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domingo, 5 de marzo de 2017

Gran Melena

Sólo espera y verás!


Gran Melena  alborotada; bigote y barba larga; andrajoso, inmóvil, sentado y cubierto con un cobertor a rayas color gris.  Su silueta se confunde con las grandes bardas de rocas  y la maleza que le rodean.

El bosque Platlán tiene un camino sinuoso, que conduce al mercado de la población, en donde acuden comerciantes de diferentes localidades, sus mercancías son las más populares de toda la región.

Gran Melena es ignorado, no habla, no se mueve, nadie ha visto sus ojos; permanece envuelto en su cobertor.  Ocasionalmente  le arrojan un sobrante de comida, el cual desaparece como por arte de magia, jamás muestra sus manos.

Se rumora que, aún de noche, Gran Melena mantiene su posición inmóvil. Algunos curiosos hacen apuestas acerca de su postura; lo vigilan entre las sombras de los frondosos y gigantes árboles de Platlán, turnándose para filmarlo con sus celulares.  Nadie ha logrado demostrar ningún movimiento de Gran Melena.  Qué decepción!

En medio de la lluvia, Gran Melena escurre por todos los mechones, creando diminutos riachuelos, el cobertor parecía adherirse más a su cuerpo.  Lentamente pasa la patrulla dando su rondín e ignorando a esa mole humana, no existe.

Su inexistencia discurre en esta era.  Sin origen, aislado, ajeno al tiempo y a todo contacto humano.  Su pose antinatural no se cuestiona, excepto hoy. Un chiquitín se suelta de la mano de su madre, corre, se abalanza a Gran Melena, lo abraza y le llena de besos el rostro ajado.  El alboroto es intenso, la madre cae fulminada por la idea de las infecciones que acaba de adquirir su infante al tocar a esa bestia peluda.

Entre el ruidoso sonido de sus sirenas, patrullas y un camión de bomberos llegan al rescate.  Al percatarse de que se trataba de Gran Melena, los oficiales estallan en carcajadas: "el bulto encantado", "el fardo de roca", "el idiota durmiente" y, lanzando más chanzas, tranquilizan a la muchedumbre.  Sus risas hilarantes lo dicen todo.

Una malla metálica fue instalada alrededor de las rocas, maleza y árboles que rodean a Gran Melena; excluido, se confirma la seguridad de los transeúntes. Todo es olvidado.  Sigue sin existir.

El frío inclemente lo abraza todo.  La feria anual de Platlán viste el bosque de colores, bombillas, juegos mecánicos, música, teatro y alegría.  Por  días, el bullicio constante mantiene en vela el bosque.

Aún con la densa y gélida neblina se retira todo el cuerpo de la feria, ya volverán.  Quedan atrás montones de basura, testigos de la festividad y Gran Melena en su pose eterna.

Los trinos de los pájaros despiertan a Platlán y un sofocante calor anuncia el cambio de estación.  El infante y la madre del alboroto olvidado transitan por la imponente alfombra verde, el chiquillo porta un pantalón corto en rojo.  Esta vez la madre se acerca a Gran Melena, hace tanto tiempo de eso, ninguna infección o enfermedad se presentó en su pequeño, la culpa la incomoda.

El cobertor gris, ahora deshilachado, se confunde con la masa de cabellos, han formado uno solo, el tiempo no respetó ese cobertor gris.  El pequeño mete su mano entre las rejas, trata de tocar a Gran Melena, logra asir fuertemente una parte de ese gran mechón y da un tirón.  Un grito desgarrador de la madre. Gran Melena cae de costado, descubriendo ligeramente su rostro, el pequeño lo acaricia con ternura.

El cadáver momificado yacía cubierto por su eterno cobertor, está adherido desde la corona de cabello, hasta los pies, enrollado de tal manera como el último refugio de este vasto planeta.  Su vida fue conjugada en este abrazo.

Las autoridades competentes retiran la malla, en silencio y ausentes de mofas.  Se ha corrido la voz, poco a poco van llegando los habitantes a Platlán, algunos curiosos, incrédulos, divertidos y deseosos de conocer el rostro de Gran Melena.

En el interior de una patrulla, tranquila, abrazada a su lloroso hijo, la madre le consuela con caricias y besos; en su manita, el infante, aún sostiene algunos hilos del cobertor a rayas color gris.

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