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lunes, 30 de diciembre de 2019

Un cirio para la Sirena (Capítulo XVI)

Espanta tanta soledad, escucho el canto salado, perdiéndome en ese manto gris y la tenue neblina; cierro mis ojos bañados en llanto y percibo el vaivén del mar aún en la roca firme; el débil quejido de la dama me devuelve a la realidad, observo con horror que sus pechos sangran y sus muslos, mancillados con violencia, indican con hilillos rojo brillante el camino hacia donde se hallaba su sexo, la bella Sirena lo convirtió en una masa coagulante y grotesca; enloquecido, presiono sus lesiones con las prendas húmedas, tratando de contener la hemorragia, el nivel del mar empieza a subir, sostengo la cabeza de mi compañera con la mano izquierda y con la derecha continúo presionando  entre sus piernas, no logro controlar mi sollozo, incrédulo por lo que hizo la bella Sirena con mi compañera de roca, mi cabeza es un marasmo, no acierto a comprender esta transgresión a mi amada dama.

No hallo un indicio de sentimientos de parte de la Sirena, la fantasía es mía, no existe amor en la majestuosa Sirena, sólo se descarga en nosotros, fuimos su última opción, un cirio para la Sirena, un cirio encendido para ser rezado con la turbulencia del mar y el desenfreno de su pasión; sólo nos contempló como objetos para ser usados y deshechados. No me ama, no le importo. ¿Por qué voy en pos de una ilusión qué no vale nada? ¿Por qué mi corazón le pertenece a alguien tan despreciable? ¿Por qué me traiciono?

Aún postrado ante mi tierna dama que perece, una sombra me cubre, me seduce y vuelvo a degradarme ante su manto estrellado; no hay luna, sólo bruma, sin embargo, en medio de la oscuridad, bebo sus fulgores, sus ojos tiene una luz que perforan mi ser y, con tesón, me profano, doblegándome a sus instintos; mi anillo, atado en unos jirones de mi camisa, se clava en mi costado y, titubeando por un instante, logré cuestionarme, ¿qué opinaría Quirino al saber que se puede copular con una Sirena?, ¿qué opinaría mi familia al saber que amo a este ser depravado y aberrante?; intenté reclamarle por tomar la vida de la tierna dama y, lamentablemente, me tiré de cabeza en el torbellino erótico de mi amada Sirena y enloquecí desaforadamente en su cuerpo; con avidez, en sus pechos diamantados, bebí grandes tragos de su sangre, sin lograr saciar este desierto de mi ardiente sed, olvidándome, en extravío, de vivir y hasta de la muerte misma.

El cuerpo de mi dulce compañera de roca desapareció, sólo quedaron las prendas manchadas de sangre, por fin se reuniría con su amadísima hija, esa niña inocente que entregó a la Sirena con los ojos cerrados y el corazón llorando. Sé que mi fin se acerca, debo suponer que la hermosa Sirena se hartó de nosotros y de no ser así, ¿por qué sacrificó a esa noble dama?  Con tristeza y enojo, recordé observar a ambas en un arrebato amoroso, en poses perversas de su inagotable sexualidad, dignas de un cuadro, cuadro para ser admirado y destruido.  Recuerdo, vagamente, un dulce deleite, envuelto en sus bellísimos senos  y el canto suave de la sirena, no supe cuando es que me quedé dormido y cuando desperté, con ligero sobresalto,  pude ver cuando la sirena se deslizaba sigilosamente hacia el mar, dejando un rastro ensangrentado, jamás imaginé que ya había tomado la vida de mi compañera de roca; en su agonía, logré confesarle a mi bella dama cuánto le amaba y cuán agradecido estaba por su ternura y presencia en esta funesta soledad y repitiéndole, inconsolable, no me abandones,  hasta que se apagó la suavidad de sus ojos y la vil Sirena me tomó en su abrazo llameante, palpitante...




miércoles, 25 de diciembre de 2019

Hedentina en la ciudad

Los ojos se cierran, 
La boca se enmudece y 
La nariz se ahoga

Mierda, toda la calle olía a mierda, cerré la puerta e intenté alejarme lo más rápido de casa, la fetidez atontaba los sentidos; antes de salir de casa, observé los pequeños excrementos de los dos perros que aún no había recogido su dueño, suponiendo que ese era el motivo de ese horrible hedor, me despedí de ellos agitando mi mano derecha aún con las llaves en la mano, al otro lado de la reja el moreno brincaba  alborotado, apoyado en el metal con sus dos patas delanteras e intentando acariciar mi mano con su lengua, pero, sólo recibió un tajante, "no comas tu popo, moreno", apuntando con mi dedo hacia su plato metálico, rebosante de alimento para perro, el moreno gruñó hacia el mieles, su compañero que también acudió al sonido de mis llaves, ahí se inició la pelea, acompañada de fieros gruñidos de los dos perritos chihuahua, volví mi atención a sus escasos deshechos entre las doradas hojas del único árbol de la casa, observé que el viejo árbol estaba casi pelón en esta fría mañana, también noté que el moreno había cambiado el pleito por un bocado de su propio excremento, vociferé nuevamente, "deja eso, moreno" y salí tratando de encontrar un aire más puro.

