No te quedaste ahí, en tu fría tumba
Tu recuerdo no se arrumba
Tu dulce aroma es lo que me ancla en esta vida turbia
Día a día, evoco tu caricia tibia
A veces, mi egoísmo, urge tu sonrisa, tu abrazo
Y me conforta saber que velas mi paso
En ocasiones, me reprocho no haberte dado más de lo que te brindé
Aunque sé bien que me bendecías hasta por pequeñeces que olvidé
En mis batallas, evoco tu cariño para sosegar mis miedos, mi alma,
En cada ruina o certeza, busco tu dulzura que me sostiene y me calma
Tu amor, flama eterna, que comprende mi llanto de niña y mi sonrisa
Gracias por tu amor profundo, por tanto y por todo,
Madre mía.
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