Feliz año nuevo❗️
Que sea un año de prosperidad y de bendiciones para ustedes y sus seres queridos!
Un abrazo lleno de cariño, besito al cielo.
Te doy la más cordial bienvenida al mundo de las Letras y Manualidades de Azteca!
Noté el interés de mi pareja por otra mujer, ella lo busca, es una cínica, no quiero odiarla, pero me hace sufrir. Mi novio prometió que nos casaríamos y no lo cumplió; bebe todos los días y cuando está muy ebrio, menciona a esa mujer. Voy a luchar por este hombre, ha sido en mi vida lo más hermoso que dios me ha dado, lo amo y entiendo que no tiene la culpa. Tomo mi café con tres cucharadas de azúcar, lloro y esta tristeza de imaginarme que mi novio me abandone por esa mujer me consume día a día.
Mi esposo falleció por COVID y el dolor de su partida está intacto, lloro todos los días, en el desayuno y la cena, cuando aún vivía, tomábamos un jarro de café con canela, platicábamos de mil cosas, hacíamos planes, reíamos al recordar vivencias de nuestra juventud y también nos daba tristeza nuestras malas experiencias. Mis hijos y mis nietos me acompañan casi a diario, tomamos nuestro café con canela con la mirada fija en la urna de las cenizas de mi esposo, a veces, ellos también lloran conmigo, siento una gran soledad, esta tristeza me acompañara hasta que me muera, estoy segura de ello.
Mi hija fue la segunda en enfermar y fallecer en la pandemia, ni siquiera se enteró de que su padre había muerto; sus hijos aún no superan su muerte, mi esposo me dejó en la misma orfandad en la que quedaron mis nietos; todos tomamos nuestro café, juntos, casi siempre, aún lloramos ya que no logramos superar esta terrible tragedia, al final, sólo eso queda, recuerdos.
Aquí estoy, sin nada, ni siquiera puedo odiarlo, todo quedó atrás, sepultado y abrazo esta soledad que me da tanta paz; sigo luchando por salir adelante, a veces, ni siquiera tengo que comer y lo único que en verdad deseo es, un café bien calientito, para acompañar estas lágrimas que me traicionan.
La flaca en su pantalla, los perfiles de todos revisaba
Ya tenía sus cuentas en redes sociales
Ni un me gusta nadie le daba
Se enfadaba, sus memes eran originales
Qué soledad, necios y efímeros , la huesuda decía
La vida no es para sedentarios, es para deleitarse
Y En su celular se consumen, día a día
Ya no se miran de frente, qué grosería no tratarse
De las greñas, por flojos, todos pal hoyo
Ahí, en las tumbas, bailaremos
Brindaremos con tequila, sin tanto rollo
Familia, amigos, pulque, harta fiesta tendremos
Eso si, sin ningún equipo en sus partidas
Y dijo, El panteón es para muertos libres
Todos llegaron a la tumba con tristeza, por cuentas fallecidas
Ante la algarabía, gracias, Parca, aquí es vida, dijeron los difuntos hombres.
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En realidad, no necesitan saberlo y aún así lo diré, me tomo un café con canela, mi madre me obliga, es mi único desayuno, con el jarro en mis labios puedo ver la tristeza de mi mamá, siempre me dice que mis ojos están tristes y llora; termino rápido el café y me largo, antes que me traicionen mis lagrimas, odio que ella llore.
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La casa siempre está llena de mis hijos y mis nietos y mi tristeza es inagotable; la muerte de mi esposo fue tan repentina por el COVID que nos rompió a todos. Todos los días preparo una olla de café con canela y leche, como le gustaba a mi querido esposo, acompañada o sola, tomo mi jarrito de café y me pongo a llorar, esta tristeza no me la quitan ni las psicólogas o tanatólogas que me han dado terapia. Prefiero estar sola, el escándalo que hace mi familia me fastidia. Cada vez que sorbo mi café, cierro los ojos, para imaginar que mi esposo palmea mi hombro, como lo hacía cuando el café le quemaba la boca.
A veces, nos convertimos
En aquello que odiamos.
Había una vez una Paquita y sí, vivía en un barrio y sí, el amor de su vida era un roedor de dos patas; borracho, infiel, agresivo, pero, trabajador y de apodo le llamaban el ratón. Paquita dio a luz a una segunda hija, muy morena y de rasgos toscos, igualita a su padre, don Miguel, el ratón; su primera hija era idéntica a Paquita, rubia de ojos verdes, de nombre Reina, pues para sus padres, eso representaba con su belleza, una reina; Paquita debió dar varios billetes al padre de su iglesia para que bautizara a su segunda hija con el nombre de Chuli.