Varias calles estaban sucias de inmundicia, caminé aprisa e intentando no pisar la suciedad, crucé varias manzanas hasta que logré abordar mi autobús, mareada  de esa hediondez; me concentré en la lectura de  mi libro intitulado "El tufo de la aromaterapia", de la escritora, Mundicis Fraganchis; después de casi treinta minutos, llegué a mi destino y al bajar del colectivo, increíble, el aturdido hedor volvió a patear, las personas se cubrían la nariz con sus bufandas, las manos, la solapa de sus trajes, con el puño de sus prendas, con sus bolsos, con los dedos pulgar e índice, con pastillas de chicle, con migajón, con uvas, con trozos de gelatina, con pedacitos de tamal; bueno, hasta con mechones de cabello largo; era insólito ese aire viciado, sospeché e hice todas las conjeturas herráticas y alucinantes hasta que me dí por vencida cuando escuché tanta extravagancia de  las personas al comentar entre ellas lo siguiente: "vengo del zócalo, huele peor, es la contaminación que huele a popo"; "toda la ciudad huele mal, ya tiene varios días, no se hagan pen...";  "huele espantoso desde Sátelite, hubo manifestaciones y entre los caballos  y la multitud dejaron esta porquería"; "desde la Villa huele también a excremento, colapsó el drenaje de toda la ciudad y este es el resultado"; "es la mala vibra de la gente envidiosa, de seguir así, les crecerán colas de chango"; "en las Águilas hasta te vomitas, gente graciosa que se sienta en todos lados, antes sólo orinaban en los árboles, los puentes, los postes y miren nada más, ahora defecan hasta en el segundo piso del  periférico"; "esto es en toda la ciudad, son las mascotas que sacan a pasear y sus dueños no recogen sus cochinadas, yo prefiero un pez"; "es un virus nuevo de la influenza"; "son los deshechos de todos los puestos de tacos de carne podrida, yo por eso sólo como verduras y chilaquiles"; "es la maldición de Tláloc, hay que encenderle una veladora, rezarle un rosario y ponerlo de cabeza para que llueva y lave la ciudad"; una señora de falda larga (manchada de excremento) con sombrilla, pese a lo nublado del día, inquisidora, espetaba, "es el fin de los tiempos, son las plagas de Egipto, arrepiéntanse, abracen un nopal bien espinoso  y lean las sagradísimas escrituras"...



jueves, 12 de diciembre de 2019

Coatlicue (Tonatzin, “nuestra madre venerada”)

  


Coatlicue era venerada como la madre de los dioses y estaba representada como una mujer que usa una falda de serpientes. Tiene los pechos caídos, que simbolizan la fertilidad, un collar de manos y corazones humanos que representan la vida.   Coatlicue dió a luz a Huitzilopochtli. Diosa de la vida y de la muerte (mitología Azteca).

 La colosal estatua de Coatlicue del Museo Nacional de Antropología de la ciudad de México, supera en fuerza expresiva a las creaciones más refinadas de pueblos que, como el maya, concebían a la vida y a los dioses en una forma más serena.

viernes, 22 de noviembre de 2019

Limosna de beso

Burlones tus ojos,
Llorosos los míos.
Desidia en tu sonrisa,
Cayendo la mía.
Habló tu espalda,
Enmudeció mi rostro.
Corrieron tus pisadas,
Mis piernas dudaron.
Vedas tu abrazo,
Retroceden mis manos.
Tu limosna de beso,
Ya no la quiero.





lunes, 11 de noviembre de 2019

Me abandono en un cielo ocre, sin pizca de azul, el viento furioso azotó a los pajarillos en la rama  y, éstos, aletearon sin trinos en su huida, pasaron tan deprisa junto de mí, precisamente cuando flotaba fuera de este cuerpo clavado por alfileres, seguramente, aquel brujo de magia negra sostenía a mi muñeca vudú cubriéndola de agujas filosas; no logré acariciar a ninguno de los pajarillos, justo cuando intenté pasar mis dedos por sus cabecillas, un torbellino cercenó todas las hojas del árbol y empujó con violencia los frágiles cuerpos de las aves; también trastabillé en el espacio y, en caída libre, retomé mi cuerpo inmóvil; sentí todo el dolor, ardorosamente quemante y no derramé ni una sola lágrima, pese a que mis ojos se humedecieron desbordantes.

Caminé entre ese amarillo oxidado y un capote negro en el horizonte amenazó con desplazar ese cielo insano; en realidad, no sé si camino o floto, lo que si sé es que, recorro el camino sinuoso cubierto de hojas secas porque éstas golpean mi ser al rodearlo con esta ventolera que les domina caprichosamente, todo se torna  amarillento y anaranjado intensos y sofocantes; difícil respirar, voy a tientas para no errar, este aire viciado de amarillos me oprime la garganta, vuelvo mi mirada en busca de la oscuridad prometedora y por algún encantamiento, se ha disipado aquella extensión negruzca, dando paso a un pavoroso cielo ensangrentado.




domingo, 3 de noviembre de 2019

Las zapatillas de raso

La joven anhelaba asistir a la fiesta de esa noche, miró su calzado desgastado y con tristeza volvió sus ojos al vestido rosado; en su viejo sillón, la abuela advirtió los deseos de su nieta y de una caja polvorienta sacó unas zapatillas de raso, aunque tenían muchos años, eran las zapatillas más primorosas que la jovencita había visto y con un abrazo frenético y un beso tierno, agradeció a su abuela el poder completar su atuendo de fiesta.

La chica, envuelta en su vaporoso vestido, sonriente, negaba el baile a todos los chicos apuestos que mostraban su interés en ella, así transcurrió toda la noche en la soñada fiesta, con una inquieta sonrisa, la jovencita no cumplió el deseo de ser sostenida por unos brazos tibios, al compás de la música; los algodones que había colocado en las puntas de las zapatillas se habían compactado casi al entrar al gran salón festivo, ahora, su verdadero anhelo, era poder cruzar ese enorme salón de fiesta hasta la salida sin perder un solo zapato, pues, el relleno que había colocado, ahora, era casi nada, las zapatillas de raso nunca fueron de su talla, le quedaban grandes.


Galería alumnas (continuación)


Cristal checo, piedras naturales, howlita y batallar con la pinzas para los engarces, como le sucede aún a la Sra. Ana, sin embargo, aquí este bello resultado!

jueves, 10 de octubre de 2019

viernes, 4 de octubre de 2019

Ebrio por la Sirena (Capítulo XV)

Soñé con mi prometida olvidada, es rubia, de gran sonrisa, ojos enmielados, apoyada entre las espinas que sostienen esas flores olorosas, en ese enorme jardín de su mansión; me abrazaba y me atraía hacia las espinas, hasta que mi novia sangró de todo el cuerpo, pese a ello, musitó a mi oído cuanto me amaba y nos besamos tiernamente; la Sirena nos enroscó y bebió de nuestras heridas ante el grito aterrorizado de Tanian, mi dulce novia.


Será que hay árboles que no se balancean al susurro del viento, pues esta espera inerte pasma hasta mi aliento, codiciando a ese ser alucinante. Es tan terrible el vivir de mi espíritu sin el roce de tu tibieza, mi ser se agrieta, amada Sirena, ten piedad de mí. Hastío nebuloso, así mi vivir, los días sólo pasan, sin detenerse siquiera a respirar este aire espinoso que destila el sol calcinante. Suspendido en este mar, se me seca el alma, ebrio por la Sirena, por siempre.

