazo y deposita tiernos besos en sus mejillas; los enfermos y ancianos son visitados periódicamente por el Rey y un séquito de médicos, son cuidadosamente atendidos, cuánta misericordia de su majestad; a orillas de la muerte, el Rey teme el discernimiento de estas personas, porque recobran sus vivencias extraviadas, las que el Rey hizo perdedizas con sus encantamientos, las que lo delatan cómo es realmente, mostrando lo perverso de su soberanía; las almas errantes, espectros que gimen por su descanso, por su venganza, murmuran a los oídos de algunos de los enfermos o ancianos, los más graves, el Rey se anticipa a la última mirada de odio, a las últimas palabras acusadoras, en este punto, ellos, los enfermos y los ancianos que están al borde de la muerte, ya lo saben todo, en este punto, la "bondad" del Rey les retira del "sufrimiento", acallando las voces y miradas que denuncian su maldad.
Los reinos vecinos tienen alianzas y le rinden tributos a el Rey, los reinos que le declararon la guerra, simplemente, son borrados! Engatuzado, cualquier extranjero, acogido por el Rey, en los sopores del vino, revela debilidades y fortalezas de su reino abandonado, informa a detalle todo lo relacionado a su anterior rey, acerca de sus planes, de sus pecados, haciendo vulnerable a cualquier adversario; el rey, juega sucio, siempre gana; a voluntad, los elementos naturales le obedecen, son sus aliados; su pueblo vive a su sombra, nunca pierde, es el Rey!

A través de los años, surgen mentes brillantes, son catalogados entre locos y genios; malditos locos de la verdad, palpan la verdad-verdad y en cada intento de corregir ese camino torcido de su amado Rey, son sacrificados, las gotas de esperma que les dieron vida también los desconocen; con rabia, son castradas las demandas de una nueva y mejor vida; del cambio y una nueva sangre, sangre fresca; ellos también yacen en el exilio sombrío, no pueden morir, son envueltos en el abrazo mortuorio y descarnado de los que beben su último aliento, ahora también son espectros. Los ojos del rey penetran en las miradas de todos, reconoce cualquier desconfianza, odio o traición de su pueblo; algunos de sus más leales colaboradores han probado su espada llena de piedras preciosas, siempre creen poder engañarle, sublevar al pueblo y derrocarlo, o enriquecerse a espaldas de su Rey; el Rey siempre los perdona públicamente, conoce sus pecados y los mantiene cerca de él, es peor estar solo, con estos actos, el pueblo le admira más, aman a su Rey benévolo, lo adoran como se adora a un dios de amor.

Las niñas que hurtó y amó, secretamente, infantes febriles, ansiosas de su lecho, fueron aliviadas en ese sopor de olvido, cada vez que se hartaba de ellas; ahora, al correr de los años, aquellas niñas, son las ancianas desdentadas que le guiñen a su paso, es inevitable, a la sombra de la muerte, renacen sus memorias idas y ese deseo quemante de volver a ser poseídas por ese amante perfecto, renace; a un movimiento de su mano blanca, caen muertas, ancianas malditas, verdades indestructibles, Muerte incorruptible, , se lamenta el Rey, sólo con ese ser sombrío y tenebroso no logra ni un ápice su poder; le ha burlado, evita su aliento, la mece en el tiempo, ella, la Muerte, sonríe, tétricamente, ¿complacida o irónica?, no logra descifrarlo,  el Rey es eterno, ese manto negro no podrá amortajarlo, nunca, ella no lo pierde de vista, abiertamente, le sonríe, la Muerte, sonríe.

El Rey no decreta leyes, las ejecuta con su propia mano, magia negra, cuántos crímenes, déspota hipócrita, tirano cruel; ¿cómo puede dormir?, muchos ya se cuestionan con la cabeza gacha y el puño cerrado, evitan verle a los ojos o serán sentenciados; el Rey no mira, observa corazones, escudriña almas; están perdidos, deben someterse y besar su sombra o ni una mota de polvo queda de quien  se resiste a la bendición de su mano santa. 