Don Miguel hacía viajes extensos debido a su trabajo, Paquita se dedicaba al hogar y al cuidado exclusivo de Reina, era la adoración de sus ojos, le compraba los vestidos más primorosos, le peinaba con bucles, casi a diario y la llenaba de joyitas de oro, la paseaba a todas partes, le llevaba cada semana al cine y a donde su Reina deseara ir; los ojos de Paquita estaban llenos de admiración ante la inegable hermosura de su hija, la presumía tanto como le era posible, era su mayor orgullo, por ella, valía la pena todo el sufrimiento al que era sometida por el ratón, su esposo.
No crean que me he olvidado de Chuli, pero, Paquita, sí la olvidó, durante los meses de ausencia de don Miguel, Chuli era abandonada en la casa, su madre siempre le dejaba una bolsa llena de pan, una jarra de leche y otra jarra con agua; las sobras de los guisados, destinadas al Mocho, el perro de la casa, eran hurtadas por Chuli, las comía con avidez, directo del plato del Mocho, antes de que el perro se percatara, el único cariño que recibía Chuli era el de su abuela Teófila, madre de don Miguel, muerta desde que su padre era un niño, el fantasma de su abuela habitaba tranquilamente, sin importunar a los vivos, sin embargo, ante el desamor de Paquita por Chuli, la abuela Teófila se hacía presente ante su nietecita y la llenaba de cariño. Cuando el ratón volvía a su casa, siempre encontraba a sus hijas bien presentables, casa limpia y comida recién hecha; Paquita había aprendido con el tiempo y con las golpizas de su marido a tener todo disponible en su hogar y a jamás reclamarle por sus infidelidades; el ratón jamás se hubiera imaginado el maltrato al que era sometida su hija, la negra, como él le decía de cariño.
Con el tiempo, Chuli se acostumbró a no bañarse, su madre solo la bañaba cuando don Miguel estaba en casa, los meses que se ausentaba, Chuli era como el fantasma de su abuela Teófila, invisible. Al paso de los años, el ratón enfatizaba más sus conductas, su alcoholismo lo tornaba más violento con Paquita, más descarado con sus conquistas amorosas y solo lograba ser calmado con las caricias en su cabeza de su madre muerta y de su hija, la negra, quien le regañaba como a un niño travieso. Chuli sentía cierto placer cuando su madre mostraba moretones en cara y cuerpo, aún así, hostigaba a su padre por su violencia en casa, la abuela Teófila le arrojaba platos al espantado don Miguel, quien no entendía la mano invisible de esa brujería, Teófila también estaba harta de ver a su hijo consumido por los vicios, el fantasma de la abuela terminaba llorando y maldiciendo entre grandes alaridos, lo cual erizaba los pelos a quien lograra escucharla, sin importar lo lejos que estuviera de esa casa; la mayoría de las personas a las que les helaba la sangre con sus grotescos lamentos, la llegaron a confundir con la llorona.
Reina ya tenía una familia, un esposo enamorado y una hermosa hija, idéntica a ella. Chuli conoció a un chico, Tibio, un extranjero que se enamoró de la exótica morena; Chuli casi no se bañaba, sólo se alisaba un poco el cabello con las manos y si se le ocurría meter un peine a su negra cabellera, este quedaba enredado en su sucia y grasienta melena, casi no había tenido pretendientes, siempre con el mismo aspecto, sucia y desaliñada; sólo conseguía empleos ínfimos y mal pagados; muchas veces, fue despedida por su deficiente aseo personal, no olía mal, hedía horrible; además, odiaba no solo a su bella madre, también a su guapa hermana. Desde muy pequeña, Chuli, Siempre abandonada en la oscuridad de su casa, encerrada para que no lograra salir, le costó trabajo entender que ella era la vergüenza de su madre, jamás podría compararse con su hermana, muchas veces fue mordida por el gran perro Mocho, cuando ella tomaba un puñado de su comida, ya que a Paquita se le olvidaba dejarle algo para que su hija comiera, infinidad de veces buscó en la basura algo para comer, había ocasiones en que su madre y su hermana se ausentaban por varios días, a escondidas de don Miguel, ya que se encontraba de viaje y no podría darse cuenta de lo que sucedía con su familia; el terror de estar sola fue aliviado por el fantasma de su abuela Teófila, ella le acariciaba la cabeza y al mismo tiempo le hacía nudos entre los cabellos, cada vez que Chuli lloraba de miedo y de hambre, le canturreaba una canción hasta que la niña lograba dormirse.