El firmamento azul está lleno de algodones, algunos más iluminados que otros, brisa ligera, las olas besan la roca, tímidamente y a lo lejos diviso una embarcación, un pendón, ondula un color rojizo, bandera que desaparece, como si el mar se la hubiera tragado y con ese desvanecimiento, se esfumó la esperanza de recobrar una vida ordinaria y patética, llena de gente y de mayor soledad; envenenando la atmósfera, la Sirena, mustia, fijaba sus ojillos hirientes en nosotros, la dama prensaba mi mano con las suyas, al grado de  clavar sus uñas en mi palma, la sed de sangre se reflejaba en sus ojos centelleantes y su lengua filosa, la Sirena nunca nos dejaría partir, estaba seguro de eso, sólo somos su fuente de alimento, mi pensar estúpido acerca de que ese ser belicoso tuviera un sentimiento por nosotros, es irreal, el amor no existe, lo afirmo, cada ser que he conocido devora lo mejor del otro a su conveniencia propia, sin arrepentimiento y cuando el otro ya no es de utilidad... 

La Sirena volvió a tomar de nosotros lo que quiso, cedemos a los instintos, aunque la ventaja no es de nosotros, simples humanos, ese ser siniestro fue más ardiente que nunca, reviviría hasta a un muerto, ya casi lo estamos; quizás la idea de haber sido rescatados por aquella embarcación volátil, la hizo concentrar con más fiereza sus pasiones y las nuestras, su magia negra hechiza con lujuria estos cuerpos que yacen al borde del precipicio de la muerte, también bebimos de su sangre, la dama recorrió con su lengua desde mis labios hasta mi barbilla, limpiando la hebra de sangre que delataba mi pecado.

Suavidad en el mar, mi roca es palpada con ligereza por el agua salada, como acariciándola con ternura y besada por esta ligera brisa y despertándola beligerantemente con su asqueabundo hedor, allí, para siempre, la sensual y repulsiva Sirena, tan bella y malévola, tan centelleante en su pecho y tan negro, quizás, su corazón. Cielo azul con algunas nubes de diversas tonalidades, algunas de un gris que, pareciera, detestan a la Sirena, el candente sol deslumbra mis ojos y todo mi ser, por más que me cubro con las ropas húmedas, me consumo, sin esperanza.  Inútil estar sin ella cuando está a una palma de mí, cautivo de la soledad, del perfume marino y de su beso mortal.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Olvido

Hay olvidos tan presentes
Que quisiera extraviarlos
Los hice añicos y
Están más enteros que nunca
Olvido, retrocede en el tiempo y 
Vierte tu elíxir no sólo en mi mente
Inunda mi ser, mi alma, con tu néctar 
Duele tanto estar rota



martes, 27 de agosto de 2019

Los ojos de la sirena (Capítulo XIV)


A cada chasquido del mar, sobre la roca, miraba anhelante, loco, deseando hallar la silueta de esa hechicera marina, habían llegado trozos de madera y un gran baúl; por lo que deduje que la Sirena estaría muy ocupada con esos cuerpos sanos, vigorosos, para saciar su sed de sangre, reconozco que lloré al imaginarla envolviendo a esos desgraciados náufragos sólo para conducirlos a una muerte más rápida. Únicamente, hallamos en el baúl, ropa, alhajas, monedas de oro y plata; alimentos es lo que más apetecíamos, como el mayor de los tesoros y, nada, sólo esta basura.

La dama está sumamente decaída, tampoco pierde de vista el horizonte, buscando los luceros que ciegan nuestro ser; rechaza las clases de natación, por más que la apremio, sus ojos permanecen cerrados aunque no duerme, lloroso, le pedí que no muera, que no me abandone a esa soledad espantosa, entre esa palabras suplicantes, besé sus labios, su rostro, su cabellera, sus senos, su sexo y, aquí, la dama siempre vuelve a la vida; después de amarnos, con una débil sonrisa, mi compañera de roca me prometió que no me dejará solo e, inmediatamente, comió de los pecesitos ensartados en la espada. Dialogamos abrazados y susurré un secreto al oído de la dama, una confesión que me permite continuar vivo.

Respingó mi corazón, después de un día y otro de espera, esa mirada grabada en mi mente y ese centelleo en sus ojos, traspasó mi alma, allí estaba mi amante Sirena, desconozco el tiempo de su traición, de su ausencia, sin memoria, salté al busto diamantado, ella apoyó mi cabeza en la luz de su pecho y, embelesado, reviví en el arrullo de su corazón, en mí, ese latido me hace vibrar el cuerpo entero; sé que esto no es eterno, lo que dure será suficiente para esta desvenjecida alma mía.  Los tres cuerpos entrelazados se confundían, de haber una mirada indiscreta, nunca sabría el inicio o el final de cada uno de nosotros; entre besos y suspiros, lancé una mirada significativa a mi compañera de roca, justo cuando nuestras miradas se cruzaron y ella se asió de las copas de la bella Sirena; la dama, encadenada al busto brillante de la hechicera marina, se nutrió de su sangre; un hebra de sangre se deslizó hasta su barbilla, yo, prendido, en el cuerpo de la Sirena, le poseía lascivamente. Nos quedamos solos, entre una espuma y unas ondas cristalinas que dejó mi amada Sirena cuando se sumergió en ese mar oscuro; abrazado al talle de la dama, noté que se veía mejorada, me sonrió con dulzura y sus ojos destellaron como los de la Sirena; el secreto que había descubierto para sobrevivir, era beber la sangre de la Sirena,  la dama tiene color en sus mejillas, la mejora se advierte a tal grado que, la dama, con ímpetu, se vuelve a enfundar en mi cuerpo.

lunes, 5 de agosto de 2019

Tutorial Mantel bordado con listón

 

 

Materiales

Listones organza azul turquesa de 3 cm y 2 cm de ancho.
Listones organza verde militar y bandera de 1.5 cm de ancho
Listón organza lila de 1 cm de ancho.
Listón satinado azul turquesa de 1 cm de ancho.
Listones satinados verde seco y militar de1 cm de ancho.
Listones satinados rosa mexicano y perla de 1 cm de ancho.
Hilos: dorado metálico, para bordar verde botella y colores adecuados.
Agujas de canevá con punta y de bordar.
Chaquirones lila pastel.
Mantel, bastidor, lápiz, encendedor y tijeras.
 