Las pestes de los otros reinos no les tocan, su castillo es inmune; las pestes son maldiciones que desata el alma del Rey que se corroe en iniquidad, no se pueden ignorar y, el Rey, las arroja lejos, vaciando lamentos y muerte al pueblo señalado. Hastiado de la rutina, el Rey, deambula en los inmensos jardines, dormita, sueña su muerte, ve los rostros de la traición, divertido, permite un avance, tres, todos e inmediatamente prueban su espada enloquecida, cerrando el hades a esas almas traidoras, condenadas a vagar en eternidad como negros espectros. Ahí, en esa zona extraviada, llena de murmullos sedientos, indescifrables, los espectros, también se rebelan, ofrecen sus almas errantes a cambio de venganza; la cadena siniestra de su Rey es tan extensa qué, hay que acabarla; entre vivos y muertos lo lograrían; no más matanzas contra su prole, no más abusos y vejaciones; los muertos habían hablado, eran dinastías cegadas a capricho del Rey; la Muerte, le sonríe a los espectros.  En cada dulce sueño, pesadilla, delirio, las almas perdidas musitaban oraciones antiguas, cantos idos,  al oído de los vivos, adultos y niños, animales, árboles; hervía como un contagio intangible, como la melodía de los grillos; el Rey, desnudo, entre sus resoplidos y jadeos de amor con una de sus amantes, escuchó el zumbido, no movió ni un dedo, no hizo nada por acallarlo, el acto del amor no se puede abandonar, es un pecado. Aún desnudo, el Rey, apoyado en los vitrales, iluminado por la luna llena, sintió un escalofrío, todo parecía en paz, indagó en corazones fatigados, jóvenes, fieles, ojos en reposo, inclusive en los soldados apostados que vigilaban, cabeceaban; sin percibir peligro, volvió al cuerpo de la amante adormilada.

El sol calentaba los sembradíos, las frutas emitían un aroma perfumado, las gotas de rocío en las flores lanzaban destellos al ser tocadas por el sol, el Rey pisaba el césped húmedo, lo único que le perturbaba día a día de sus tantos años vividos era el cenit del sol, jamás lograba omitirlo, daría 100 años de su vida por borrarlo; ¿cómo negar lo sucio de su existencia?, si los espantos están ahí para recordarlo, justo en el cenit, entraba a su sombra, el Rey, contemplaba con repudio que no se iban, nunca, los espectros jalaban su manto, se colgaban de su espada, de su corona, de su anillo, clamaban venganza y, a un ligero ademán de su mano blanca, retrocedían asustados; aún muertos, los espectros se preguntaban: ¿qué más daño podría causarles?, el Rey leía sus mente y les contestaba burlón: ¡No existir, ni en la vida, ni en la muerte!, ¿les parece poco?

El Rey, hastiado de vivir, esa noche oscura, sin luna, se sumergió en la inocencia de unas infantes; realmente, nadie le amaba de verdad, todo era manipulado por él, pero, seducidas esas criaturas y ante el resplandor de su Rey, anhelantes, lo amaban, era su dios; ese candor era el que lograba llenarle un poco, la pureza era su alimento. El murmullo intenso volvió a despertarle, la flama de la chimenea pintaba de dorado los  cuerpecitos que reposaban en el lecho divino; desnudo, hostigaba con su entendimiento al pueblo, nada le fue develado!, solo oscuridad; se apoyó en los vitrales fríos y recordó a su esposa muerta, la Reina que se atrevió a maldecirlo al descubrir el demonio perverso que era su amado Rey y, negándose a parir al hijo que llevaba en su vientre, sucumbió por propia mano con la espada del monarca; el suspiro del Rey cubrió de un ligero cristal helado todo su reino, tantos años y aún le dolía la muerte de la mujer que realmente amó, que seguía amando; volvió a meterse entre esos pequeños cuerpos y un escalofrío le invadió el alma. 

