Al filo de la muerte, con decadencia, hastío y soledad, se desvanece.
Llegué en otoños e inviernos, con la fuerza de mis abriles idos.
En su demencia y lo oscuro del sufrimiento, encerrado en su infierno.
Soplé arcoiris de vida y cielos, matizando su alma fría.
Negaba los susurros, aislaba sus miradas.
Mis risas le animaban, le idealizaba.
Ha suspirado, late con fuerza, abre la puerta.
Me lleno de gozo, hay rubor en sus mejillas.
Inhala hondo, percibe vigor, brilla en sonrisas.
Me alejo, no puedo, vuelvo, ahora que vive, yo muero.
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