Procedimiento:

Trazar tres círculos con lápiz, son las flores más grandes, distribuir de la manera que te convengan, bordar puntada de margarita en todos los círculos con listón de organza azul turquesa de 3 cm, dentro de cada petálo se vuelve a repetir la puntada con listón satinado turquesa de 1 cm de ancho, tener cuidado de no tocar el listón de organza, ni tensar con ninguno de los materiales.

El siguiente paso es trazar las hojas más grandes, en diferente direcciones, algunas más alargadas que otras; bordar con puntada recta de manera inclinada, cada puntada encimarla en la puntada anterior, evita que queden separadas,que no queden tensan, de esta manera se le dará volumen, bordando cada hoja con listón satinado de diferente verde de 1 cm de ancho, de manera alterna; con cuatro hilos verde botella, con puntada atrás bordar el nervio central de cada hoja.

Marca hojas más pequeñas, bordar con los listones de organza verde militar y verde bandera de 1.5 cm de ancho, hay variantes de la puntada de margarita, bordar ambas partes del listón, por el nervio central de la hoja, con hilo dorado metálico, con puntada atrás, en la punta dejar medio centímetro sin bordar, le dará un aspecto natural.

Elaborar 10 ó 12 flores, cortar 50 cm de listón organza azul turquesa de 2 cm de ancho, sellar con el encendedor los extremos, hilvanar horizontalmente en la orilla del listón y subir verticalmente cada 4 cm y regresar con una distancia de 1 ó 2 mm para continuar hilvanando horizontalmente y se repite el procedimiento, finalmente, jalar hilo, acomodar en espiral el listón (pétalos), coser y asegurar que quede firme en mantel; elaborar 10 ó 12 flores más de cada color con listón satinado rosa mexicano y organsa lila de 1 cm de ancho, hacer cortes de 20 cm, utilizar procedimiento anterior, aplicarlas en la labor.

Elaborar 10 rosas bordadas con listón satinado perla de 1 cm de ancho, hacer una estrella con hilo sobre la tela, en centro hacer un nudo francés con listón, pasar por la estrella con una puntada arriba y otra abajo, hasta llenar la estrella, concluye con un nudo en la parte de atrás de la labor, bordar cada rosa en los huecos restantes del diseño.

Finalmente, bordar el chaquirón en los centros de las flores azul turquesas, aplicar un chaquirón en todas las flores pequeñas, excepto en botones de rosa. Listo! Te gustó? Deja tu comentario.

lunes, 29 de julio de 2019

Tu beso, sinceramente, lo odia mi mejilla
Un leve giro de mi rostro y rozaría tus labios
Culpo a tus ojos, no soy yo
Sucede que, cuando clavas tu mirada en mí
Me siento como una espiga, expuesta al sol 



lunes, 22 de julio de 2019

Cenizas

Si no llegara ese amanecer
Si nunca más tienes un cielo estrellado
¿Qué te detiene?
Saborea lo ácido y dulce del inconveniente
Sé loco y libre en ese anhelo postergado
Destruye el tiempo en el ligero temblor de lo que te da la gana
Rompe el miedo, el orgullo, la mentira y demás miserias...
Sabes, son sólo cenizas, al igual que Tú!


sábado, 29 de junio de 2019

domingo, 23 de junio de 2019

¿La Sirena, es un demonio? (Capítulo XIII)

La prefiere a ella, sólo regresa y se descarga en ella y se alimenta de ella; ocasionalmente, a petición de mi amada Sirena, me uno a su rito perverso, en ellas, desahogo, depravadamente, este deseo belicoso que me calcina, me encadeno a la copa de sus diamantados pechos y bebo de ellos hasta hacerlos sangrar, la amante Sirena no  me retira de sí, su fétido y asqueroso aliento desciende a todo mi ser al compás de su melodía arrullante, como un quejido eterno de placer, armoniosamente primitivo y, como en un sueño, con mi cabeza hundida en sus fulgores, bebo de su sangre, hecho está.  He dejado de aborrecer a la dama con la que comparto esta roca y a la Sirena; a unos palmos de mí, con pena, observo como la bella Sirena  envuelve al cuerpo débil de la  mujer, suspiro y bajo la mirada y no quiero verlas más en su frénetica lujuria; incómodo con los gemidos delirantes de ellas, opté por alejar mis pensamientos a aquella casona gris envuelta en bruma, a esos pasillos, ventanales enormes y escaleras interminables y sombras; mi pensamiento me traslada a esos jardines coloridos con olor a tierra mojada y frutas, mi tierra amada... ¿algún día volveré?

Dado que la mujer es amadamente consumida con más frecuencia por mi hermosa Sirena, se mantiene muy decaída, con su cabeza apoyada en mi pecho, beso su cabello salpicado de canas y le pregunto: ¿qué haces contigo?, sin mirarme, me reponde, lo mismo que tú; la apremio a abrir la boca para darle unos trozos de pescado con mis dedos, con mi otro brazo rodeo su cuerpo apretadamente, aquí, cruza por  mi mente que esta dama puede morir y me aferro más a ella con mis ojos húmedos; sé que ella lo intuye y musita, también te amo. Con más dedicación, le procuro los alimentos a mi compañera, trepo a lo más alto de la roca para colocar sus prendas y que éstas estén secas y confortables para  ella; conversamos con mas frecuencia y la dama denota su deseo de reunirse con su hija muerta; contemplo su cuerpo consumido y desnudo; me toma de las caderas,  acercándome a las suyas con una cadencia sensitiva, al mismo tiempo que me invita beber de sus opacos senos; sin agravio alguno, nuestras almas perdonan cualquier rencilla, si la hubiera, el néctar de sus senos no es el mismo de la hermosa Sirena, no sale de mi mente, en el rostro lleno de pasión de esta mujer sólo puedo evocar a ese ser monstruoso, mi amada Sirena, siempre la Sirena. Esta soledad es más inmensa que el mar mismo, ¿cuántas veces se puede morir en este triste destierro?

La oquedad de mi ser me consume, entre el velo de las limosnas que aquí hallé en lugar de la muerte misma,  quizás he muerto y este abismo de sal sea mi recompensa o castigo; mi mano, aferrándose al aire mismo, quizás, sólo se apoya en la niebla de mis añoranzas porque, quizás, ni el aire existe y, quizás, mi amante Sirena, sólo sea Belcebú, quien me subyuga a su sexo, a su canto podrido y a sus eslabones del averno; vaya lío, ¿la Sirena es un demonio? quizás, esté demente y la soledad sólo sea estar mal consigo mismo; o, en realidad, ni siquiera existo.


domingo, 16 de junio de 2019

Vive!