Los pies desnudos, pisaban el hielo delgado, no tenían frío, iban embravecidos por el odio hacia el tirano, llevaban de la mano a esos espíritus negados, muertos suspendidos en la nada; las visiones de los hechos más torcidos del Rey habían sido contempladas por todo su pueblo, aliviándoles del olvido y la negación de todos esos seres extraviados; se levantaron contra su Rey, el murmullo era inquebrantable, la tierra se cimbró, los árboles y sembradíos permanecieron quietos, no hubo nadie en vida que no descubriera el hechizo del Rey, sus ojos veían, realmente, por primera vez, la mascarada se había caído; sigilosos, se colaron por todas las rendijas, los negados espectros envolvieron el raciocinio del Rey, turbándolo, el Rey dormía plácidamente; se lanzaron a su cuerpo, cual jauría de lobos, lo apuñalaron, alguien tomó su espada y cercenó su cabeza, al verlo, los demás, cortaron en pedazos el cuerpo que aún se estremecía y convulsionaba en pequeños temblores, intentaba incorporarse y hechar a correr, pero, antes de intentarlo, desprendieron todos sus miembros y lo cortaron en pedazos más pequeños; la estampida humana, llevando en alto cada parte del rompecabezas de su Rey, bramaba en vítores, justicia!, libertad!, muera el Rey!...

La fogata era enorme, de tan altas flamas que iluminaba hasta los bosques y riachuelos que se desplazaban en los alrededores del reino; chirriaban los pedazos de carne que arrojaban a las grandes flamas, los negros espectros arremetían con soplos de viento lúgubre para avivar más la lumbre,  era un día de fiesta, de luto, de... ¡“Qué han hecho, insensatos!”, rugió una voz espantosa, fue escuchada hasta en los reinos vecinos, desatando un torbellino que elevó la lumbre de la gran fogata hasta más allá del firmamento; el que había cercenado la cabeza, la sostenía extasiado, contemplando todo la escaramuza, nadie se había acordado de la cabeza; cesaron de bailar, de hacer piruetas y de beber los vinos en las copas de oro decoradas con gemas del Rey; abrieron paso al hombre que portaba la cabeza del soberano, en sus manos, los ojos del Rey fulguraban diabólicamente, su boca retorcida llena de sangre lanzó un soplido y todo quedó helado, hasta los riachuelos guardaron silencio y quedaron suspendidos; algunos aldeanos buscaban entre las brasas las partes del cuerpo del Rey, sin resultado.

Los espectros descarnados coexistirían entre el espanto de los vivos, el horror no les dejaría vivir en paz; los espectros no tendrían descanso, ni existirían ante la vida y la muerte, en pena, vagarían sin descanso en los sueños de cada aldeano, para consternación de los vivos, jamás volverían a dormir en sosiego, el castigo era mutuo.  El Rey no volvería a evadir ni a negar nada, ni a nadie. El pueblo querían sus confesiones, sus secretos, pues el suplicio también sería de ellos, el Rey, les compartiría todo.  La corona creaba un halo de santo sobre la cabeza del Rey, las piedras preciosas centelleaban al igual que el escudriño de los ojos del Rey en cada rostro y corazón de su pueblo; aquel que cercenó su cabeza, viviría para siempre, al igual que los más atractivos, se quedaría a resguardo de su Rey, de lo que quedaba de él, lo sostendría eternamente, en la caja de oro y cristal, sobre el cojín púrpura de terciopelo, con aplicaciones de piedras preciosas; este vasallo sería el encargado de complacer en todo a su Rey; no envejecería, pero no podría tener dinastía, vería ir desapareciendo a todos sus seres queridos. El poder del Rey sí era absoluto, a un solo pestañeo, a cualquier adversario lo pondría en su condición, le haría perder la cabeza. La Muerte sonreía desde lejos, no había perdido detalle, los espectros le miraban con rencor y con duda, sintiéndose traicionados por ella, qué vileza, corearon en un hálito tenebroso; la Muerte, con ironía penetró  los ojos de los espectros, abrió su boca muda y les susurró, espeluznantemente: “¡Lo intenté!”.







