Un café tan dulce y solamente me quedo con un sabor amargo cuando por fin logro descifrar que, a veces, no nacimos para ser amados, que fuimos solo un accidente y nuestra querida madre, se ensaña en mostrar su odio durante toda lo que le resta de vida. No conocemos a otras madres, para compararlas, así que, esa madre llena de violencia hacia sus pequeños hijos, es la mujer que más amamos, aunque ya no esté con nosotros.
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Cada vez que paso por la calle donde vivía mi hermana, creo ver su silueta que camina hacia mi, reconozco cuanto extraño esos jarros con un café caliente, nuestras charlas abiertas, en ocasiones, llenas de tristeza y muchas veces, llenas de risas y burlas hacia nosotras mismas. Todas las pérdidas de mi familia han dolido y este dolor, por su pérdida, es diferente, así lo saboreo en cada sorbo de café calientito, cada vez que la recuerdo.
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Esta navidad, llena de soledad, esperando a mis hijos, los cuales nunca llegaron, así cada año y pese al tiempo, siempre anhelo su presencia. Egoísmo puro, vejez, que se yo. Trato de convencerme que, los hijos pertenecen a donde decidan estar, evito las lágrimas, porque la sal no debe distorsionar lo amargo de mi café humeante.
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Esta vez, no prepare la cena navideña, como cada año, mi pareja, después de la golpiza que me dio, se durmió, ebrio, como siempre. Mi madre me fastidia con su cantaleta de lo tonta que soy, pasamos juntas la navidad, con toda nuestra familia, todos notaron los golpes en mi rostro, pese al maquillaje, hubo algunas risillas burlonas. Regresaré con mi pareja, ya se lo hice saber a mi madre, tengo miedo, pero lo amo y lo necesito; un café con canela me reconforta, mi madre me mira con burla y desprecio.