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sábado, 21 de marzo de 2020

Los límites de la Sirena (Capítulo XVII)

Lázaro, levántate!
Y, Lázaro, caminó, burlándose de la vida y la muerte!

El viento susurra muerte a mi oído, un frío recorre mi ser, mi alma, respiro con dificultad y me duele el cuerpo; sin embargo, mi espíritu es el que se quebranta, el que me reclama haber torcido mi mente, el haber traicionado mi origen, mi anillo, mi escudo, mi humanidad. Demonio o no, la bella Sirena me lleva a los límites de la cordura, en el precipicio de su fogosidad sobrevivo gracias a la sangre que bebo de sus hermosos senos, ella jamás se queja, sólo me mira con sus ojos maliciosos y alargados, otras veces, se contorsiona vehementemente, como si le causara el mayor placer al succionar de sus pezones, aquí, siempre evoco a mi tierna dama, recordando cuando le compartí el secreto de vida si bebía de estos senos llenos de fulgores, todavía alucino cuando, al mismo tiempo, ambos bebíamos de este sensual demonio, mientras nuestros labios aprisionaban los pezones de la sirena, nos tomábamos de la mano y la mano de mi tierna dama era suave, aún cuando imprimía fuerza en la mía, jamás podré olvidarla. ¿En verdad, murió mi compañera de roca? y de ser así, ¿por qué aún siento sus mimos en mi ser?, especialmente, cuando rezo amorosamente en el placentero cuerpo de mi amada Sirena.

A su antojo, este ser veleidoso, va minando lo que resta de mí, comprendido el hecho de que no me ama, yo también me regocijo en ella, sin culpa, sin la estupidez humana que trunca a las personas con sus cadenas de creencias, de ideales, de prejuicios y demás; soy tan libre como la hermosa Sirena me lo permite, se regala a mí, sin confines, ya nadie me la disputa, he escudriñado su cuerpo a placer, y ella a envilecido y engrandecido mi ser como jamás lo hubiera imaginado, nunca tuve la más ínfima sensación como las que la bellísima Sirena desencadena en esta alma errante; es verdad que he probado más lo agrio de su hiriente ser, pero, su constante entrega desenfrenada alivia un poco esas agrias sensaciones. Voy de su mano, cosido a su talle y a su busto y a su canto. ¿Cuándo será mi fin? ¿Es real la Sirena? Quizás ya estoy muerto y esto es el infierno y la Sirena siempre ha sido el diablo que me posee. ¿Dónde hallaré la respuesta? ¿Aún respiro?  Sólo sé algo verdadero, sin su mirada, ya habría cruzado el umbral de la verdadera muerte.

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