Busqué tus pasos en los campos que te vieron nacer,
Rompí el amanecer con el ruido de mis pisadas sobre las piedrecillas, fue inevitable,
A lo lejos, silbaba un tren,
Mis pies se llenaron de tu tierra,
Nunca cruce tus verdes sembradíos,
Todo estaba muerto y seco.
El sol me acompañó por un tiempo.
El polvo de tu recuerdo me envolvió,
El viento frió no tuvo piedad de mí,
Al canto de los grillos, continué,
Mi corazón ansiaba encontrar tu cuna
Y no te hallo.
Mi memoria está llena de tu risa inocente,
De la pesada carga que llevabas sobre tus hombros y
De tu mirada llena de sabiduría.
Lo rojo del amanecer me devuelve a donde no pertenezco.
Ya volveré y he de sentarme junto al calor de tu hoguera,
Purificándonos ante el humo de los leños crepitantes.
Perdona no haber encontrado mi origen, intenté no llorar,
Aún te extraño tanto.
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