en el horizonte lejano,
dejaba en oscuridad a la sal del mar y
ella, en sus cristales,
conservaba las últimas tonalidades
del astro rey,
las cuales refulgían casi en oscuridad y
eran transformadas en agua de metales;
así se despedían,
con la promesa del sol de bañarle con
sus primeros rayos del día siguiente y
hacerla brillar cual oro pulido...
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