miércoles, 27 de junio de 2018

Los clavos


Retiró los clavos, aún manchados de sangre eterna!
Bajó de su atalaya de madera!
No era ese su propósito!
Hostigar?, maldecir?, castigar?
A Quien lo decretó, le
Lloverán langostas!
El Oro se agusanará hasta retorcerse!
Pestes que desataron cual Sodoma y Gomorra,
En su nombre, lo han asesinado cuántos granos
De su desierto!
Anduvo en desnudez!
Aún sangraba su cabeza!
La corona, injerto de culpas?
Extrañó los clavos de los
Huecos de sus manos!
Secaron su vino!
El halo de sus pies descalzos
Deja huellas eternas,
Quién?
Fe perdida?


lunes, 11 de junio de 2018

Verbo Amar

Descargué este corazón!
Tú, mi consuelo!
Aluvión de cuestiones ríspidas!
Te asfixio!
Destierras neblinas con
Mano paciente!
No llores!
Rasgué tus heridas!
Las tuyas, las mías,
De todas!
Manantial inagotable!
Ellos, No aman!
Malust, perdona mi verbo:
Amar, conjugado en dolor!

Tú y yo, al mismo tiempo!


sábado, 2 de junio de 2018

El profesor Leonel Monroy

Una gran herida en la frente, la cara manchada de sangre seca, recostado  en la banca del parque, se siente aún mareado, es más de medio día y no ha tomado su baño de sol con la espalda descubierta; la gente le mira con repudio, los que le conocen, con tristeza; no ha probado alimento, después de golpearlo, los dos viciosos se llevaron sus pertenencias, su cobertor limpio y su bolsa llena de pan duro, incluyendo los tenis blancos escolares.

El profesor Leonel Monroy, director de la escuela primaria del pueblo, peinaba su cabello ondulado con vaselina, hacia atrás, dejando su frente despejada, luciendo sus ojos azules; siempre impecable con su traje gris Oxford, camisa blanca y corbata negra, portaba unos gemelos de oro en los inmaculados puños, su portafolios de piel negro y con su firme andar, causaba miradas de admiración, con su conducta, de respeto.

Su pequeña Julia, falleció, contaba con 22 años, negligencia médica; han transcurrido casi treinta años de esa desgracia y aunque el profesor Leonel Monroy  se abandonó, intentando seguir a su pequeña hija, nunca lo logró, fue internado en varias instituciones y asilos; siempre vuelve al parque, duerme al amparo de los arcos de la casa Municipal. El parque era el lugar preferido de su hija, siempre correteaba alrededor del kiosco, brincaba en las bancas blancas y se salpicaba con la bella fuente rodeada de flores multicolores, el profesor jamás podrá abandonar el parque que significa tanto para él y Julia; ahí le enseñó a patinar, a andar en bicicleta, a probar los helados que le lastimaban los dientes y le enfriaban el cerebro, según Julia.

Cada vez que sonríe con la mirada perdida, imagina a su pequeña correteando y riendo, cortando flores pequeñas para el ojal del traje gris del profesor. Ya sentado, sus rizos despeinados y llenos de sangre indican otra herida en su cabeza, deja manchas de sangre en la banca blanca... Sonríe, Julia sigue correteando, le salpica con sus dos manitas, grita a lo lejos, sin dejar de correr, que le compre un globo y que se lo ate en su mano; está anclado en esa parte de su vida y nadie ha logrado sacarlo de ahí; acude a la iglesia todas las mañanas y llora durante la ceremonia religiosa, excepto, cuando está indispuesto, como hoy; intenta caminar y no logra hacerlo, se sostiene de la banca blanca y vuelve a recostarse en ella, da la espalda a la gente, quienes consideran que ese viejo está tan ebrio que no logra caminar; amenaza con llover, la capa impermeable que utilizaba para protegerse de la lluvia fue parte del botín. Lluvia ligera, todos corren en diferentes direcciones, el anciano de los ojos azules permanece recostado sobre la banca blanca y con la espalda al mundo, humedece su razonamiento y su chamarra roja a cuadros de poliéster, la chamarra fue quemada con cigarros, tiene varias quemaduras en los brazos, en el pecho y en la espalda, las colillas de cigarro aún están junto a la banca.