Con Tibio, Chuli se esforzó en ser más limpia, eso si, jamás logró desenredar tanto nudo de sus largos cabellos, optó por anudar al final de los mechones cristos pequeños, recordaba que su abuela Teófila le decía que en cada nudo de su cabello se guardaba una bendición, que los nudos atrapaban el mal que la acechaba, así que prefirió dejarlos así, para su protección, se hacía un chongo del cual tintineaban los pequeños cristos de metal al chocar entre sí y resultó ser un peinado exquisito para Tibio. Chuli también formó una familia, una hija idéntica a su rubio padre fue el orgullo más grande de Chuli, competía en belleza con la hija de Reina. Paquita y el ratón ya daban cuenta de los años, padecían varias enfermedades; unos días antes de morir don Miguel, todavía se dio el gusto de darle sus moquetazos a Paquita, en el velorio de don Miguel, Paquita lucía tremendos moretones en el rostro y un ojo inflamado que no lograba ocultar con los lentes de sol, algunas personas hacían chistes de lo tremendo que era ese ratón y reían al ver a las novias e hijos ilegítimos de don Miguel en su velorio.
Chuli y su familia habían vivido en casa de sus padres, con el pretexto de cuidar de ellos. Paquita creyó haber terminado su infierno de vida cuando volvieron del sepelio, Chuli la encaró, a solas, le advirtió que a partir de ese momento, ella le pagaría todas las que le debía, que ahora era el momento de su venganza, Paquita se derrumbó en un sillón y lloró con amargura, estaba realmente enferma y esa sentencia de Chuli la atemorizaba grandemente; en cuanto pudo, habló con Reina y le pidió que la admitiera en su casa, omitió las amenazas de Chuli, Reina, su hija amada le negó el apoyo, no había espacio para ella ni para sus achaques.
Paquita se fue deteriorando más rápido de lo que hubiera deseado, vivía más marchita, extrañaba mucho a su ratón, sus gritos groseros y hasta sus golpes; ante cada encuentro con Chuli, bajaba la cabeza, lloraba cada vez que la negra le escupía a la cara su miedo de niña al ser abandonaba en esa casa oscura, las mordidas que había recibido del gran perro por tomar un poco de su comida, las veces que comió basura por hambre, de hacerla sentirse la vergüenza de la familia por su color de piel, de no haberla orientado en su desarrollo de niña, de negarle su cariño de madre y de tantas cosas más. En cada tintineo de los cristos del cabello de Chuli, Paquita se estremecía, sabia que estaba perdida, jamás tendría la serenidad que había soñado y lloraba como aquella niña morena, abandonada en la penumbra; algunas veces, escuchó a la negra, cuando era niña, hablar con alguien que le respondía, nunca le dio importancia, no le importaba en lo absoluto y aquí, en su situación de desamparo, conoció al fantasma de la abuela Teófila, era su suegra, era idéntica a la de la vieja foto que colgaba en una pared que contenía diversas fotos de sus padres muertos y esta vez, ese fantasma le consolaba, acariciando la cabeza plateada de Paquita, canturreando esa canción añeja, hasta que, entre sollozos, Paquita, logró quedarse dormida.
Entender el motivo de tu partida
Para qué, finalmente, siempre corrías en huida
El engaño era mutuo, fue difícil entenderlo
Sólo fue un intento vano de amar, para ti: un juego
No abriste ni un poco tu corazón
Lloré de pena, cada noche, sin embargo, mi amargura no era por ti
No sentía lo desaforado y ardiente por tenerte a mi lado, estaba perdida
En tus idas no había suspiros tras de ti, dónde estaban mis anhelos, esos que me enloquecían con un roce?
