A su llamado imperioso, acudí,
Esa ternura, ese calor tibio, Esa sonrisa inocente y
Sus luceros inquietos,
Me han hechizado,
Pobre de mí.
Le sonrío sin poder apartar
Mi mirada de él,
Me subyuga,
Estoy perdida en su cercanía.
¿Por qué me siento Tan niña?
¿Por qué olvido mis batallas
Cada vez que pronuncia mi nombre?
Con su aliento en mi mejilla
La vida deja ser salada y amarga.
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