Nadie sabe de su familia, su casa blanca con portón de madera continúa con la misma fachada, agregaron una franja azul colonial en los marcos de los ventanales y el portón; las cortinas de encaje blanco fueron sustituidas por unas cortinas de algodón blanco con aplicaciones de bolillo español; en pocas ocasiones el profesor Leonel Monroy  ha intentado entrar a la que fuera su casa, los dueños actuales le explican que ya no le pertenece, que Julia no existe y que haga el favor de irse o llamaran a las autoridades para que lo retiren de ahí; el anciano gira sobre sus talones y se vuelve al parque, habla en voz alta y se cuestiona: ¿cómo es que su casa ya no es su casa, ¿quién cambió sus cortinas de encaje blanco que tanto le gustaban a su pequeña Julia?, porque a través de esas cortinas nuevas que colocaron no podrá espiarlo Julia cada vez que llegue él a casa para que ella, entre risitas, corra a esconderse bajo el piano o entre las sillas del comedor, ¡qué disparate!, ¡qué cambien esas cortinas!, se aleja alegando...

Sentado en la banca, mordisquea una manzana, alguien se la obsequio, una anciana bien vestida le entrega un cobertor nuevo con cuadros blancos, tome profesor, usted no se preocupe si se lo vuelven a quitar le vuelvo a traer otro, dice la anciana, su nieta adolescente de cabello lacio y largo, le sostiene el bastón a su abuela y la bolsa con comida casera para el profesor, la chica le mira con indiferencia, desvía la mirada impaciente hacia su abuela sentada junto a ese viejo sucio y descalzo; ¿eres Julia?, le pregunta el profesor a la chica, señalándola con su mano sucia, quien retrocede unos pasos para no ser tocada por esas uñas con sangre seca. 

Bajo el resguardo de los arcos de la casa municipal, envuelto en su nuevo cobertor, el anciano se rasca la gran costra de su frente y su cabeza, bebe un licuado de fresa, un auto se detiene frente a él, desde la ventanilla le arrojan dos bolsas de plástico y seguidos de un ¡no deje que se los quiten!; inmediatamente se coloca las botas usadas color miel que le acaban de obsequiar, cubre sus pies calzados con el cobertor, voltea hacia ambos lados con temor de que le quiten sus pertenencias y lo vuelvan a golpear, come una de las tortas que vienen en la otra bolsa de plástico, bebe su licuado de fresa. 


Lava sus pies en el agua fría de la fuente, en el parque, lava también su torso descubierto y lo seca con una camiseta blanca, se queda quieto recibiendo el sol en su espalda, la camiseta sobre el borde de la fuente también es secada por los rayos generosos del astro rey, él nace para todos, sin distinción. Está descalzo, la herida de la frente volvió abrirse, ahora luce tres heridas más en su rostro, dormita, ya no tiene el cobertor nuevo que le había obsequiado la anciana, tampoco  la chamarra con las perforaciones, ni las botas color miel; el profesor Leonel Monroy abre los ojos, con las manos vacías extendidas hacia el sol y la mirada perdida, sonríe con ternura, sin un bocado para llevarse a la boca, aún sin nada que atesorar, sonríe feliz, atesora lo que jamás podrán hurtarle: el recuerdo de su pequeña Julia.