En tu tibio existir, un bostezo marchito siempre hilaba, confundida
No palpé esa urgencia hirviente en aquel pleno beso que nunca me consumió
Por ti, este corazón latía pausado, nunca logré engañarlo, él siempre supo que
No valía la pena estar a tu lado
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Mi esposo bebió como todos los días, es la primera vez que me ofende a gritos, incluso con jaloneos me pidió que abandonara la casa, los vecinos se asomaban por sus ventanas, todos escucharon sus insultos y el escándalo por hecharme en plena calle. Bebo un café caliente con dos cucharadas de azúcar, quiero endulzar la amargura de mi ser y el bochorno de ser maltratada ante las miradas curiosas, algunas discretas y otras descaradas; lloro, es inevitable, en cada sorbo de café planeó varias estrategias, pero, termino llorando inconsolable, me siento cobarde, no le abandonaré, bebo a grandes tragos el resto de café y humillada, voy al lecho, con mi esposo ebrio.
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Mi madre nos abandonó por otro hombre, sentí odiarla, deseándole la muerte, soy muy joven y no entiendo cómo el amor también puede romper a otros por simplemente existir, también entiendo que hago mal al tener estos sentimientos que me hacen tanto daño, al leer estas historias de tristeza y un café, comparto la mía. Uno más que toma a sorbitos y soplando un café caliente, ya me quemé el hocico y espero que haga lo mismo con mi tristeza y el dolor de no tener a mi mamá.
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No sólo la odiaba y la maldecía, actuaba, acudí con personas que hacían brujería, le hicieron de todo, hasta le hecharon el muerto, sin dificultades, obtuve su ropa interior y cabellos de su cepillo de peinar; me robó el cariño de mi padre, ocupó el puesto de mi madre, cómo quisiera que se muriera, Ana, la mujer de mi padre. Llegó demostrando cariño hacia nosotras, Manola, mi hermana y yo la recibimos de mala manera, protestamos cuanto fue posible para que mi padre no la trajera a casa, sin éxito; nos ha tratado bien, no lo puedo negar, es muy hacendosa y disciplinada, pero no puedo evitar mi aversión hacia Ana; le permití un poco de acercamiento, me convenía, porque se encargó de tenerme todo siempre dispuesto en la casa, nos atendía como niñas, yo no levantaba ni un dedo, Ana estaba para ser la esclava de nosotros, nunca la dueña y señora de aquí.
No hay nada que perder
Al final, moriremos
Mi padre le dijo a Rubio, Virginia es una puta, que no le convenía vivir conmigo, que le haría sufrir, Rubio le pidió a mi padre que me respetara y que ya era muy tarde, yo estaba embarazada; sonreí burlona mientras miraba a mi padre, la verdad es que no sabía de quién era ese hijo, les quise colgar el paquete a otros y solo Rubio lo aceptó, es tan pendejo que cree que me embarazó con una sola cogida, ni que fuera tan macho; mi padre estaba encabronado, me cacheteó lo que quiso, Rubio no logró impedirlo. Mi padre me hizo mujer, al igual que a mis dos hermanas, este hijo puede ser de él, mi madre sabe lo que mi padre nos hace desde hace años, nunca dirá nada porque mi padre podría matarla a golpes.
Rubio es muy trabajador, aunque no le llega ni a los talones a mi padre, mi padre es más fuerte, todos les respetan, aún se chinga a mis cuatro hermanos que ya se han casado, yo soy la más chica y la consentida de mi padre, mi madre siempre se ha sentido celosa de mí, yo que culpa tengo. Vivimos un tiempo en casa de mi padre, ahí nacieron mis seis hijos, uno tras otro, hasta que a Rubio no le gustó como me tocaba las nalgas mi padre, en casa de mi suegra fui más libre, sin la vigilancia de mis padres, mis hijos chicos son cuidados por los dos más grandes, les lleno de dulces y con la televisión de bulbos que les regaló mi padre se entretienen, hago lo que me da la gana.
Rubio me gustó por ser como un catrín, limpio y perfumado; su cabello rubio siempre bien peinado con vaselina, sólo eso me llamó la atención, parecía riquillo, vivo un poco mejor que con mis padres, no me falta nada. Después de que mi padre se acostó conmigo, he tenido muchos novios, con todos me he acostado y lo sigo haciendo, no me importan mis hijos, ni Rubio, nadie. El parque que está cerca a mi casa es donde me cito con Chico, siempre me está esperando, se llama Federico, es chaparro, negro, con su saco negro, todo lustroso de mugre, un cabello lleno de vaselina, con un mechón lacio que nunca se queda en su lugar, apesta a cigarro y a alcohol; siempre tiene una botella lista para mi garganta seca, me empuja en los columpios, me enamora al oído y entre esos árboles y el pasto, me coge; Chico es el que coge mejor, aunque no supera a mi padre.