Sólo eres una mota de polvo
Nadie te extrañará si desapareces
Y te olvidarán pronto
En un suspiro te habrás ido
El mundo seguirá bien sin ti
Sin importar quién seas
No mueras ahora
Ese momento llegará con certeza
Hoy, sólo te toca vivir, Vive!



martes, 11 de junio de 2019

viernes, 31 de mayo de 2019

Flor de nieve

Llega el amanecer tardío
Ese anochecer, demora
Espera  la flor del amor eterno
Por las montañas se cuela un gélido vacío
Le ilumina  la luna mentirosa que enamora
Flor de nieve que suspira, leyenda, cruel infierno
Una chispa  por verle ascender con brío
Rictus en su corazón... no llegará esa hora



jueves, 2 de mayo de 2019

Amaré tu Cáncer

(Primera parte)

Dicen: ¡Cáncer, me lleva la chin...!, ¿Por qué a mí!, ¡Maldición, siempre he sido buena persona!,
¡Dios me odia!, ¡Put.. vida!, ¡Prefiero morir de un balazo!, ¡Nada, no lo tengo y no me atiendo!
¿Qué será de mis hijos?, ¡No puede ser, no tengo dinero!..., bla, bla, bla, Cáncer, Cáncer...

A veces, lo oscuro es bueno. Aplicaron el líquido oscuro en el interior de su vagina y unas partes no se obscurecieron, el médico que realizaba el procedimiento llamó a otros médicos, los tres coincidieron: tomar biopsia. Aunque el médico le indicó a su paciente que sentiría una molestia al tomar la muestra, el "pellizco" fue como una mordida, ese fue el primero, Benedic se relajó, miro a través de la ventana el azul del cielo, una brisa ligera columpiaba las ramas de un árbol que estaba muy cerca de la ventana, aquí: deseaba volar; el segundo pellizco-mordida, volvió a doler, giró su cabeza y fijó su mirada en la blancura del techo. Colocaron un cicatrizante en las heridas, una de las heridas tardó en dejar de sangrar, aún con un goteo pequeño, colocaron un tapón vaginal, debería de bañarse al día siguiente y jalar unos hilos para sacar el tapón de su vagina. Las piernas se le durmieron, tardaron casi una hora en el procedimiento. En dos semanas le entregarán los resultados de la biopsia. Antes de salir del consultorio, vio el pequeño charco de sangre en el piso, recordando a la doctora Ortiz, la oncóloga que le había tratado años atrás; el doctor que la había atendido en esta ocasión parecía no darse cuenta del charco de sangre que estaba a unos centímetros de su calzado, continuó sentado y le indicó que agendara su cita antes de retirarse. Benedic revivió el episodio pasado, mientras salía del hospital, la bata blanca de la doctora Ortiz quedó cubierta de sangre, el piso y la mesa de exploración totalmente manchadas y solo había sido una exploración vaginal, miomas; después de la operación, casi diez años atrás, el reporte de patología indicaba Cáncer.

La familia de Benedic fue enterada nuevamente, tranquilizada y exhortada a mantenerse unidos sin importar el desenlace de esta pesadilla, sus hijos, sus hermanas, sobrinos, le mencionaron su amor y apoyo, no le abandonarían en este trance, Benedic ya lo sabía. Yalag dijo estar enojado, padecía Cáncer desde hacía tiempo atrás y ,aún así, Benedic le amaba, no le importó su enfermedad, o sus consecuencias, no se veía sin su mano, el Cáncer era parte de él y ella amaba también su Cáncer, no la asustaba, no la ahuyentaría, le sostendría su corazón hasta el fin, estaba decidida desde el primer beso de Yalag; recordó cuando, creyéndose sana, de frente, le dijo a Yalag: ¡"Amaré tu Cáncer!"; cuatro días después de informarle su situación, Yalag la buscó, juntos en el parque, él le mencionó su malestar de estar pasando por esta situación, consideraba que con su Cáncer era más que suficiente, no dejaba de revisar su celular, dos horas después, se marchó, pidiéndole que en cuanto tuviera los resultados le avisara.

(Segunda parte)

Aplastó la cabeza de la serpiente varias veces con una roca hasta desprenderle la cabeza, con su pie izquierdo le sostenía las alas al delgado cuerpo del reptil, la descubrió arrastrándose en su recámara y era tan negra que casi no se distinguían sus ojillos; Benedic se paralizó, no podía respirar, la serpiente se le aventó al rostro y le mordió la mano derecha con la que Benedic se protegió; le aterraban las serpientes, nunca imaginó enfrentar una de ellas, sólo lo hizo, se defendió con esa roca que tenía en su tocador, una piedra de río, obsequio de sus hijos, la eligieron en un riachuelo del ajusco porque parecía un puño humano con una pulsera en la muñeca, ¡"Seguro que es una mano encantada!", decían sus hijos, aún pequeños; encantada o no, Benedic arremetió contra la serpiente, la serpiente intento volar para escapar del primer golpe, el horror de su mordida enloqueció a su víctima, en otras circunstancias, Benedic hubiera hechado a correr, verse en peligro le dio el valor de defenderse; no paró hasta verle la cabeza hecha papilla, retiró su pie de sus alas, temblaba hasta la piedra en forma de puño, se sentó en su cama gritándole a sus hijos aún eufórica, justo al llegar sus hijos, muy alarmados, el cuerpo de la serpiente se incorporó a la cabeza que volvía a unir sus partes, volvió a ser una serpiente con alas de pájaro, se arrojó nuevamente a la cara de Benedic mordiendo sus labios y al mismo tiempo se enroscaba en su cuello. Hay pesadillas que no terminan después de despertar.

