camina!
"¡Hay personas que me patean el culo cada vez que pueden!", "Pero, también hay personas buenas y me lo demuestran cada vez que es necesario!". Todos los amigos y compañeros de Chiny escuchaban sin parpadear, sin moverse para respirar, esas palabras fuertes reclamaban como látigo en el rostro de Ángeles, la dulce y tierna amiga de Chiny, siempre de mirada angelical, sí, como su nombre. Ángeles, sentada, tenía la mirada fija en la puerta, su rostro, antes tan amable, ahora era el de una escultura, evocaba a una gárgola, con una dureza desconocida para todos los que se encontraban en esa habitación, sentada con los piernas y brazos cruzados, sus ojos miraban con furia. Se esforzaba por ignorar esas palabras que eran de su talla. Sentía asco y una enorme abominación por Chiny y por todos esas miradas de afecto que no se apartaban del rostro de Chiny.
Chiny, sentado en el borde del escritorio, su cuerpo esbelto, encorvado; sus ojos hermosos, profundos y de mirada escrutadora, esta vez hablaban de decepción, de tristeza, brillaban las lágrimas contenidas, ahí en la sombra de sus marcadas ojeras; su tez era más pálida de lo normal; sus rizos de negro azabache, rebeldes, siempre bailando al menor movimiento de su cabeza, en esta ocasión se encontraban en duelo, sólo resbalaban entre ellos, no había alegría, parecía que lloraban y se abrazaban, confortándose.
Ángeles había traicionado a Chiny con toda la tirria que le era posible, lo había puesto en evidencia ante todos; su pecado, no corresponder al amor que ella le había confesado tan ardientemente. Maquinó su venganza, donde más le doliera, tenía que desacreditarlo ante los múltiples corazones que lo amaban, todos se enterarían de las imperfecciones y del mayor defecto que ella había descubierto en Chiny, su "secreto" lo puso al descubierto, aniquilar a Chiny, su deseo mas ferviente.
Ángeles siempre había requerido favores especiales y en todos ellos, Chiny buscaba la manera de ayudarle y apoyarla de forma incondicional. Así era Chiny, repartía entre todas sus amistades su corazón y siempre disparaba a favor de los demás, amigos o no. Una palabra amable, de aliento siempre estaban prestas en sus labios. De mano bondadosa, segura y fuerte, estrechaba con entereza y empatía. No sólo era un chico admirado por su porte, era admirado y amado por su gran entusiasmo y noble corazón.
Ángeles exigió demandante el amor de Chiny, en las respuestas de solidaridad hacia ella, ella las confundió con amor. Pero, su venganza estaba hecha, jamás volverían a ver igual a Chiny, lo odiarían, ella lo había mancillado con el veneno de su boca, veneno destilado desde lo profundo de su corazón; ella estaba segura, lo quería ver derrumbado, destruido y solo.
Chiny concluyó agradeciendo la presencia y la atención de todos los presentes. Se sentía mal física y emocionalmente, estaba a punto de hundirse. Sembraba sin esperar una cosecha, pero, de ninguna manera concebía ser tratado así por una "amiga", la "amiga" que le juraba lealtad eterna y amor de hermanos, la "amiga" que estaría con él de manera incondicional aunque le costara la vida, eran palabras y promesas de ella, su "amiga" Ángeles. Abrirse ante todos, reconocer sus equivocaciones y errores, develadas por Ángeles, era una necesidad, no esperaba nada, se liberaba de nada, no justificó, no juzgó las indiscreciones de su "amiga", mencionó que entre amigos había libertad de hablar todo. Chiny, veía sin ver, tardaba en hablar. En ese acto tóxico de un ser veleidoso, había caído un ser inocente y en esa caída, también había arrastrado a otros inocentes más. El corazón de Chiny dolía en cada latido, su corazón lloraba por esos seres inocentes, esos inocentes que estaban sufriendo sin merecerlo. Cuando descargan a tu persona, salpican hacia los seres que más amas, sin importar lo que te lancen, bota sin misericordia hacia quienes viven de tus brazos y tus labios, pensaba Chiny. Todos le veían, ni un milímetro de sus ojos se movió de cada uno de los que le escuchaban. Aquí, el silencio lastimaba, a todos.
Ángeles gozaba con maldad, por fin, lo había pulverizado, en este instante sonrió, se le antojaba una gran carcajada, aunque, realmente sus labios sólo mostraban un rictus sardónico. Chiny estaría en desamparo, sin amigos, sin amor, en un infierno, se lo merecía, eso saboreaba ella. Seguía sin apartar la vista de la puerta, saldría triunfante, nadie volvería a rechazar su amor y salir intacto, se juraba a ella misma, nadie.
Chiny se incorporó, dejando ver su largo y delgado cuerpo, con voz firme volvió a agradecer y se dispuso a marcharse; fue impedido a hacerlo, fue abrazado y besado por todos, le llovieron palabras de cariño, de aliento y apoyo, sin excepción. Algunos lloraron y mojaron los rizos de Chiny. Chiny se hundía en cada abrazo sincero. Ángeles veía discretamente, su rostro era mortalmente pálido, era increíble que soportaran de aquella manera a ese imbécil; ya habría oportunidad de darle su merecido, esta vez no fue; Chiny merecía ser abatido, merecía la muerte; en ella, sus sentidos se crispaban, se estremecía de cólera. Ángeles, sentada en su silla, llena de odio, se hundía al igual que Chiny, pero no en los abrazos fraternales de los demás, se hundía en el gélido abrazo de ella misma.
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