Rubio me pone mis chingas, me defiendo y le doy con lo que tenga a la mano, nunca seré su pendeja; descuido a mis hijos y siempre le robó comida a mi suegra, odio cocinar y limpiar y atender niños; lo único que quiero es disfrutar mi juventud. Cantar, fumar, beber entre mis novios es lo que más me gusta, mi padre me dijo que siempre dijera que aún era virgen y que nadie notaría que no lo era; con todos los que me he acostado saben que soy virgen, en la pulquería todos gritan y cantan, Virginia es la virgen de todos; hay un privado para mujeres, siempre mojado de pulque, orines y porquería, ahí me cogen todos los días; mis hijos son morenos, blancos y uno es negro, el negro es de Chico, es igualito a él, ojalá no salga tan Chaparro.
Todas las viejas chismosas que me conocen ya le fueron con el cuento a mi suegra y a Rubio; mi suegra me dice que piense bien lo que hago, que no vaya a causar una tragedia, pinche vieja metiche, Rubio es más fácil de controlar con mis lagrimitas, maldigo a las vecinas, porque solo envidian mi belleza, amenazo con irme con mis hijos y nos reconciliamos; Rubio creerá que soy virgen las veces que se lo repita.
Llegó una nueva vecina, nuestros hijos jugaban en ocasiones, ella nos invitó a una fiesta de cumpleaños de sus gemelos y ahí conocí a su hermano, Lerdo, casado y con hijos; también le dije que era virgen. Todos mis novios siempre me invitaban bebida, sexo, regalitos, algo de dinero y dulces para sus posibles hijos; con Lerdo fue la primera vez que me cogían en un carro, conocí un hotel y bebí mejores vinos; me olvidé de mi padre, de Chico, de Julito, de Paquito, de todos, mientras estuve con Lerdo no extrañé ni el pulque, ni la cerveza, ni salir dando tumbos de la pulcata entre los brazos de mis novios.
He dejado todo por Lerdo, mis hijos siempre fueron un estorbo, mis padres me cachetearon por puta y me exigieron volver con mi familia; por un tiempo, me dediqué a Lerdo y al hijo que tuvimos, nunca había sido tan feliz. Con los años, Lerdo tuvo otras mujeres, a su esposa jamás la abandonó. Gracias a mi padre, tuve donde vivir, siempre fui su favorita. El hijo de Lerdo era idéntico a su padre, creo que por eso no lo boté, siempre creí que Lerdo volvería a mí, por su hijo y volvería a amarme, fui tan pendeja.
Enferma, tirada en una cama, fastidiada y deseando que se larguen los hijos de Rubio; sólo los recibo porque me traen dinero, sus palabras de cariño y sus caricias no me impresionan, no siento nada por ellos, siempre vienen acompañados de sus familias, muchas veces he notado sus ansias de preguntarme cosas, tendrán muchas dudas de por qué los abandoné siendo tan pequeños, dudas que jamás aclararé, me hartan, quiero mandarlos a la chingada, a todos.
En esta soledad, abandonada, vieja, recuerdo a mis novios, Chico y todos ya han muerto, igual que Rubio y mi padre; siempre recuerdo la fiesta de la pulcata, los brindis y los volados para ver quien se acostaba con la virgen de todos; era adorada, deseada, importante, esos borrachines jodidos me dieron un lugar que nadie me dio, se que moriré pronto y aunque nunca he dejado de esperar el regreso de Lerdo, quien aún vive; vivo llena de recuerdos, de aquellos columpios donde, fumando, bebiendo, Chico me decía cosas bonitas, Chico me quería de verdad, siempre robaba para comprarme mis antojos, me cargaba en sus brazos para llevarme hacia el pasto y los árboles del parque y mostrarme su amor; lo extraño tanto. El hijo de Lerdo ni siquiera me arrima un vaso con agua, está esperando que me muera para quedarse con mi habitación, le urge para uno de sus hijos y su nuera; fue al único que cuidé y malcrié; cría cuervos …, decían mis padres.
Mis hermanas también murieron, mis hermanos aún viven, mi madre me ha dejado su casa, aunque se que murió odiándome, esto no se lo he dicho al hijo de Lerdo, a este desgraciado nada más le interesa el dinero, ya lo sabrá cuando yo muera, hice un testamento, los hijos de Rubio no merecen nada, todo será para el hijo de Lerdo, sólo con una condición que se anotó en el testamento, que en mi tumba se pueda leer: “Virginia, la virgen de todos”.