Desnuda, recostada, pinchada, respiraba profundamente, era necesario relajarse; en algún lugar remoto un hechicero sostenía una muñeca en su mano, fieramente e invocando el mal, clavaba alfileres en todo el cuerpo de la muñeca, ni la cabeza se le escapó, justamente así se sentía Benedic, víctima de el Vudú.  Observando el techo blanco, esta vez sólo alcanzaba a ver un pedacito de cielo, algunas ramas parecían respirar suavemente con ese ligero vientecillo, un pájaro trinaba a su amada, aquí, suspiró más profundo, habían transcurrido quince días desde la vez del parque con Yalag y no le había marcado en una sola ocasión; le extrañaba, anhelaba sus brazos y su sonrisa. Ahora era diferente, Benedic no forzaría a nadie para que estuvieran con ella, así había sido diez años atrás, quien quiso estar con ella y sus hijos, se hizo presente; decía la abuela de Benedic que: "¡En la cárcel y en la cama, se conoce a los amigos!"; y le falto añadir: "Y a quien te ama!".

Su familia se apegó más a ella, esta vez ellos bendecían a Benedic, conmoviéndola con tanto cariño; aún así, sentía la ausencia de esa alma que añoraba, no estaba completa; amaba a Yalag y su Cáncer, no le importaban los trastornos que él sufría a causa de ello, ella se ajustaba a lo que fuese necesario con él, no señalaba ni daba importancia a sus limitaciones físicas tan evidentes, para no mortificarlo; Yalag vivía para sí, se daba gusto en todo cuanto se le antojara, hasta de ser indiferente e ignorar a quien le amaba y se preocupaba por él. Va la mano vacía de Benedic, Yalag nunca llegó a ofrecerle lo que no posee y lo que no quizo; Benedic se apoyó en su propia mano, ya lo hacía antes, sólo que, a veces, hay almas que se desvanecen antes de llegar a ti, ya que no hay nada en su ser para dar.

Aún desnuda, con la mirada fija en el azul del cielo, ya sin el canto del pájaro, sabía que algunas personas se alejarían, así había ocurrido anteriormente, el que Benedic amara a alguien no significaba que debieran presenciar esa faceta de su vida y ella deseaba entenderlo, "¡a fuerza, ni los zapatos entran!".

(Tercera parte)

¿Dónde estás corazón?
¡Vuelve, no me dejes sin latidos!
¡Aprisa, aprisa... debí vivir, ya no hay tiempo!
¡No le digas más que extrañas su sonrisa!
¡Ya no mueras!
¡Su ausencia, su silencio lacerante, son de Midas!
¿Ahora comprendes el frío metal de su corazón?

Entre bustos mutilados, pacientes cubriendo sus cabezas con turbantes, pañoletas o gorros, con rostros pálidos, ojos hundidos, ojerosos y llenos de miedo, Benedic les sonreía, deseaba infundirles esperanza de que estarían bien, de que eran bendecidas por el simple hecho de estar vivas; la enfermera detuvo a Benedic al salir de consultorio para indicarle algunos trámites que debía realizar, algunas pacientes al escuchar comprendieron lo que significaba, cuando la enfermera se retiró, una señora con turbante posó su mano en el hombro de Benedic y con voz suave le dijo que todo saldría bien, Benedic quiso agradecerle el gesto con una sonrisa pero un escalofrío le hizo estremecerse.

Benedic hizo el pago de sus servicios en la ventanilla del hospital, las lágrimas le traicionaron y la cajera esperó a que se limpiara con el dorso de la mano las mejillas para entregarle sus recibos. Benedic procuraba salir del hospital sonriente, negaba esa enfermedad, se atendería y llevaría a cabo todo el tratamiento pero, en su interior, negaba tener ese Cáncer, no era a ella a quién pertenecía, todo parecía un error.

Sola, silencio total, perdía el piso, cerrando los ojos, respiró profundo; apoyó la espalda en la puerta del consultorio, algunas miradas tristes y ojerosas se desviaron hacia ella; Benedic apretó los puños, ahí va, camina segura, la vida exige seguridad, desconfianza, miedo, cualquier sentimiento, lo importante es que la vida toma de la mano y jamás suelta, en verdad que no suelta; muerte y vida forcejean por cada alma, aunque sea el fin del tiempo de una persona, la vida se afianza tanto que rescata de la mano de la parca a quien llega a morir por unos minutos; la batalla no la gana ninguna de ellas, de hecho, son hermanas, coexisten entre las personas, nunca les abandonan, ambas van junto a la gente, recorriendo todos sus caminos, les acarician, les sonríen, vida y muerte prometen, siempre cumplen.

Llamadas o mensajes constantes de apoyo y cariño, día a día; se iniciaba un maratón y a veces no todos logran aguantarlo; la puerta estaba abierta, sin llave, quien desee estar o retirarse, es libre de hacerlo y Benedic lo entiende por completo, ella les seguirá amando por siempre. Yalag continúa ausente desde hace meses, no es de ahora, es de siempre. El amor,  todo lo espera, dice una máxima, ¿hasta el abandono?

(Cuarta parte)

Las ráfagas de viento golpean su andar, roza el río de nubes entre dos azules, con la punta de sus dedos entra en una nube, después en otra y no distingue el camino; ¡cuánto se ha perdido!, ¡lo ido no vuelve!, ¿demasiado tarde?, ¡nunca! Trastabillea en el aire, disipa la bruma, sigue adelante. Benedic se ha vuelto invisible, pasan junto, a través de ella, ya no la conocen, la evitan, o, ¿habrá desaparecido? ¿Hay quien muere y no se da cuenta? Los enfermos desaparecen y no se percatan de ello.

Paris dice no tener dinero, reconoce que Benedic le ha hechado la mano varias veces pero, por ahora que no cuente con él, no recuerda cuando aún no tenía nada y ella le solventaba gastos importantes. Vilas no puede apoyar, extravió su cartera y quién sabe cuándo tendrá dinero, es cierto que Benedic le ha prestado dinero sin exigencias de pago, le debe varios favores, aun así, ella no cuenta con dinero, lo perdió; vaya que son curiosos, Benedic no les pidió nada y ellos ya se excusan; no le vuelven a dar la cara y se desaparecen del mapa. El amor, la amistad, el ser incondicional, etc., nunca es suficiente para algunas personas, ¿qué más querrán?

¿Qué sucede con el amor? ¿Cuándo se rompe el hilo delgado entre la enfermedad y el cariño? ¿Hay pruebas que amalgaman la indiferencia, la deserción y el desamor? ¿El numen del amor desaparece ante el fractal del Cáncer? ¿Ser frágil y transparente, repele los sentimientos? Hay tanto que aprender del "amor", hay tanto que agradecer del "amor", porque vaya que duele cuando "aman" de lejitos, cuando siempre piensan en el ser amado y jamás se lo dicen. Amor, Amor, ¿por qué dueles tanto?

