Desesperada, deambulo senderos en este laberinto sin bifurcaciones, sin alternativa, sedienta de libertad; el mismo espacio andado, a veces en fuga, a veces vencida; he de encontrar la salida!
Sólo choqué en su poder, dañando mi espíritu, fracturando mi corazón. Me persigue en silencio, con lentitud, sin medida, contempla la caza con risa torcida; siempre me da alcance; sólo vías muertas en cada evasión.
Sin juicio, entré en sus brazos, el sueño de amor. Jamás creí perderme en su interior, aseguraba, qué, por esa entrada también estaba la ida.
Aislada, devaluada, pero ansiosa en Dios, suplico, le exijo: me muestre la vía a mi deserción. Mudo, me bendice en fuerza, cada instante equivale a oportunidad, gracias Señor!
Coexisten: tiempo, espacio, desamor y destrucción, en el laberinto complejo de esta vencida relación.
Sometida, mi mente no perece, conspira filtración; se sacude el yugo, retoma voluntad. Voy tramando mi alma emancipar.
Con fe, firmeza, confiada en Dios y en el ímpetu de mi clamor, escudriño el laberinto infinito. Su mirada hostiga, no me pierde de vista, sonrisa burlona, confiado en su mano, qué, oprime la mía.
Vislumbro otro acceso, ¿será la salida?, beso al cielo, ya palpo la huida, conquisto llegar!
¿Vuelo o corro?, suspiro! A unos pasos, paro en seco, el umbral tapiado, lo empujo, golpeo, le grito, apretada a él, sollozo, suelto los brazos. Levanto mi rostro y murmuro ¿te burlas de mí?, ¿es broma macabra?, ¿de quién?
Su voz me tortura, sujeta mi hombro, reclama su presa. Dios me reanima, un viento ligero besa mi llanto, susurra a mi oído: "No te des por vencida". Zarandeo su opresión, no abdico mi autonomía! Encomiendo mi andanza en Dios, mi búsqueda en su verdad. Mi batalla no la abandonaré jamás!
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