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miércoles, 13 de febrero de 2019

Rojo oasis

Arena negra, montañas de ella, ni el sol les aclaraba un poco, surgían brillos iridiscentes, eran los cristales negros, del tamaño de un puño, de esos por los que se derrama sangre.

El rojo oasis, iluminaba de manera tenue tanta sombra,  el pasto rojizo, sus brotes eran más intensos, pasto mullido, ahí me recosté, era la gloria, ya estaba ahí, las leyendas no mentían; encontrarlo fue una eternidad.

Esa noche pasé hambre, mi niño también, en el camino lo perdimos todo, pero, la felicidad de estar juntos aminoraba nuestra sed, nuestros estómagos protestaban, hablaban y los ignoramos.

Acurruqué a mi ángel, no había luna, el universo demandaba nuestra presencia, cómo fuimos abrazados por esa soledad, una soledad más negra qué nunca; no tuve temor, la fuerza de mi ser nos sostenía, el coraje del pequeño era gratificante y me fortalece aún más. Vivo, vive! Qué más puedo pedir?

 

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