En desasosiego, no se concentra en casi nada, Benedic se esfuerza en sus actividades normales, se obliga a salir de la cama, quiere llorar y no lo logra. Las jacarandas tiñen las calles, pisa la alfombra de pétalos, camina lenta, ansía llegar al hospital, sus piernas no obedecen, en cada paso arrastra las flores sobre el pavimento; cruza con personas que llevan las huellas del Cáncer, esos rostros llenos de pesadumbre le obligan a recapacitar, eleva su mirada y agradece la vida, el momento, su familia, el poder atenderse en el lugar indicado, Benedic sonríe confiada, está en manos de dios!


(Quinta parte)


Nada se pierde cuando ganas la ausencia y el abandono de quien dice quererte y escupe de reojo a tu rostro! ¡Ya eres una carga! ¡Se esconden! El vacío se intensifica, el silencio se transforma en olvido. ¡Huidizas sus miradas! ¡No desaparezcas, a algunos les haces tanta falta!

Hay "amigos" que Nunca fueron!
Hay "amores" que No existieron!

Las noches son eternas, escucha a sus hijos dormir, cuando dan vuelta en su cama, el crujir de la casa, algo que corrió apresurado en el patio, los murmullos nocturnos se van apagando poco a poco hasta quedar en silencio total, todas las posiciones que intenta Benedic no logran ayudarle a conciliar el sueño, el cobertor es tan frío, sus brazos están helados, su corazón arde.

Día a día los mensajes de su familia le demuestran más su preocupación, Benedic sabe que es inevitable hacerles sufrir, aunque era algo que no deseaba, nunca en sus más horribles pesadillas imaginó hacerles pasar por este dolor, es lamentable amar y sufrir al mismo tiempo. Levia le abraza con toda la ternura posible, le besa la cabeza e intenta confortarla, algunas veces no logra controlar sus lágrimas y entonces Benedic conforta a su hijo; Tara disimula mejor su trago amargo, desarrolla conversaciones animadas e intenta fortalecer a su madre con su sonrisa; últimamente se han reunido los tres con más frecuencia, en las charlas sacan a relucir sus mejores aventuras, las más hilarantes y todos ríen con tantas anécdotas ocurrentes, aunque en los momentos silenciosos Benedic descubre la tristeza en sus miradas. El amor verdadero sí existe, sólo mírate en los ojos de tus hijos.

El escalofrío no abandona su cuerpo; "Oye, no tienes calor?", le pregunta Pepe con una sonrisa hermosa y agitando su mano a manera de abanico en su rostro, su cabello es una ligera peluza amarilla, delicada, está muy delgado y camina con inseguridad hacia el consultorio; Don Panchito se acerca a Benedic y le muestra una de sus artesanías, él tiene dificultad para hablar, casi no se le entiende, usa las manos para darse a entender, es tan amable, está más delgado que Pepe, pero camina mejor; Pepe y Don Panchito venden sus artesanías que han aprendido a elaborar de manera emergente, están desempleados y necesitan ingresos par cubrir su atención médica, Benedic les anima, admira su entusiasmo, aún en los días malos, cuando están tan decaídos y débiles, lucen sus mejores sonrisas; cada vez que abren los ojos por las mañanas, agradecen el regalo de vida, ese obsequio que a otros les ha sido negado, dicen muy sonrientes.


(Sexta parte)


Suspendida en gris, miles de seres diminutos brillantes luchan por penetrar su cuerpo, chocan entre sí, caen y vuelven a intentarlo, uno a uno carcomen su carne, invadiendo su cuerpo, eso fue sólo el comienzo. Un grito mudo, nadie le escucha, sangra a chorros, la sangre forma coágulos y de esos grumos rojos surgen más seres diminutos, los cuales vuelven al cuerpo de Benedic y, esta vez, van por los huesos; ella es consumida lentamente hasta desaparecer.

La terapia grupal es un éxito, los lamentos, desgracias, sufrimientos, se comparten y ese desahogo va minando el miedo a la muerte; tres de ellos, a un paso de la muerte, desahuciados, continúan riendo y bailando; Gloria no tiene senos, es una rubia de ojos verdes, es de Michoacán, ya no desea volver a su tierra, será la burla del pueblo, pero sigue viviendo, está pensando en colocarse las prótesis, pero le da vergüenza, la chismosa de su tía ya enteró al pueblo paso a paso de su enfermedad, jura que ni vuelve ni será la burla de nadie; Paulina no lleva aún prótesis, desea una pero no tiene dinero para ello, es de Veracruz, cada vez que habla de su esposo lo hace con lágrimas, enojada, triste y grosera: ¡"Mierda"!, ¡"Como mierda me miró cuando quise acostarme con él, solo le faltó vomitar"!, volvió a intentar varias veces tener intimidad con su esposo hasta que él le dijo que ya no servía como vieja, que no lo volviera a tocar, que si seguía con ella era por los cinco hijos que tienen, pero que como macho, se olvidara de él; Paulina sufre, dice que si se saca la lotería se pondrá la chiche que le falta y su esposo la volverá a querer como antes, quizás, hasta pueda darle otro hijo para hacerlo feliz y que deje de coger con la Jolita, la antigua novia de su Anselmo, su esposo, que tal si logra parir un hijo de él, llora hasta contagiarnos a todos.

Benedic les abraza, musita palabras de esperanza, de fe, aunque, en realidad no hay nada que los conforte. Martis falleció hace unos días, tenía tantos deseos de curarse, de seguir viviendo por sus hijos, en la última sesión lloraba y reía cuando se dieron el abrazo grupal, parece que ya intuía su desenlace; Benedic ve la pesadumbre en sus rostros, el miedo les carcome, pero, el peor de los miedos es no tener dinero para cubrir las cuentas de la enfermedad. ¡Enfermedad y pobreza, vaya maldición!


(Séptima parte)


Todo se fractura, aberturas por toda la casa, hasta en el jardín, en las flores, en los higos, en los duraznos, en los ciruelos, grietas profundas, surgen pesadillas negras de cada una de ellas y más negras que la noche misma; ¡huye!, ¡corre!, ¡qué no te alcancen!, ¡no duermas más! Cada oscura pesadilla araña a Benedic, a su sombra, casi logra salir de la casa, cuando las manchas negras se abalanzan al cuerpo de Benedic; estrepitosamente, la construcción, cuál casa de cerillos, se hunde, llevándose consigo a Benedic.

