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domingo, 30 de julio de 2017

El viejo lobo blanco

Su pelaje blanco se confundía con la  piel de borrego que se había colocado en el lomo, su disfraz, comía de las entrañas de la oveja, aún viva, cubierta de sangre, con los ojos intoxicados de placer, el extremado acicalamiento excesivo del que había sido objeto, por parte del lobo viejo con piel de oveja, la había hipnotizado, cediendo a todos los impulsos de ese depredador, sin darse cuenta de la realidad, la tierna oveja era consumida por el viejo lobo, la mantenía en un estado de excitación, acicalando de vez en vez, con la lengua, las partes más vulnerables de ella.  Cuando abrió sus carnes para extraer el corazón y consumirlo, la pequeña oveja, aún perdida en fogosidad, apenas si se daba cuenta de lo que estaba sucediendo, disfrutaba en gran excitación cada diente fuerte y afilado, con ese aliento podrido del viejo lobo blanco, en cada desgarre de su piel, mientras era sostenida por las patas poderosas de ese viejo lobo. Consumado el acto y hastiado de ella, el viejo lobo blanco, se retiraba la piel de oveja y miraba a el gran lobo gris, el cual esperaba impaciente, gravemente excitado por todo lo que contemplaba con su mirada libidinosa, esa mirada, del lobo viejo de pelaje blanco, y un giro rápido de su cabeza hacia el cuerpo de la oveja, era el permiso para que el lobo gris, el cual era más joven, se apresurara a comer de las sobras que el viejo lobo blanco había dejado atrás, era el hueso que le tiraba a su fiel compañero de fechorías.

Toda la manada sabía de las preferencias del viejo lobo de pelaje blanco, la mayoría de la manada solía alimentarse de pequeños animales, conejos, aves, etc., eso era suficiente, atacar, matar y comer; sin embargo, el lobo viejo de pelaje blanco, optaba por divertirse con su comida, se deleitaba de otra manera insana, poseía una gran inteligencia, nunca antes un lobo había osado un disfraz para acercarse a las ovejas, nunca antes un lobo prefería a las más tiernas hembras, para seducirlas, poseerlas y, posteriormente, alimentarse de ellas.  Rompía todos los estándares de las conductas de esta especie y sus subespecies, nada tenía que ver con el objetivo de supervivencia.  Todos en la manada se alejaban cuando el lobo viejo de pelaje blanco se acercaba a los ovejas que pastoreaban en el campo, entre los arbustos exhuberantes y a la sombra de los árboles, el lobo viejo de pelaje blanco era acompañado por el inseparable lobo gris, nadie más hacía ese rito extraño; elegía la más blanca, la más tierna, se colocaba su piel de oveja y, discretamente, fingiendo alimentarse de las hierbas, se acercaba a su presa, seduciéndola hasta la fascinación de acompañarle a un oscuro rincón, alejado de todo el rebaño, no buscaba un ciclo reproductivo, como todos los demás, era una lujuria, un apetito insaciable, anormal, que había desarrollado con los años, pese a que tenía a su hembra alfa.

El macho alfa, caminaba erguido, divertido, firme, con una sonrisa maliciosa y los ojos entornados, quizás adivinando cuál sería su siguiente presa, quizás ya había sido elegida; siempre, junto a él, el lobo gris, a unos pasos atrás, no dejaba de seguirle, fingía admiración, pero, realmente, le odiaba, él no era el macho alfa de la manada, no tenía esa fuerza descomunal, ni ese olfato, ni esa capacidad visual que hacía de ese lobo viejo de pelaje blanco un casanova, prefiriendo a otras hembras que no eran de su especie, tampoco poseía la capacidad de apareamiento de él y, mucho menos, su rango social; estar cerca de él, lo distinguía, algo que no lograba hacer por mérito propio.  El lobo viejo de pelaje blanco, se sentía rejuvenecer  y sentía ser muy viril, su ego no tenía límites, sus fantasías con esas hembras jóvenes le reafirmaban como macho, el macho alfa que era y que no quería dejar de ser nunca. Nuevamente, se colocaba su disfraz, el cual se confundía con su pelaje blanco, su hocico babeaba al saborear a la próxima víctima, paciente, seleccionaba a placer su próxima hembra, en la distancia, ninguna de las tiernas ovejas imaginaba a lo que serían sometidas; su amigo, el lobo gris, se mantenía a raya, esperando  ver qué hueso alcanzaba. Muchos lobos de su manada, se avergonzaban del comportamiento de su macho alfa, su líder, pero, el lobo gris no, por ello no se le despegaba al lobo viejo de pelaje blanco, quería ser notado, que los demás lo vieran, quería fama, quería ese prestigio de don Juan, seductor, aunque, dentro de él: era miserable, sabía que era menos que nada, claro que lo sabía, era el "perro faldero" de el lobo viejo de pelaje blanco, quizás algún día se animaría a conseguir por cuenta propia su oveja tierna, mientras, lo haría con las sobras que le cedía el macho alfa, con lo que cayera de ese hocico de aliento podrido trataría de ser feliz; algún día, soñaba el lobo gris, el lobo viejo de pelaje blanco, su líder, le entregaría una oveja tierna, viva, en un estado de fogocidad, lista para ser poseída, sacrificada y consumida.



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