No todo era drama. Santa publicó en sus redes sociales lo siguiente: "Solicito SEXO", con fondo amarillo y letras rojas, lo decoró con condones de colores; no estaba convencida del fondo amarillo, le hubiera gustado blanco, pero como es tímida, en verdad es tan tímida que recurrió a este disparate con tal de no pedírselo a sus conocidos, no tuvo el valor, bueno, también es cobarde, lo acepta, además, dice: "Haber, ¿como le harías tú?, el sexo es sexo y los amigos, pues... ahora que recuerdo, no tengo amigos, solo compañeros de trabajo. La cosa está difícil, ¿o no?". Sexo tres veces por semana, eso dice la receta médica, el especialista le explicó lo siguiente,  todos entendimos lo mismo también, que su vagina se puede pegar, dio toda una explicación en donde detalló que en un futuro sería complicado volver a detectarle el Cáncer, esta era la segunda vez que lo presenta y después de someterla al tratamiento, las indicaciones eran: tener sexo, o introducirse una vela o los dedos en la vagina y practicarse movimientos para evitar que ésta se cierre; el oncólogo dio términos médicos y la pobre de Santa, toda pálida, no entendía hasta que lo escribió en la receta; Santa sintió un cosquilleo travieso y observó detenidamente a su médico, era guapo, sus manos fuertes y sus dedos..., el médico la volvió a la realidad: "¡Yo sólo sirvo para recetar!", habló con voz fuerte y severa, "¡A mí, ni me vea!", Santa dice que se ruborizó hasta las muelas del juicio.

A partir de lo anterior, es la terapia más cómica, una fiesta, todos ríen, hacen bromas, hasta los compañeros más delicados de salud fueron contagiados; la respuesta fue inmediata, los galanes llovieron de todas partes, de todas las edades y de ambos sexos; Santa tiene 51 años y aunque tiene sobrepeso, es simpática, actualizó su foto de perfil, una foto donde se ve guapa, dice todo el grupo, entre carcajadas. Todos se retiraron envueltos en algarabía, ¡qué día! Benedic camina a su casa, ríe casi todo el trayecto, la chifladura de Santa no la puede olvidar, le duele el estómago de tanto risa, algunas personas la observan, otras más le devuelven una sonrisa, a Benedic no le importa lo que puedan pensar de ella al llevar puesta esa sonrisa, ya no. ¿Falta estar a un paso de la muerte para atreverse a tanto disparate? ¿Ser loco está vedado a los cuerdos y a los sanos? 


(Octava y última parte)

¿Quién tiene la fórmula del olvido?
¿Cómo sanas un corazón tan herido y triste?
Si el amor es una bendición, ¿por qué condena al infierno cuando se aleja?
¡Reacciona!
Aférrate a ese cariño suave, a ese que siempre ha estado, que no te suelta la mano, que la costumbre lo va arrumbando y espera paciente, observando cómo te hundes por alguien vano.

Miedo a morir, miedo a sufrir, miedo a la soledad, solo temores y más temores, inclusive temor a lo que podría suceder, a lo que aún no existe, miedo a vivir con los pedazos que aún les quedan, miedo a aceptar que parte de ellos ha muerto y aún caminan entre los demás (los completos), careciendo de lo que les hacía más hombres, más mujeres, perece el orgullo, el jactarse, nada resucita, les queman día a día, calcinando su espíritu, sus sueños, todo es mentira.

 René ya solicitó a sus hijos que le dejen morir, no quiere vivir sufriendo, hoy se despide de Benedic y roza sus labios  y una mirada intensa besa sus ojos, ante la sorpresa de ella, René le intentó sonreír pero sólo alargó sus labios cortantes, con sus compañeros constantes de hospital, los abrazos eran interminables, llantos, bendiciones, promesas de verse en algún lugar después de la muerte; ¿existe algo más después de morir? Levanta la mano.

Dejaron de asistir dos compañeras, lo cual motivó el vacío de las miradas, silencios gélidos; la locura de Santa hubiera sido inagotable como terapia de risa, no dejaba de recibir múltiples mensajes, al principio todos querían que Santa leyera los textos, se convirtió en un juego muy divertido, hasta que dejó de entusiasmarlos al ver las dos sillas vacías y la ausencia de René.

En aquel lugar remoto, la muñeca vudú de Benedic es nuevamente clavada por alfileres, carga en su cabeza un mundo, otra veces la siente hecha polvo, el frío no le abandona. Tara y Levia están en su pensamiento, han sido la mayor bendición en su vida, siempre piensa que si la vida le debía algo, le pagó con sus hijos y ahora los hace padecer con su enfermedad, eso la tortura, ellos están junto a su madre, la aman con todo y su Cáncer, nunca la abandonarán; el amor le fortalece el alma, sólo con ver a sus dos pequeños junto a ella, Benedic lo confirma.  Su corazón rebelde extraña aquellos brazos tibios, le ama, no puede olvidarlo, entiende su estupidez por recordarle, Benedic le bendice, le desea qué sea feliz.

En el hospital, envuelta nuevamente en su bata, mirando fijamente el blanco del techo, intenta tranquilizarse  y respira profundo, más profundo, se desbordan sus ojos, no debe moverse en ese procedimiento, moja su cabello con sus lágrimas, ligeramente, vuelve la mirada a la ventana, un pajarillo amarillo con pecho rojo parece observarla, se mueve la rama donde se posa esa ave, con un viento muy suave, emite un bello trinar sin dejar de ver a Benedic, las hojas de la rama también tiemblan, como si compartieran su miedo, Benedic le sonríe, el bello ejemplar mueve su cabecita, vuelve a interpretar su melodía sin dejar de observarla, ella, por un instante, logra salir de ese cuerpo y se deja llevar donde el viento, envuelta en esa dulce interpretación; duele, vaya que duele, regresa violentamente a la realidad, vuelve a respirar profundamente, cierra los ojos y mentalmente pide por sus seres queridos, por esos maravillosos hijos que adora, por ese amor extraviado, por sus compañeros de terapia y por las manos que la atienden; principalmente, agradece, porque aún respira.